Es el momento de proporcionar al viejo y corrupto PP un entierro por lo menos tan digno y solemne como el de Joselito (en la imagen)
Isabel Díaz Ayuso sería la líder natural de esa nueva formación liberal, que nacería sin miedo a declarase "de derechas", envuelta en optimismo y esperanza, limpia y con capacidad de generar ilusiones y esperanzas en una España maltratada y hundida por el sanchismo corrupto y por la chusma que le rodea, donde conviven socialistas corrompidos, herederos del terrorismo, golpistas, mercenarios vascos y totalitarios herederos del comunismo.
La nueva fuerza podría incorporar a victimas dejadas en la cuneta por el PP, como María San Gil, Cayetana Álvarez de Toledo, Vidal Cuadras y otros muchos, defenestrados porque se opusieron a la estupidez y a la decadencia. También podría cerrar alianzas, sin complejos ni envidas, con VOX, partido al que, a pesar de la diferencias, le unirían algunos rasgos decisivos como el ansia de regeneración y relanzamiento de España, el liberalismo económico y el rechazo a la tiranía nacionalista, al totalitarismo y al odio a España.
¿Por qué es necesario enterrar al PP? Porque ese partido es ya incapaz de cumplir las misiones para las que fue creado, que son gobernar España procurando la felicidad de los españoles, la grandeza de la nación y la vigencia de los valores, la libertad, la justicia y la prosperidad.
El entierro del PP no deberá ser un acto de dureza y desprecio porque ese partido merece un sepelio digno y con turiferarios, a pesar de sus dramas internos y su terrible carga de corrupción, casi comparable con la que aplasta y degrada al socialismo.
El del PP debe ser un entierro justificado por una verdad indiscutible: sólo un partido limpio y sin el durísimo lastre que acumula el PP podrá derrotar a las huestes totalitarias y llenas de odio que capitanea Pedro Sánchez y que, por desgracia, hoy gobiernan España.
Deberá ser un entierro respetuoso porque, a pesar de sus errores y suciedades, el PP ha prestado valiosos servicios a España y merece un funeral con ciriales e incienso y gregoriano.
En el PSOE la necesidad de un entierro es todavía mayor, como mayor es su carga de traiciones, suciedades, abusos y robos, pero allí no hay condiciones porque Pedro Sánchez es un líder vertical y con vocación de tirano que destrozaría a cualquiera que planteara un entierro del partido que proporciona a cientos de miles de izquierdistas corrompidos un cuantioso botín de dinero, poder, privilegios y todo tipo de lujos.
En la izquierda también hay personas decentes que todavía no están podridas del todo y que podrían encuadrarse en un nuevo partido que sustituya al PSOE y que recupere la dignidad y del antiguo socialismo democrático, hoy masacrado por el sanchismo.
La simple idea de enterrar al PP irritará a muchos cuadros y militantes encuadrados en ese partido y que viven de ordeñar España, pero esa gente debe entender que su partido arrastra demasiado lastre y basura y que tiene las alforjas demasiado llenas de excrementos para poder afrontar los grandes desafíos que España le exige, que son básicamente tres: la regeneración de la vida política, la reconstrucción de los valores y la derrota y erradicación del sanchismo, una banda corrupta que destroza a España cada día más y que está privando al país de fuerza, ilusión, prestigio y dignidad.
Francisco Rubiales
La nueva fuerza podría incorporar a victimas dejadas en la cuneta por el PP, como María San Gil, Cayetana Álvarez de Toledo, Vidal Cuadras y otros muchos, defenestrados porque se opusieron a la estupidez y a la decadencia. También podría cerrar alianzas, sin complejos ni envidas, con VOX, partido al que, a pesar de la diferencias, le unirían algunos rasgos decisivos como el ansia de regeneración y relanzamiento de España, el liberalismo económico y el rechazo a la tiranía nacionalista, al totalitarismo y al odio a España.
¿Por qué es necesario enterrar al PP? Porque ese partido es ya incapaz de cumplir las misiones para las que fue creado, que son gobernar España procurando la felicidad de los españoles, la grandeza de la nación y la vigencia de los valores, la libertad, la justicia y la prosperidad.
El entierro del PP no deberá ser un acto de dureza y desprecio porque ese partido merece un sepelio digno y con turiferarios, a pesar de sus dramas internos y su terrible carga de corrupción, casi comparable con la que aplasta y degrada al socialismo.
El del PP debe ser un entierro justificado por una verdad indiscutible: sólo un partido limpio y sin el durísimo lastre que acumula el PP podrá derrotar a las huestes totalitarias y llenas de odio que capitanea Pedro Sánchez y que, por desgracia, hoy gobiernan España.
Deberá ser un entierro respetuoso porque, a pesar de sus errores y suciedades, el PP ha prestado valiosos servicios a España y merece un funeral con ciriales e incienso y gregoriano.
En el PSOE la necesidad de un entierro es todavía mayor, como mayor es su carga de traiciones, suciedades, abusos y robos, pero allí no hay condiciones porque Pedro Sánchez es un líder vertical y con vocación de tirano que destrozaría a cualquiera que planteara un entierro del partido que proporciona a cientos de miles de izquierdistas corrompidos un cuantioso botín de dinero, poder, privilegios y todo tipo de lujos.
En la izquierda también hay personas decentes que todavía no están podridas del todo y que podrían encuadrarse en un nuevo partido que sustituya al PSOE y que recupere la dignidad y del antiguo socialismo democrático, hoy masacrado por el sanchismo.
La simple idea de enterrar al PP irritará a muchos cuadros y militantes encuadrados en ese partido y que viven de ordeñar España, pero esa gente debe entender que su partido arrastra demasiado lastre y basura y que tiene las alforjas demasiado llenas de excrementos para poder afrontar los grandes desafíos que España le exige, que son básicamente tres: la regeneración de la vida política, la reconstrucción de los valores y la derrota y erradicación del sanchismo, una banda corrupta que destroza a España cada día más y que está privando al país de fuerza, ilusión, prestigio y dignidad.
Francisco Rubiales