Obama ha confesado que se siente "abrumado por los retos que nos aguardan", mientras Zapatero, tan optimista que parece sentirse a gusto en las dificultades, piensa que la crisis es una ocasión para fortalecer el socialismo y el poder del Estado. Obama se dispone a preparar a la sociedad americana para una crisis larga que va a requerir esfuerzos y sacrificios, pero Zapatero promete que, a partir de marzo próximo, las cosas mejorarán.
Aunque la tribu de los "progres" españoles, necesitada de éxitos que alimenten su fe en el internacionalmente devaluado líder socialista español, predica a diestro y siniestro que "Obama es como Zapatero" y que la victoria de Obama representa la victoria del socialismo y del intervencionismo estatal frente al mercado y la iniciativa privada, las diferencias entre una personaje y otro son abismales.
El expresidente del gobierno español José María Aznar, parece pensar lo mismo que la tribu progre cuando ha declarado que la victoria de Obama en Estados Unidos es "un exotismo histórico y un previsible desastre económico".
Sim embargo, nosotros, en Voto en Blanco, sabemos que Obama y Zapatero son los dos polos opuestos de la filosofía política, dos personajes extremadamente distantes, parecidos únicamente en la sonrisa y en el estilo amable y cuidadosamente alejado de la crispación, que ambos despliegan.
Mientras que Zapatero es un socialista autoritario que sólo cree en el Estado y en el intervencionismo, Obama es un liberal demócrata que cree en el mercado, en las libertades individuales y en la libre empresa.
A pesar de la sonrisa que comparten, la estructura política e ideológica de Zapatero, guardando las razonables distancias, está más cerca de Leónidas Breznev y de Fidel Castro que de Obama.
Pero los dos factores que más distancian a Zapatero de Obama con la tradición y la cultura. Obama es hijo de una sociedad americana que adora la democracia, que venera a los padres creadores de la nación, que considera como el máximo valor la libertad individual y que consagra la primacía del ciudadano frente al Estado, mientras que Zapatero es heredero de una cultura española que jamás ha conocido la democracia, que ni siquiera sabe quienes fueron sus próceres fundadores y que, desde que el emperador Carlos V acabó con los Comuneros de Castilla, ha visto su libertad acosada y ha permitido que se alternen en el poder político dirigentes totalitarios, mediocres y sinvergüenzas.
Ese profundo déficit democrático es el culpable de que en España los políticos nunca dimitan, ni visiten la cárcel, a pesar de que muchos de ellos hacen méritos más que suficientes, y de que los ciudadanos, sometidos y acobardados, no tengan fuerza ni valor para exigir dignidad y justicia a sus dirigentes. En Estados Unidos ocurre lo contrario: los que se equivocan dimiten y los corruptos se enfrentan a tribunales independientes.
El sueño de Zapatero, como acaba de reconocer en sus declaraciones a la televisión del PSOE, es demostrar que el Estado (es decir, él y su partido) puede hacer las cosas mejor que el mercado y que la iniciativa privada. Pero no se refiere, como algunos podrían pensar, a aspectos de planificación y de alto liderazgo político, sino nada menos que a la creación de empleo y riqueza.
Aunque parezca increible y a pesar de que la Historia está jalonada de experiencias que demuestran hasta la saciedad que el Estado es el peor de los empresarios posibles y que, cuando pretende tomar las riendas de la economía, sólo produce pobreza, infelicidad y, a veces, muerte, Zapatero sigue creyendo, en pleno siglo XXI, al igual que lo creían Lenin. Stalin y otros papanatas históricos del socialismo real, que el Estado es el mejor empresario y el más capacitado creador de riqueza.
Al parecer, el famoso "Síndrome de la Moncloa", que se traduce en una alienación brutal que aleja a los presidentes del mundo real y de la vida cotidiana de los españoles, es una enfermedad más grave de lo que creíamos. Zapatero parece no "ver" en su entorno las "fechorias" que su querido Estado ha hecho en la España nuestra: corrupción intravenosa; construcción de un Estado hipertrofiado con 86.000 concejales casi 9.000 alcaldes, 17 Presidentes de Autonomías, casi 1.600 parlamentarios autonómicos, 350 diputados en Cortes, 300 Senadores, 200 parlamentarios en Estrasburgo, una Casa Real, 20 Ministros y todos sus adláteres, que constituyen una "horda" de casi tres millones y medio de funcionarios, enchufados, asesores y parásitos, insostenible e imposible de mantener; secuestro de la democracia, que ha sido sustituida por una vulgar e ilegítima "oligocracia de partidos", contraria a la Constitución; ruptura de la cohesión, de la igualdad y de la división de poderes; toma casi militar de la sociedad civil, invadida y casi estrangulada por los partidos políticos; acoso a casi exterminio del ciudadano libre, de la prensa libre y crítica y de la disidencia, etc. etc., etc.
