La falta de generosidad de un dirigente como Zapatero y el egoísmo enfermo de un partido como el PSOE han llevado a España hasta el borde del abismo. Sin la confianza de los mercados y con la prima de riesgo en 370 puntos, una clara situación de no retorno, los socialistas españoles siguen obsesionados por sus remiendos internos y en la búsqueda de la mejor manera de mantenerse en el poder, cuando la única emergencia es España, un país que, mientras Zapateo y el socialismo estén gobernando, carece de viabilidad.
La negativa del PSOE a convocar elecciones anticipadas está conduciendo a ese partido hacia una derrota memorable y a España hacia su quiebra económica. El egoísmo de Zapatero parece no tener límites, al igual que la ceguera de un PSOE que está demostrando que no es un partido válido para la sociedad española porque no es capaz de anteponer el bien común y el interés general a sus mezquinos intereses.
España, ante el abismo que se despliega a sus pies, sólo puede recurrir a la voz del pueblo, que debe pronunciarse en las urnas para dotarse del poder que quiera en las presentes circunstancias, que ya nada tienen que ver con las del año 2008, cuando Zapatero fue reelegido. Entonces, la victoria socialista se basó en planteamientos de prosperidad y en promesas que no se han cumplido. La crisis, que el gobierno se negaba a admitir, no sólo existe sino que está sembrando España de desempleados, pobres y gente asustada ante el presente y el futuro. Aquel Zapatero que prometía controlar la situación y mantener los logros sociales, ha tenido que abandonar su carrera política, rechazado por los ciudadanos, después de que hubieran quedado al descubierto sus mentiras y engaños.
El poder actual en España es legal, pero ilegítimo porque los ciudadanos, ante la emergencia, tienen derecho a que las urnas se abran de nuevo, un derecho que los socialistas, aterrorizados ante la derrota que se les avecina, le están negando.
El gran problema del presente no es que el socialismo se hunda y obtenga menos de 100 diputados en las próximas elecciones generales, una posibilidad cada día más real, sino que España se hunda y que ni siquiera pueda mantener su normalidad institucional.
La culpa de todo es del mal gobierno, de sus errores reiterados, de su obsesión por mantenerse en el poder a pesar de que ha perdido la confianza de los ciudadanos, de los inversores, de los emprendedores, de los mercados, de las grandes instituciones mundiales y de toda la gente decente del mundo, que contempla a Zapatero como la antítesis de un dirigente democrático.
España ha sido conducida por los socialistas hasta el matadero, hacia una situación donde la economía no funciona, la gente sufre, la esperanza no existe, las fuerzas disgregadoras se han disparado, el independentismo esta cada día más fuerte y el prestigio de España ante el mundo está por los suelos. Pero lo más grave es que, ante esa situación, las prioridades de ese socialismo desgraciado que nos conduce al cadalso son su liderazgo interno, su falta de ideas como partido, la pérdida del poder y otras mamarrachadas indignas de un partido político que está obligado a servir a España.
La sociedad civil española, cobarde y asustada, padece parálisis y miedo extremo ante una situación de quiebra inminente y desorden amenazante que desconoce y que nunca esperaba. Los españoles, que hace apenas media década eran ricos y vivían en una sociedad próspera que crecía más que cualquier otra de Europa y la mayoría de las del mundo desarrollado,, están hoy viviendo en un país inviable y mal gestionado por una pandilla de políticos de tercera división, sin ideas, sin imaginación y sin capacidad de ganarse la confianza y el respeto de su pueblo que, para colmo de males, ni siquiera tiene la decencia de reconocer su fracaso y dejar el timón a otro equipo elegido por el pueblo soberano.
La negativa del PSOE a convocar elecciones anticipadas está conduciendo a ese partido hacia una derrota memorable y a España hacia su quiebra económica. El egoísmo de Zapatero parece no tener límites, al igual que la ceguera de un PSOE que está demostrando que no es un partido válido para la sociedad española porque no es capaz de anteponer el bien común y el interés general a sus mezquinos intereses.
España, ante el abismo que se despliega a sus pies, sólo puede recurrir a la voz del pueblo, que debe pronunciarse en las urnas para dotarse del poder que quiera en las presentes circunstancias, que ya nada tienen que ver con las del año 2008, cuando Zapatero fue reelegido. Entonces, la victoria socialista se basó en planteamientos de prosperidad y en promesas que no se han cumplido. La crisis, que el gobierno se negaba a admitir, no sólo existe sino que está sembrando España de desempleados, pobres y gente asustada ante el presente y el futuro. Aquel Zapatero que prometía controlar la situación y mantener los logros sociales, ha tenido que abandonar su carrera política, rechazado por los ciudadanos, después de que hubieran quedado al descubierto sus mentiras y engaños.
El poder actual en España es legal, pero ilegítimo porque los ciudadanos, ante la emergencia, tienen derecho a que las urnas se abran de nuevo, un derecho que los socialistas, aterrorizados ante la derrota que se les avecina, le están negando.
El gran problema del presente no es que el socialismo se hunda y obtenga menos de 100 diputados en las próximas elecciones generales, una posibilidad cada día más real, sino que España se hunda y que ni siquiera pueda mantener su normalidad institucional.
La culpa de todo es del mal gobierno, de sus errores reiterados, de su obsesión por mantenerse en el poder a pesar de que ha perdido la confianza de los ciudadanos, de los inversores, de los emprendedores, de los mercados, de las grandes instituciones mundiales y de toda la gente decente del mundo, que contempla a Zapatero como la antítesis de un dirigente democrático.
España ha sido conducida por los socialistas hasta el matadero, hacia una situación donde la economía no funciona, la gente sufre, la esperanza no existe, las fuerzas disgregadoras se han disparado, el independentismo esta cada día más fuerte y el prestigio de España ante el mundo está por los suelos. Pero lo más grave es que, ante esa situación, las prioridades de ese socialismo desgraciado que nos conduce al cadalso son su liderazgo interno, su falta de ideas como partido, la pérdida del poder y otras mamarrachadas indignas de un partido político que está obligado a servir a España.
La sociedad civil española, cobarde y asustada, padece parálisis y miedo extremo ante una situación de quiebra inminente y desorden amenazante que desconoce y que nunca esperaba. Los españoles, que hace apenas media década eran ricos y vivían en una sociedad próspera que crecía más que cualquier otra de Europa y la mayoría de las del mundo desarrollado,, están hoy viviendo en un país inviable y mal gestionado por una pandilla de políticos de tercera división, sin ideas, sin imaginación y sin capacidad de ganarse la confianza y el respeto de su pueblo que, para colmo de males, ni siquiera tiene la decencia de reconocer su fracaso y dejar el timón a otro equipo elegido por el pueblo soberano.