La manifestación de Barcelona fue la grande, con más de 300.000 personas en las calles, pero hubo otras en España, todas llenas de gente indignada contra el sanchismo miserable que está destrozando la nación y la convivencia.
Asistí a la manifestación de Sevilla, que fue mucho más nutrida y vigorosa de lo esperado porque, aunque apenas se hizo difusión previa de la cita. Había más de 5.000 personas, según la guardia urbana. La manifestación se concentró en la Puerta de Jerez y avanzó por la Avenida de la Constitución, saturada de gente, hasta la Plaza Nueva, donde tuvo lugar el acto de clausura.
Se gritaron vivas a España, al Rey y a la unidad y se increpó a Sánchez, a Puigdemont y a los periodistas, vergonzosamente ausentes y silenciando el acontecimiento, siguiendo así las consignas dictatoriales de un sanchismo inmoral y antidemocrático que también viola la verdad y el derecho ciudadano a ser verazmente informado.
Horas después de las manifestaciones quedó claro que la Moncloa había lanzado la orden de ignorar las manifestaciones, que tuvieron poco eco en los medios de comunicación comprados por el dictador Sánchez y sus sucios aliados.
Los gritos de "Viva España", "Viva el Rey" y "Puigdemont a prisión" fueron los más coreados, pero hubo otros, como un contundente "Sánchez, Hijo de puta".
Fue curioso que cuando se gritaba "Viva el Rey" muchos de los presentes no respondían y guardaban silencio. Pregunté a uno de los que callaban y me dijo. "No le doy vivas a los que traicionan a España".
Una vez más, la actitud del PP fue confusa y decepcionante, anteponiendo sus intereses partidistas al interés general de España. La protesta ha contado con el apoyo de VOX, pero no del PP.
Se percibía en la calle la indignación de los ciudadanos ante la delincuencia instalada en el poder y protegida por el gobierno, que incluye a inmigrantes ilegales que delinquen, okupas, ladrones, corruptos y golpistas llenos de odio a España.
El sanchismo, dispuesto a conceder una amnistía, un referendo de independencia y grandes sumas de dinero y otros privilegios, todo para satisfacer las ansias de poder de un tipejo llamado Sánchez, sin méritos ni decencia suficientes para gobernar España, demostró ayer su inmensa debilidad cuando el pueblo sale a las calles y los políticos se vuelven ratas.
Era visible el vigor de una sociedad civil, que tarda en movilizarse, pero que cuando lo hace se muestra imponente y con gran fortaleza.
Los comentarios entre gritos y gritos versaban sobre la actitud decepcionante del Rey, al negarse a frenar los desmanes de Pedro Sánchez, la ausencia y la traición de los periodistas, en su mayoría comprados por el gobierno y perpetrando un atentado permanente contra el derecho a la información y a la verdad, y también sobre la pasividad de los jueces y de los militares, a los que muchos acusaban de haberse dejado infiltrar por los sanchistas.
Como suele ocurrir con las manifestaciones de la derecha sociológica y los demócratas, todo transcurrió con orden, de manera pacífica y educada, sin rotura de mobiliario urbano ni brotes de violencia, como ocurre con frecuencia en las concentraciones de las izquierdas.
Francisco Rubiales
Asistí a la manifestación de Sevilla, que fue mucho más nutrida y vigorosa de lo esperado porque, aunque apenas se hizo difusión previa de la cita. Había más de 5.000 personas, según la guardia urbana. La manifestación se concentró en la Puerta de Jerez y avanzó por la Avenida de la Constitución, saturada de gente, hasta la Plaza Nueva, donde tuvo lugar el acto de clausura.
Se gritaron vivas a España, al Rey y a la unidad y se increpó a Sánchez, a Puigdemont y a los periodistas, vergonzosamente ausentes y silenciando el acontecimiento, siguiendo así las consignas dictatoriales de un sanchismo inmoral y antidemocrático que también viola la verdad y el derecho ciudadano a ser verazmente informado.
Horas después de las manifestaciones quedó claro que la Moncloa había lanzado la orden de ignorar las manifestaciones, que tuvieron poco eco en los medios de comunicación comprados por el dictador Sánchez y sus sucios aliados.
Los gritos de "Viva España", "Viva el Rey" y "Puigdemont a prisión" fueron los más coreados, pero hubo otros, como un contundente "Sánchez, Hijo de puta".
Fue curioso que cuando se gritaba "Viva el Rey" muchos de los presentes no respondían y guardaban silencio. Pregunté a uno de los que callaban y me dijo. "No le doy vivas a los que traicionan a España".
Una vez más, la actitud del PP fue confusa y decepcionante, anteponiendo sus intereses partidistas al interés general de España. La protesta ha contado con el apoyo de VOX, pero no del PP.
Se percibía en la calle la indignación de los ciudadanos ante la delincuencia instalada en el poder y protegida por el gobierno, que incluye a inmigrantes ilegales que delinquen, okupas, ladrones, corruptos y golpistas llenos de odio a España.
El sanchismo, dispuesto a conceder una amnistía, un referendo de independencia y grandes sumas de dinero y otros privilegios, todo para satisfacer las ansias de poder de un tipejo llamado Sánchez, sin méritos ni decencia suficientes para gobernar España, demostró ayer su inmensa debilidad cuando el pueblo sale a las calles y los políticos se vuelven ratas.
Era visible el vigor de una sociedad civil, que tarda en movilizarse, pero que cuando lo hace se muestra imponente y con gran fortaleza.
Los comentarios entre gritos y gritos versaban sobre la actitud decepcionante del Rey, al negarse a frenar los desmanes de Pedro Sánchez, la ausencia y la traición de los periodistas, en su mayoría comprados por el gobierno y perpetrando un atentado permanente contra el derecho a la información y a la verdad, y también sobre la pasividad de los jueces y de los militares, a los que muchos acusaban de haberse dejado infiltrar por los sanchistas.
Como suele ocurrir con las manifestaciones de la derecha sociológica y los demócratas, todo transcurrió con orden, de manera pacífica y educada, sin rotura de mobiliario urbano ni brotes de violencia, como ocurre con frecuencia en las concentraciones de las izquierdas.
Francisco Rubiales