A pesar de sus graves problemas de liderazgo, del desprestigio de la casta política y de sus preocupantes déficits en democracia, España no es todavía un "Estado Fallido", aunque los observadores y expertos están preocupados porque, en algunos aspectos, el país se acerca a los parámetros que definen a los estados fracasados.
"Estados Fallidos" son aquellos que se convierten en amenazas para la seguridad internacional o que, con sus actuaciones, perjudican gravemente a sus propios ciudadanos y a la comunidad internacional.
Noam Chomsky, en su libro "Estados Fallidos", afirma que para que exista un Estado Fallido deben darse, por lo menos, tres elementos: el primero es la incapacidad (o falta de voluntad) del gobierno para proteger a sus ciudadanos; el segundo es que el gobierno se considere más allá del alcance del derecho nacional e internacional; y el tercero es padecer un grave "déficit democrático" que prive a sus instituciones formales de auténtica sustancia.
El fracaso de España no es total en ninguno de esos tres requisitos, pero sí los cumple parcialmente y de manera creciente. El gobierno de Zapatero carece de capacidad para proteger a sus ciudadanos de la crisis económica, no sabe proyectar seguridad y, por su ineptitud, conduce a su pueblo hacia la ruína, el fracaso y situaciones límites que generan inseguridad, deterioro de la convivencia y hasta violencia. El gobierno de Zapatero cree tener la razón y no escucha las recomendaciones y consejos que les dan las grandes instituciones internacionales y los expertos, lo que implica una soberbia y una arrogancia extralimitadas. El "déficit democrático" es el mayor problema de la España de Zapatero y el rasgo que más le acerca a la definición de "Estado Fallido". En España no se cumple ni uno sólo de los requisitos necesarios para que exista verdadera democracia: no existe separación de poderes; El imperio de la ley tiene fisuras; la justicia está politizada y funciona lenta y mal; la ley no es igual para todos; los ciudadanos, soberanos del sistema, están marginados y no participan en los procesos de toma de decisiones; falla el respeto a algunos derechos humanos fundamentales; los partidos políticos tienen un poder desmedido y carecen de controles; la sociedad civil, cuya misión en democracia es servir de contrapeso al poder, está neutralizada por el poder político y en estado de coma; la prensa libre y crítica casi ha sido aniquilada; las elecciones no son plenamente libres porque son los partidos y no los ciudadanos los que hacen sus listas y eligen; los representantes son leales a sus partidos, no a sus representados; las promesas electorales no se cumplen y la mentira ha sido elevada a política de gobierno... y un largo etcétera donde figuran la corrupción, la desconfianza de los ciudadanos en sus políticos e instituciones, el deterioro de la credibilidad del gobierno, el desprestigio del sistema, el desprecio a "la casta política", incumplimiento del deber gubernamental de cuidar la seguridad de sus ciudadanos...
Algunos observadores y analistas empiezan a contemplar a España como un país en peligro y el caso español se estudia ya en numerosos thinks tanks del mundo como un ejemplo preocupante de deterioro rápido de la democracia y del liderazgo. España, ciertamente, no es un "Estado Fallido", pero, bajo Zapatero, cada día más dividido, pobre, frustrado y orientado hacia la rebeldía, el país se acerca cada día más a esas horribles fronteras.
"Estados Fallidos" son aquellos que se convierten en amenazas para la seguridad internacional o que, con sus actuaciones, perjudican gravemente a sus propios ciudadanos y a la comunidad internacional.
Noam Chomsky, en su libro "Estados Fallidos", afirma que para que exista un Estado Fallido deben darse, por lo menos, tres elementos: el primero es la incapacidad (o falta de voluntad) del gobierno para proteger a sus ciudadanos; el segundo es que el gobierno se considere más allá del alcance del derecho nacional e internacional; y el tercero es padecer un grave "déficit democrático" que prive a sus instituciones formales de auténtica sustancia.
El fracaso de España no es total en ninguno de esos tres requisitos, pero sí los cumple parcialmente y de manera creciente. El gobierno de Zapatero carece de capacidad para proteger a sus ciudadanos de la crisis económica, no sabe proyectar seguridad y, por su ineptitud, conduce a su pueblo hacia la ruína, el fracaso y situaciones límites que generan inseguridad, deterioro de la convivencia y hasta violencia. El gobierno de Zapatero cree tener la razón y no escucha las recomendaciones y consejos que les dan las grandes instituciones internacionales y los expertos, lo que implica una soberbia y una arrogancia extralimitadas. El "déficit democrático" es el mayor problema de la España de Zapatero y el rasgo que más le acerca a la definición de "Estado Fallido". En España no se cumple ni uno sólo de los requisitos necesarios para que exista verdadera democracia: no existe separación de poderes; El imperio de la ley tiene fisuras; la justicia está politizada y funciona lenta y mal; la ley no es igual para todos; los ciudadanos, soberanos del sistema, están marginados y no participan en los procesos de toma de decisiones; falla el respeto a algunos derechos humanos fundamentales; los partidos políticos tienen un poder desmedido y carecen de controles; la sociedad civil, cuya misión en democracia es servir de contrapeso al poder, está neutralizada por el poder político y en estado de coma; la prensa libre y crítica casi ha sido aniquilada; las elecciones no son plenamente libres porque son los partidos y no los ciudadanos los que hacen sus listas y eligen; los representantes son leales a sus partidos, no a sus representados; las promesas electorales no se cumplen y la mentira ha sido elevada a política de gobierno... y un largo etcétera donde figuran la corrupción, la desconfianza de los ciudadanos en sus políticos e instituciones, el deterioro de la credibilidad del gobierno, el desprestigio del sistema, el desprecio a "la casta política", incumplimiento del deber gubernamental de cuidar la seguridad de sus ciudadanos...
Algunos observadores y analistas empiezan a contemplar a España como un país en peligro y el caso español se estudia ya en numerosos thinks tanks del mundo como un ejemplo preocupante de deterioro rápido de la democracia y del liderazgo. España, ciertamente, no es un "Estado Fallido", pero, bajo Zapatero, cada día más dividido, pobre, frustrado y orientado hacia la rebeldía, el país se acerca cada día más a esas horribles fronteras.