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En España, infectada de leninismo, la soberanía ya no reside en el pueblo sino en los partidos políticos



Los ingenuos creen que el comunismo murió tras su derrota en la antigua Unión Soviética, pero la verdad es que hoy goza de una salud de hierro y ha extendido su influencia a la practica totalidad de los países del mundo. La elección de Donald Trump en Estados Unidos es el primer gran paso dado en la política mundial para eliminar la influencia comunista en el mundo, desde que terminó la II Guerra Mundial.

Los gobiernos democráticos están impregnados de leninismo autoritario e intervencionista y las derechas, que deberían ser liberales, son socialdemócratas, lo que también representa una seria contaminación leninista en la forma de gobernar. Los políticos de todo el mundo quedaron tan fascinados ante la fuerza del poder rojo soviético que lo imitan y lo copian cada día.
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La influencia del comunismo en el mundo actual es doble. Por una parte están los comunismos camuflados de democracia y populismo, como el chavismo, una receta ideada en Cuba que fue diseñada para apoderarse del poder a través de las urnas y una vez alcanzado, blindarlo para que los enemigos nunca ganen y el poder comunista se perpetúe. Es el que está vigente y pretende enquistarse en Venezuela, Nicaragua, Bolivia, Ecuador, entre otros países, y es también el que inspira a Podemos en España. La segunda vía de influencia es indirecta y es la más exitosa porque ha conseguido infectar a las democracias, degradarlas y desvirtuarlas, impregnando de leninismo totalitario a muchos estados y partidos políticos.

La influencia leninista está detrás de la corrupción y del abuso de poder que infecta a muchos gobiernos aparentemente democráticos, incluyendo al saliente de Estados Unidos, presidido por Obama, generando una oleada de rechazo popular a las democracias que, si nadie lo remedia, abrirá las puertas del poder al totalitarismo rojo. Donald Trump representa la resistencia a esa influencia leninista, mientras Hillary es la esencia de la corrupción de la democracia, una forma de gobierno que se ha hecho autoritaria, que renuncia al liberalismo y que prescinde del pueblo, que, por definición, es el soberano del sistema.

En España, los dos grandes partidos, PP y PSOE, son furiosamente leninistas y compiten en intervencionismo, cobro de impuestos, marginación de los ciudadanos, engaños, mentiras y corrupción, todo derivado de una concepción del poder que, en esencia, margina a los ciudadanos y blinda a las élites frente a las leyes, convirtiéndolas en intocables y privilegiadas, como era la nomenklatura comunista en la URSS y lo es hoy en Cuba y China.

Pero el rasgo principal de los gobiernos influidos por el comunismo en todo el mundo es el que ha denunciado Trump al tomar posesión: sus políticas benefician a ellos mismos y a sus aliados del establishment, pero nunca al pueblo.

La democracia es hija del liberalismo y no puede evolucionar hacia el autoritarismo y la marginación del pueblo porque pierde su esencia y se torna dictadura de partidos y élites. Las democracias exigen un Estado poco intervencionista, protagonismo de la sociedad civil, participación del ciudadano, un concepto "amateur" de la política, un poder muy controlado, separación de poderes, igualdad ante la ley, pocos impuestos, estímulo a la iniciativa privada y castigos ejemplares para los que se corrompen y prostituyen el sistema, justo lo contrario de lo que ocurre en las actuales democracias prostituidas, como la española, que es de las mas dañadas del planeta.

Lo más grave de la corrupción no es la lista de saqueos, por extensa que sea, sino la infección general y el sometimiento del sistema, privado de sus defensas naturales, al saqueo y la podredumbre, vicios que se perpetran con colaboración de jueces, fiscales, policías y periodistas, dinamitando las defensas del sistema y ocultando las corrupciones y atentados contra la democracia, que queda reducida a un sistema de elecciones cada cuatro o cinco años.

Sin las defensas naturales de la democracia, el sistema se pudre y usa la autonomía siniestra de dichos jueces, fiscales, periodistas y policías para construir sus propias tramas delictivas de extorsión y saqueo. Esa es la verdadera dimensión de la corrupción, a la que hemos evolucionado influidos por el leninismo.

Como ocurrió en la URSS, el Estado se hace mafia y la soberanía nacional deja de residir en el pueblo para pasar a los partidos políticos del sistema.

Lenin, como el Cid Campeador, es un ganador de batallas después de muerto. El comunismo ha infectado al mundo de la mano de los políticos, ha liquidado las democracias y ha convertido a los ciudadanos, al igual que hizo en la URSS, en víctimas esclavas del poder elitista.

Francisco Rubiales


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Jueves, 9 de Febrero 2017
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