Los desahucios en España constituyen un espectáculo bochornoso y moralmente insoportable, algo que no debería ocurrir y que la clase política debería impedir en la mayoría de los casos. Arrebatar la vivienda a gente ya previamente azotada por el desempleo y la pobreza, que se siente desamparada y atemorizada, es de una crueldad supina y de una bajeza que sólo es posible en una sociedad injusta y desalmada, como la que hemos creado en España.
Contemplar un desahucio es asistir en directo al fracaso de una sociedad, de su política y de su ética. La policía expulsando de su hogar a familias desesperadas, incluyendo a ancianos y niños, entre lágrimas y gritos de protesta impotente, es algo que debería impedirse. Los bancos, después de haber recibido toneladas de miles de millones de dinero público, pagado con los impuestos ciudadanos, no deberían ser tan crueles y malvados, mientras la pasividad de los gobernantes merece que los ciudadanos los expulsen del poder y les sustituyan por gente con alma y decencia. La avaricia del sistema bancario español es una lacra para el país que nada tiene que ver con el justo beneficio que deben buscar las empresas, Aplastar al cliente que ya está aplastado y al que no es posible cobrarle, amparándose en una ley de principios del siglo XX que los ineptos y miserables políticos no se han atrevido a derogar, es una crueldad innecesaria, propia de bandidos.
Los banqueros se atreven a realizar esas crueldades y los políticos se lo permiten porque nadie tiene respeto en España a los ciudadanos, ni a sus derechos básicos, ni a su potencial rebeldía, castrada por el miedo y la incultura democrática reinante. Si España fuera un país de ciudadanos en lugar de una cloaca habitada por borregos acobardados, ni unos ni otros se atreverían a culminar semejantes canalladas.
Los banqueros insaciables son los principales culpables de que la sociedad española odie a todos los que tienen dinero, de manera injusta e indiscriminada, incluso a Amancio Ortega, dueño del imperio Zara, uno de los españoles con más méritos y merecedores de admiración y respeto, creador de más de 110.000 puestos de trabajo, que acaba de ser linchado por la prensa de izquierdas y "progre" porque le ha donado 20 millones de euros a Cáritas, ONG ejemplar, perteneciente a la Iglesia Católica, libre de robos y manipulaciones políticas, que está ayudando a más de dos millones de españoles, que han quedado arruinados por obra de la crisis y de los políticos. Como han comentado algunos analistas, Amancio Ortega habría sido mejor tratado por los medios progresistas si hubiera asaltado un supermercado, como hizo el impresentable político comunista Sánchez Gordillo, cuyo robo a Mercadona fue tratado como heroico por la triste progresía izquierdista española.
Cuando le arrebatan a una familia desgraciada su vivienda, el problema para ellos no termina porque quedan endeudados con el banco hasta que no liquiden la deuda, lo que significa embargos sucesivos y, en la práctica, una pobreza eterna y humillante que convierte la vida en un suplicio.
El índice de suicidios crece como la espuma en la España injusta que nos han construido el PSOE y el PP y los desahucios son una de las principales causas. Los dos casos recientes mas impactantes fueron un ahorcado y otro que se lanzó al vacío, desde la ventana de la casa que iban a expropiarle.
Para los políticos, gente insensible, alienada, arrogante y ajena al sufrimiento que les rodea sin que ellos, desde el lujo, lo perciban, habría sido (y es) fácil evitar los desahucios, pero no lo han hecho porque les importa un bledo el sufrimiento ajeno y están borrachos de poder y de privilegios. Habría bastado con aprobar la dación en pago o negociar con los bancos una moratoria, obligatoria al menos para aquellas entidades que hubieran recibido fondos públicos. Pero no han hecho nada y, cuando se les presentó la ocasión de votar, el PP y el PSOE votaron en contra de que la deuda quedara liquidada con la entrega de la vivienda al banco (dación en pago).
Contemplar un desahucio es asistir en directo al fracaso de una sociedad, de su política y de su ética. La policía expulsando de su hogar a familias desesperadas, incluyendo a ancianos y niños, entre lágrimas y gritos de protesta impotente, es algo que debería impedirse. Los bancos, después de haber recibido toneladas de miles de millones de dinero público, pagado con los impuestos ciudadanos, no deberían ser tan crueles y malvados, mientras la pasividad de los gobernantes merece que los ciudadanos los expulsen del poder y les sustituyan por gente con alma y decencia. La avaricia del sistema bancario español es una lacra para el país que nada tiene que ver con el justo beneficio que deben buscar las empresas, Aplastar al cliente que ya está aplastado y al que no es posible cobrarle, amparándose en una ley de principios del siglo XX que los ineptos y miserables políticos no se han atrevido a derogar, es una crueldad innecesaria, propia de bandidos.
Los banqueros se atreven a realizar esas crueldades y los políticos se lo permiten porque nadie tiene respeto en España a los ciudadanos, ni a sus derechos básicos, ni a su potencial rebeldía, castrada por el miedo y la incultura democrática reinante. Si España fuera un país de ciudadanos en lugar de una cloaca habitada por borregos acobardados, ni unos ni otros se atreverían a culminar semejantes canalladas.
Los banqueros insaciables son los principales culpables de que la sociedad española odie a todos los que tienen dinero, de manera injusta e indiscriminada, incluso a Amancio Ortega, dueño del imperio Zara, uno de los españoles con más méritos y merecedores de admiración y respeto, creador de más de 110.000 puestos de trabajo, que acaba de ser linchado por la prensa de izquierdas y "progre" porque le ha donado 20 millones de euros a Cáritas, ONG ejemplar, perteneciente a la Iglesia Católica, libre de robos y manipulaciones políticas, que está ayudando a más de dos millones de españoles, que han quedado arruinados por obra de la crisis y de los políticos. Como han comentado algunos analistas, Amancio Ortega habría sido mejor tratado por los medios progresistas si hubiera asaltado un supermercado, como hizo el impresentable político comunista Sánchez Gordillo, cuyo robo a Mercadona fue tratado como heroico por la triste progresía izquierdista española.
Cuando le arrebatan a una familia desgraciada su vivienda, el problema para ellos no termina porque quedan endeudados con el banco hasta que no liquiden la deuda, lo que significa embargos sucesivos y, en la práctica, una pobreza eterna y humillante que convierte la vida en un suplicio.
El índice de suicidios crece como la espuma en la España injusta que nos han construido el PSOE y el PP y los desahucios son una de las principales causas. Los dos casos recientes mas impactantes fueron un ahorcado y otro que se lanzó al vacío, desde la ventana de la casa que iban a expropiarle.
Para los políticos, gente insensible, alienada, arrogante y ajena al sufrimiento que les rodea sin que ellos, desde el lujo, lo perciban, habría sido (y es) fácil evitar los desahucios, pero no lo han hecho porque les importa un bledo el sufrimiento ajeno y están borrachos de poder y de privilegios. Habría bastado con aprobar la dación en pago o negociar con los bancos una moratoria, obligatoria al menos para aquellas entidades que hubieran recibido fondos públicos. Pero no han hecho nada y, cuando se les presentó la ocasión de votar, el PP y el PSOE votaron en contra de que la deuda quedara liquidada con la entrega de la vivienda al banco (dación en pago).