La prensa española está crispada, enojada y enfurecida. Razones tiene para estarlo, porque se le está escapando el negocio de las manos y se encuentra en un proceso de pérdida de lectores y de credibilidad, estrangulada por los periódicos gratuitos y por la información libre de Internet, mientras que los jóvenes, que representan el futuro, han decidido abandonarla.
Sin embargo, puede que esa crispación no sea tanto un reflejo de la decadencia, como un truco eficaz para vender más. Al menos eso es lo que piensan numerosos expertos y analistas, todos coincidentes en que la crispación vende muchos ejemplares.
El fenómeno de la prensa crispada divide a los expertos en dos bandos: Unos creen que la crispación proviene de las dificultades, de la pérdida de credibilidad y prestigio, de la crisis de identidad y de la confusión que afecta a las empresas multimedia, que no saben bien cual es su papel en la democracia. Otros creen que la crispación es una pose comercial, una línea editorial o una estrategia de marketing para recuperar mercado y acercarse a una audiencia que cada día se distancia más.
Sin embargo, el gran problema es que la crispación de la prensa tiene efectos muy perniciosos para la sociedad y, concretamente, para tres grandes grupos de ciudadanos: aquellos de los que habla la prensa (los que son noticia); los ciudadanos que leen la prensa (lectores); y los profesionales que hacen la prensa (periodistas).
Esos tres grupos afectados por la crispación, al constituir la parte más influyente de la sociedad, hacen posible que los efectos perniciosos de la crispación alcancen a la sociedad en pleno y se plasmen en desconfianza frente al liderazgo, descrédito de la política y de los políticos, deterioro del sistema democrático, daños a la convivencia, resquebrajamiento en la escala de valores, traumas en los modelos sociales y culturales a seguir, irritación, enojo, odio, insultos y un extenso y profundo deterioro de lo que es la ciudadanía, entre otros.
Sin embargo, puede que esa crispación no sea tanto un reflejo de la decadencia, como un truco eficaz para vender más. Al menos eso es lo que piensan numerosos expertos y analistas, todos coincidentes en que la crispación vende muchos ejemplares.
El fenómeno de la prensa crispada divide a los expertos en dos bandos: Unos creen que la crispación proviene de las dificultades, de la pérdida de credibilidad y prestigio, de la crisis de identidad y de la confusión que afecta a las empresas multimedia, que no saben bien cual es su papel en la democracia. Otros creen que la crispación es una pose comercial, una línea editorial o una estrategia de marketing para recuperar mercado y acercarse a una audiencia que cada día se distancia más.
Sin embargo, el gran problema es que la crispación de la prensa tiene efectos muy perniciosos para la sociedad y, concretamente, para tres grandes grupos de ciudadanos: aquellos de los que habla la prensa (los que son noticia); los ciudadanos que leen la prensa (lectores); y los profesionales que hacen la prensa (periodistas).
Esos tres grupos afectados por la crispación, al constituir la parte más influyente de la sociedad, hacen posible que los efectos perniciosos de la crispación alcancen a la sociedad en pleno y se plasmen en desconfianza frente al liderazgo, descrédito de la política y de los políticos, deterioro del sistema democrático, daños a la convivencia, resquebrajamiento en la escala de valores, traumas en los modelos sociales y culturales a seguir, irritación, enojo, odio, insultos y un extenso y profundo deterioro de lo que es la ciudadanía, entre otros.