Aunque la tribu de los "progres" españoles, necesitada de éxitos que alimenten su fe en el internacionalmente devaluado líder socialista español, predica a diestro y siniestro que "Obama es como Zapatero" y que la victoria de Obama representa la victoria del socialismo y del intervencionismo estatal frente al mercado y la iniciativa privada, las diferencias entre una personaje y otro son abismales.
El expresidente del gobierno español José María Aznar, parece pensar lo mismo que la tribu progre cuando ha declarado que la victoria de Obama en Estados Unidos es "un exotismo histórico y un previsible desastre económico".
Sim embargo, nosotros, en Voto en Blanco, sabemos que Obama y Zapatero son los dos polos opuestos de la filosofía política, dos personajes extremadamente distantes, parecidos únicamente en la sonrisa y en el estilo amable y cuidadosamente alejado de la crispación, que ambos despliegan.
Mientras que Zapatero es un socialista autoritario que sólo cree en el Estado y en el intervencionismo, Obama es un liberal demócrata que cree en el mercado, en las libertades individuales y en la libre empresa.
A pesar de la sonrisa que comparten, la estructura política e ideológica de Zapatero, guardando las razonables distancias, está más cerca de Leónidas Breznev y de Fidel Castro que de Obama.
Pero los dos factores que más distancian a Zapatero de Obama con la tradición y la cultura. Obama es hijo de una sociedad americana que adora la democracia, que venera a los padres creadores de la nación, que considera como el máximo valor la libertad individual y que consagra la primacía del ciudadano frente al Estado, mientras que Zapatero es heredero de una cultura española que jamás ha conocido la democracia, que ni siquiera sabe quienes fueron sus próceres fundadores y que, desde que el emperador Carlos V acabó con los Comuneros de Castilla, ha visto su libertad acosada y ha permitido que se alternen en el poder político dirigentes totalitarios, mediocres y sinvergüenzas.
Ese profundo déficit democrático es el culpable de que en España los políticos nunca dimitan, ni visiten la cárcel, a pesar de que muchos de ellos hacen méritos más que suficientes, y de que los ciudadanos, sometidos y acobardados, no tengan fuerza ni valor para exigir dignidad y justicia a sus dirigentes. En Estados Unidos ocurre lo contrario: los que se equivocan dimiten y los corruptos se enfrentan a tribunales independientes.
El sueño de Zapatero, como acaba de reconocer en sus declaraciones a la televisión del PSOE, es demostrar que el Estado (es decir, él y su partido) puede hacer las cosas mejor que el mercado y que la iniciativa privada. Pero no se refiere, como algunos podrían pensar, a aspectos de planificación y de alto liderazgo político, sino nada menos que a la creación de empleo y riqueza.
Aunque parezca increible y a pesar de que la Historia está jalonada de experiencias que demuestran hasta la saciedad que el Estado es el peor de los empresarios posibles y que, cuando pretende tomar las riendas de la economía, sólo produce pobreza, infelicidad y, a veces, muerte, Zapatero sigue creyendo, en pleno siglo XXI, al igual que lo creían Lenin. Stalin y otros papanatas históricos del socialismo real, que el Estado es el mejor empresario y el más capacitado creador de riqueza.
Al parecer, el famoso "Síndrome de la Moncloa", que se traduce en una alienación brutal que aleja a los presidentes del mundo real y de la vida cotidiana de los españoles, es una enfermedad más grave de lo que creíamos. Zapatero parece no "ver" en su entorno las "fechorias" que su querido Estado ha hecho en la España nuestra: corrupción intravenosa; construcción de un Estado hipertrofiado con 86.000 concejales casi 9.000 alcaldes, 17 Presidentes de Autonomías, casi 1.600 parlamentarios autonómicos, 350 diputados en Cortes, 300 Senadores, 200 parlamentarios en Estrasburgo, una Casa Real, 20 Ministros y todos sus adláteres, que constituyen una "horda" de casi tres millones y medio de funcionarios, enchufados, asesores y parásitos, insostenible e imposible de mantener; secuestro de la democracia, que ha sido sustituida por una vulgar e ilegítima "oligocracia de partidos", contraria a la Constitución; ruptura de la cohesión, de la igualdad y de la división de poderes; toma casi militar de la sociedad civil, invadida y casi estrangulada por los partidos políticos; acoso a casi exterminio del ciudadano libre, de la prensa libre y crítica y de la disidencia, etc. etc., etc.
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