Información y Opinión

Es la hora de los combatientes sin bandera



Cada día hay en España más combatientes sin bandera, que luchan por la regeneración del sistema sin pertenecer a partido político alguno, convencidos de que la pertenencia a un partido impide, precisamente, una lucha leal y frontal contra la corrupción, el abuso de poder y otras muchas lacras que convierten a España en uno de los países peor gobernados del mundo.
---



La Historia esta llena de luchadores sin bandera por un mundo mejor, independientes, libres e indomitos, a los que les repugna encuadrarse en un partido político. Albert Camus, premio Nobel de literatura fue uno de los más conocidos. También lucharon sin bandera los lideres de la Revolución Francesa, que prohibieron la formación de partidos políticos, y la mayoría de los fundadores de la democracia en Estados Unidos, donde Jefferson y sus colegas ya vieron, con toda razón, que los partidos políticos antepondrían siempre sus intereses a los de la nación.

El humorista Moncho Borrajo es uno de los españoles que combaten sin banderas contra la corrupción y por la regeneración de España. A su lado estamos ya miles de ciudadanos que creemos que el mayor mal de la política actual son los partidos y sus militantes y dirigentes, muchos de los cuales carecen de sentido de servicio y se enrolan sólo para ganar poder, privilegios y mucho dinero.

Tras el espectáculo desolador de las dos últimas elecciones y tras observar el comportamiento de los políticos, somos muchos los que creemos que luchar en España contra la corrupción y por la regeneración y pertenecer a un partido político son dos cosas incompatibles. Los partidos, que no practican la democracia interna, como manda la Constitución, exigen a sus miembros, antes que nada, lealtad y promueven vicios como la opacidad, la omertá y otros criterios antidemocráticos como el de que "los trapos sucios se lavan en casa", cuando la democracia es precisamente lo contrario: transparencia y verdad, ventanas abiertas y aire limpio entrando por todas partes.

Muchos pensadores han condenado el comportamiento de los partidos políticos y otros muchos han denunciado la incompatibilidad de los partidos con la democracia. "Partido", como su nombre indica, significa "parte", cuando el Estado y la sociedad, en democracia, son un "todo".

Los partidos nacieron para elevar la voz y las demandas de los ciudadanos hasta el Estado, pero pronto traicionaron ese fin primordial y se hicieron parte del Estado, apoderándose de él y desplazando al ciudadano. La democracia quedó así prostituida y muerta y los partidos fueron sus ejecutores.

La degradación ética vigente en el interior de los partidos es de tal magnitud que si un político denunciara la corrupción de sus colegas y compañeros de filas, como es su deber, sería expulsado por traidor y su carrera política estaría muerta. Si un político denunciara la falta de democracia que representa nombrar jueces, marginar al pueblo, manejar con frivolidad e injusticia el dinero público y someterse a los partidos antes que a la ciudadanía, también sería expulsado o condenado al ostracismo dentro de su propio partido.

Unos partidos que castigan a los decentes y premian a los miserables no pueden ser sino obstáculos y enemigos de la democracia y de la decencia.

Convencidos de que todo eso es cierto y de que las únicas críticas con credibilidad son las de los que luchan por un mundo mejor sin enarbolar una bandera partidista que les limita, degrada e inhabilita, miles de ciudadanos se están convirtiendo en feroces críticos con acceso a las redes y compiten cada día con los medios de comunicación, en su mayoría corrompidos y enrolados en los partidos, para crear conciencia, defender la verdad, potenciar la verdadera democracia y acorralar a la legión de sinvergüenzas y canallas que, atrincherados en el Estado, practican el abuso, nadan en aguas corruptas y utilizan al Estado para aplastar, enriquecerse, generar injusticia y prostituir la nación.

Muchos autores y pensadores políticos piensan que es la hora de los "sin bandera", de esos periodistas cívicos que, muchas veces en pijama, se sientan ante el ordenador o abren sus tablets y móviles para analizar la actualidad, opinar con solvencia y competir con imaginación y creatividad frente a esos medios de comunicación profesionales que, adscritos a un partido u otro, forman parte ya del aparato corrupto, protegiendo a los políticos como escuderos.

Enrólate en el ejercito de los "Sin bandera". Aquí la vida es dura, pero trabajas en libertad por el bien común y duermes mejor, con la satisfacción del deber cumplido y con la esperanza de que el mundo cambie para mejor, reconozca un día tus esfuerzos y deje sin sitio a la inmensa manada de sinvergüenzas que promueven la injusticia, el abuso y que han construido un mundo donde reinan la envidia, la división, la desigualdad, el irrespeto, la demolición de los valores y otras muchas tribus y posturas indeseables.

Francisco Rubiales

- -
Lunes, 4 de Julio 2016
Artículo leído 1492 veces

También en esta sección: