Hace medio siglo, durante el "Franquismo", los españoles fuimos el "hazmerreir" de Europa. Aquel país de charanga y pandereta causaba risa porque su régimen era una reliquia del pasado y porque su catetismo, incultura, costumbres y bajo nivel de desarrollo permitían afirmar a los europeos aquel terrible "África empieza en los Pirineos".
Después, en el tardofranquismo y con la ejemplar Transición de España a la democracia, llegó el "milagro español" y la admiración del mundo por nuestro empuje. España pasó a ser respetada y hasta admirada, cediendo a Italia el testigo del ridículo. Aquella Italia de la Democracia Cristiana, las Brigadas Rojas y la corrupción se convirtió en la "tangentopolis", europea, en el pozo de las bromas, el ridículo y el esperpento.
Hoy, Italia ha reconstruido su imagen y ha vuelto a ceder el testigo del chiste y el hazmerreir a España. Los italianos están de suerte porque los españoles les hemos arrebatado titulos tan poco honrosos como los de ser la democracia menos seria o los más "cobardes" y "afeminados" de Europa. A esos dos "galardones", hemos agregado un tercero: somos un país incomprensible y caprichoso. Y lo más grave es que nuestra ridícula imagen comienza a calar también en Estados Unidos, Canadá, América Latina y Asia.
Cuando yo vivía en Roma (1980-83), recuerdo a un padre italiano que llevaba a su hijo a estudiar al Liceo Español porque no quería que Paolo (así se llamaba el "ragazzo") se educara como un italiano cobarde y para que adquiriera la "valentía" (il coraggio) y la "honradez" que él consideraba como valores típicos de los españoles.
Ahora las cosas han cambiado dramáticamente por culpa de una catarata de factores "adversos" que han hecho trizas la imagen de España, como el inesperado cambio de gobierno, tras los atentados del 11 de marzo de 2004, interpretados como una concesión masiva de los españoles al "miedo"; el posterior abandono de la alianza militar que ocupaba Irak, abandono que nuestros soldados recuerdan porque sus antiguos compañeros de armas les despedían con el famoso gesto que se dedica a los cobardes, el de la gallina, batiendo los brazos como si fueran alas; la existencia de un poderoso lobby gay; la legalización plena del "matrimonio gay"; los gestos ridículos de nuestra "diplomacia" en busca del "favor" perdido de los Estados Unidos; los "fulgurantes", "publicitados", "efimeros" y "estrambóticos" saludos de Zapatero y Moratinos a dirigentes de Estados Unidos como Bush, Powell, Condy Rice y Donld Rumsfeld; nuestra preferencia displomática internacional por dictadores devaluados como Fidel y Chavez; los analisis de los politólogos y sociólogos norteamericanos, que siempre atrubuyen al "miedo" de los españoles el cambio de la orientación política del país y de su percepción del terrorismo; la actual negociación casi "incondicional" con el terrorismo de ETA; las invasiones incontroladas de inmigrantes que desembarcan en pateras o saltan vallas fronterizas; la débil y casi infantil relación de España con Marruecos; la inexplicable tolerancia del gobierno con respecto a Carod Rovira, Maragall, Ibarretxe y otros "paladines" de la destrucción progresiva de la unidad del Estado Español; el comportamiento ridículo de Carod Rovira y Maragall en Israel, un hecho que dio la vuelta al mundo y capaz de sonrojar a cualquier ciudadano serio del planeta; el todavía más reciente espectáculo del Estatuto anticuado, intervencionista y secesionista de Cataluña; la tercencia de la política española a la trifulca permanente, el crecimiento progresivo de la insolidaridad interne en el país, etc., etc.
Si alguién duda de que nuestra imagen internacional tiende al ridículo y se encuentra en caída libre, sólo tiene que viajar al extranjero o darse una vuelta por los medios de comunicación del mundo o, mejor todavía, por la prensa escrita y la blogosfera internacional, más sensibles, mordaces y prescriptores de las tendencias.
Si todavía quedan dudas, que pregunten a los empresarios y profesionales españoles que acuden a convenciones y congresos internacionales, muchos de los cuales se sienten ya señalados y víctimas de las insinuaciones, bromas y risas disimuladas de sus "partners" extranjeros.
Imagino a Gonzalo Fernández de Córdoba, el Gran Capitán, a Hernán Cortés, a Pizarro, a Juan de Austria, al gran Duque de Alba y a muchos otros ilustres y valientes españoles del pasado retorciéndose de rabia en sus tumbas y deseando salir de ellas para exigir a los españoles de hoy (sobre todo a sus políticos, auténticos forjadores de esta nueva imagen) que recuperemos el valor y la dignidad perdidos.
Después, en el tardofranquismo y con la ejemplar Transición de España a la democracia, llegó el "milagro español" y la admiración del mundo por nuestro empuje. España pasó a ser respetada y hasta admirada, cediendo a Italia el testigo del ridículo. Aquella Italia de la Democracia Cristiana, las Brigadas Rojas y la corrupción se convirtió en la "tangentopolis", europea, en el pozo de las bromas, el ridículo y el esperpento.
Hoy, Italia ha reconstruido su imagen y ha vuelto a ceder el testigo del chiste y el hazmerreir a España. Los italianos están de suerte porque los españoles les hemos arrebatado titulos tan poco honrosos como los de ser la democracia menos seria o los más "cobardes" y "afeminados" de Europa. A esos dos "galardones", hemos agregado un tercero: somos un país incomprensible y caprichoso. Y lo más grave es que nuestra ridícula imagen comienza a calar también en Estados Unidos, Canadá, América Latina y Asia.
Cuando yo vivía en Roma (1980-83), recuerdo a un padre italiano que llevaba a su hijo a estudiar al Liceo Español porque no quería que Paolo (así se llamaba el "ragazzo") se educara como un italiano cobarde y para que adquiriera la "valentía" (il coraggio) y la "honradez" que él consideraba como valores típicos de los españoles.
Ahora las cosas han cambiado dramáticamente por culpa de una catarata de factores "adversos" que han hecho trizas la imagen de España, como el inesperado cambio de gobierno, tras los atentados del 11 de marzo de 2004, interpretados como una concesión masiva de los españoles al "miedo"; el posterior abandono de la alianza militar que ocupaba Irak, abandono que nuestros soldados recuerdan porque sus antiguos compañeros de armas les despedían con el famoso gesto que se dedica a los cobardes, el de la gallina, batiendo los brazos como si fueran alas; la existencia de un poderoso lobby gay; la legalización plena del "matrimonio gay"; los gestos ridículos de nuestra "diplomacia" en busca del "favor" perdido de los Estados Unidos; los "fulgurantes", "publicitados", "efimeros" y "estrambóticos" saludos de Zapatero y Moratinos a dirigentes de Estados Unidos como Bush, Powell, Condy Rice y Donld Rumsfeld; nuestra preferencia displomática internacional por dictadores devaluados como Fidel y Chavez; los analisis de los politólogos y sociólogos norteamericanos, que siempre atrubuyen al "miedo" de los españoles el cambio de la orientación política del país y de su percepción del terrorismo; la actual negociación casi "incondicional" con el terrorismo de ETA; las invasiones incontroladas de inmigrantes que desembarcan en pateras o saltan vallas fronterizas; la débil y casi infantil relación de España con Marruecos; la inexplicable tolerancia del gobierno con respecto a Carod Rovira, Maragall, Ibarretxe y otros "paladines" de la destrucción progresiva de la unidad del Estado Español; el comportamiento ridículo de Carod Rovira y Maragall en Israel, un hecho que dio la vuelta al mundo y capaz de sonrojar a cualquier ciudadano serio del planeta; el todavía más reciente espectáculo del Estatuto anticuado, intervencionista y secesionista de Cataluña; la tercencia de la política española a la trifulca permanente, el crecimiento progresivo de la insolidaridad interne en el país, etc., etc.
Si alguién duda de que nuestra imagen internacional tiende al ridículo y se encuentra en caída libre, sólo tiene que viajar al extranjero o darse una vuelta por los medios de comunicación del mundo o, mejor todavía, por la prensa escrita y la blogosfera internacional, más sensibles, mordaces y prescriptores de las tendencias.
Si todavía quedan dudas, que pregunten a los empresarios y profesionales españoles que acuden a convenciones y congresos internacionales, muchos de los cuales se sienten ya señalados y víctimas de las insinuaciones, bromas y risas disimuladas de sus "partners" extranjeros.
Imagino a Gonzalo Fernández de Córdoba, el Gran Capitán, a Hernán Cortés, a Pizarro, a Juan de Austria, al gran Duque de Alba y a muchos otros ilustres y valientes españoles del pasado retorciéndose de rabia en sus tumbas y deseando salir de ellas para exigir a los españoles de hoy (sobre todo a sus políticos, auténticos forjadores de esta nueva imagen) que recuperemos el valor y la dignidad perdidos.