¿Es el INEM el paradigma del fracaso de lo público en España? La empresa tiene más de 20.000 funcionarios y un presupuesto de más de 1.000 millones de euros, pero, a pesar de que las empresas están demandando más de 100.000 trabajadores, el INEM no logra suministrarlos y apenas interviene en el 7% de las colocaciones. Cada colocación pública puede salir hasta trece veces más cara que en una empresa privada de trabajo temporal.
El INEM es un desastre, pero no es lo peor en el terreno público, donde otros sectores y actuaciones le disputan el record de ineficacia, ineficiencia y derroche.
La sanidad pública pasa por ser el escaparate del éxito de la gestión pública en España, pero se trata de un espejismo, no sólo porque las listas de espera sigan incrementándose o porque los políticos y los enchufados dispongan de una sanidad de élite, dentro de la pública. sino porque es más cara e ineficiente que la privada. La principal cualidad de la sanidad pública es que tiene dinero suficiente para invertir en equipòs altamente costosos, pero su eficiencia está por los suelos. La sanidad pública es tres veces más costosa que la privada y cinco veces más ineficiente, a juzgar por lo que cuesta una cama o una operación, por el tiempo de espera y otros muchos índices y datos.
En educación ocurre lo mismo. La escuela privada es más barata y mejor que la pública, que está perdiendo su antigua eficacia a medida que se desmoralizan y envejecen los viejos maestros, entregados y generosos con su esfuerzo, y sos sustituidos por personal menos preparado, aunque más fanático y sometido al poder político.
Las empresas públicas son un recurso que los gobiernos utilizan para burlar los controles al gasto y para incrementar su clientelismo, pero cada empresa pública constituye un fracaso, si se analizan sus números. Casi todas son innecesarias, pero crecen como la espuma. Antes sólo se creaban cuando la iniciativa privada no cubría una necesidad o un servicio, pero ahora ya existen en todos los ámbitos y ramas, respondiendo sólo al capricho de los gobiernos y de los políticos.
Cargadas de funcionarios, con presupuestos públicos en constante aumento y beneficiadas por mercados cautivos, esas empresas cuestan un riñón al contribuyente, cada año más dinero, y bajan constantemente sus ratios de competitividad y eficiencia. Después de una década de funcionamiento, cualquier empresa pública es ya una ruina sin otra salida que la privatización, pero los políticos prefieren seguir pagando sus alocados presupuestos antes que prescindir del poder que esas empresas representan en la batalla del clientelismo y del control de la sociedad.
Según los expertos, las empresas públicas en España son una plaga costosa e ineficiente que refleja hasta que punto las administraciones y gobiernos son inoperantes, manirotos y ruinosos para la ciudadanía. Esas empresas crecen no sólo en los ayuntamientos y regiones dominadas por la izquierda, sino también en los feudos nacionalistas y en algunos de la derecha. Según algunos estudios, hay más de 1.200 empresas públicas en España que mejorarían su rendimiento y costes si fueran privatizadas.
Lo público es como el Rey Midas, pero al revés. Basta que el gobierno toque un sector para que lo arruine. Ocurre con el cine, con los libros, con las empresas municipales de aguas, con los sindicatos, con las universidades, con las cajas de ahorros y con todos los sectores donde el poder político se "cuela". Jamás obtiene un relanzamiento, sino un despilfarro vinculado a una vertiginosa caida en la productividad y la eficiencia.
Pero, como en muchos otros ámbitos, el pésimo funcionamiento de lo público es un tema maldito, prohibido y políticamente incorrecto, del que jamás hablan los intelectuales y periodistas comprados y sometidos al poder.
El INEM es un desastre, pero no es lo peor en el terreno público, donde otros sectores y actuaciones le disputan el record de ineficacia, ineficiencia y derroche.
La sanidad pública pasa por ser el escaparate del éxito de la gestión pública en España, pero se trata de un espejismo, no sólo porque las listas de espera sigan incrementándose o porque los políticos y los enchufados dispongan de una sanidad de élite, dentro de la pública. sino porque es más cara e ineficiente que la privada. La principal cualidad de la sanidad pública es que tiene dinero suficiente para invertir en equipòs altamente costosos, pero su eficiencia está por los suelos. La sanidad pública es tres veces más costosa que la privada y cinco veces más ineficiente, a juzgar por lo que cuesta una cama o una operación, por el tiempo de espera y otros muchos índices y datos.
En educación ocurre lo mismo. La escuela privada es más barata y mejor que la pública, que está perdiendo su antigua eficacia a medida que se desmoralizan y envejecen los viejos maestros, entregados y generosos con su esfuerzo, y sos sustituidos por personal menos preparado, aunque más fanático y sometido al poder político.
Las empresas públicas son un recurso que los gobiernos utilizan para burlar los controles al gasto y para incrementar su clientelismo, pero cada empresa pública constituye un fracaso, si se analizan sus números. Casi todas son innecesarias, pero crecen como la espuma. Antes sólo se creaban cuando la iniciativa privada no cubría una necesidad o un servicio, pero ahora ya existen en todos los ámbitos y ramas, respondiendo sólo al capricho de los gobiernos y de los políticos.
Cargadas de funcionarios, con presupuestos públicos en constante aumento y beneficiadas por mercados cautivos, esas empresas cuestan un riñón al contribuyente, cada año más dinero, y bajan constantemente sus ratios de competitividad y eficiencia. Después de una década de funcionamiento, cualquier empresa pública es ya una ruina sin otra salida que la privatización, pero los políticos prefieren seguir pagando sus alocados presupuestos antes que prescindir del poder que esas empresas representan en la batalla del clientelismo y del control de la sociedad.
Según los expertos, las empresas públicas en España son una plaga costosa e ineficiente que refleja hasta que punto las administraciones y gobiernos son inoperantes, manirotos y ruinosos para la ciudadanía. Esas empresas crecen no sólo en los ayuntamientos y regiones dominadas por la izquierda, sino también en los feudos nacionalistas y en algunos de la derecha. Según algunos estudios, hay más de 1.200 empresas públicas en España que mejorarían su rendimiento y costes si fueran privatizadas.
Lo público es como el Rey Midas, pero al revés. Basta que el gobierno toque un sector para que lo arruine. Ocurre con el cine, con los libros, con las empresas municipales de aguas, con los sindicatos, con las universidades, con las cajas de ahorros y con todos los sectores donde el poder político se "cuela". Jamás obtiene un relanzamiento, sino un despilfarro vinculado a una vertiginosa caida en la productividad y la eficiencia.
Pero, como en muchos otros ámbitos, el pésimo funcionamiento de lo público es un tema maldito, prohibido y políticamente incorrecto, del que jamás hablan los intelectuales y periodistas comprados y sometidos al poder.
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