La sociedad española está harta de ser saqueada, expoliada y hundida por la clase política, que la engaña y gobierna mal. La parte mas consciente, informada y decente de la ciudadanía española ha roto con los políticos, les pide que se marchen y ha decidido no acudir a votar mas en esta falsa democracia. Pero los políticos están apalancados en el poder y se sienten bien defendidos por policías, jueces y periodistas sometidos. Nada les hace cambiar y continua el hundimiento de la nación, a través del endeudamiento, el despilfarro, la corrupción, la mentira, la injusticia y el abuso de poder arbitrario.
¿Que hacer para que se marchen los corruptos y predadores y sean sustituidos por políticos decentes, servidores del bien común, de la verdad y de los ciudadanos?
No se irán porque se lo pidamos, ni porque dejemos de votar, ni porque sembremos el mapa de España de manifestaciones de protesta. Solo se irán si les cortamos el suministro de dinero, si les tocamos allí donde mas les duele y demostramos con los hechos que les consideramos repugnantes y dañinos para España.
No piden perdón, ni dimiten, ni hacen propósito de enmienda, ni reforman las leyes injustas, ni se retiran de la sociedad civil, que han ocupado sin legitimidad, ni devuelven lo robado, ni acaban con la corrupción, ni combaten la pobreza, ni limitan el poder desmedido de los partidos, ni eliminan las subvenciones a partidos y sindicatos, ni hacen nada de lo que les demanda el ciudadano. La casta política ha abrazado el descaro y la arrogancia y se ha atrincherado en el Estado, pervirtiendo la democracia desde dentro y gobernando desde la ignominia. La gente está indignada y muchos están al borde de la rebelión, pero ellos no reaccionan, pasan de nosotros y siguen con el endeudamiento y el despilfarro, hipotecando el futuro, amargando el presente y patrocinando la mentira, la desvergüenza y el abuso de poder.
Ya que no les valen los avisos y que son insensibles a la amenaza de rebelión cívica, debemos empezar a combatirles donde más les duele: limitándoles el acceso al dinero.
¿Que tal, si para empezar dejamos de jugar a todas las loterías y apuestas del estado (dejemos en paz a la Once) de cuyos premios el Estado se apropia de una buena parte?
¿Que tal si nos proponemos sumergir nuestra actividad económica para no pagar impuestos?
¿Que tal si dejamos de consumir y nos planteamos nuestros gastos como una forma de lucha?
¿Que tal si dejamos de comprar los periódicos sometidos al poder, difusores de mentiras y engaños?
¿Que tal si dejamos de mirar las costosas televisiones públicas, las que utilizan para adoctrinar, desinformar y distraer?
¿Por qué no sacamos nuestros fondos de los bancos y los escondemos en los colchones?
Personalmente, llevo años sin pagar multas de tráfico porque prefiero cumplir las normas antes que alimentar a los bichos con mi dinero.
Muchas de las propuestas son poco racionales y difíciles de realizar, pero ya va siendo hora de que la lucha se amplíe y penetre en el terreno económico, un terreno donde el gobierno y la casta política son mas frágiles y sensibles. Utilicemos todos los trucos legales posibles para pagar menos impuestos y hacerles sentir que no soportamos sus abusos y arbitrariedades.
Pongamos a trabajar la imaginación y admitamos que cortarles el acceso al dinero es la mejor forma de obligar a los políticos a que sean decentes y a que se marchen y dejen de asesinar la nación.
¿Que hacer para que se marchen los corruptos y predadores y sean sustituidos por políticos decentes, servidores del bien común, de la verdad y de los ciudadanos?
No se irán porque se lo pidamos, ni porque dejemos de votar, ni porque sembremos el mapa de España de manifestaciones de protesta. Solo se irán si les cortamos el suministro de dinero, si les tocamos allí donde mas les duele y demostramos con los hechos que les consideramos repugnantes y dañinos para España.
No piden perdón, ni dimiten, ni hacen propósito de enmienda, ni reforman las leyes injustas, ni se retiran de la sociedad civil, que han ocupado sin legitimidad, ni devuelven lo robado, ni acaban con la corrupción, ni combaten la pobreza, ni limitan el poder desmedido de los partidos, ni eliminan las subvenciones a partidos y sindicatos, ni hacen nada de lo que les demanda el ciudadano. La casta política ha abrazado el descaro y la arrogancia y se ha atrincherado en el Estado, pervirtiendo la democracia desde dentro y gobernando desde la ignominia. La gente está indignada y muchos están al borde de la rebelión, pero ellos no reaccionan, pasan de nosotros y siguen con el endeudamiento y el despilfarro, hipotecando el futuro, amargando el presente y patrocinando la mentira, la desvergüenza y el abuso de poder.
Ya que no les valen los avisos y que son insensibles a la amenaza de rebelión cívica, debemos empezar a combatirles donde más les duele: limitándoles el acceso al dinero.
¿Que tal, si para empezar dejamos de jugar a todas las loterías y apuestas del estado (dejemos en paz a la Once) de cuyos premios el Estado se apropia de una buena parte?
¿Que tal si nos proponemos sumergir nuestra actividad económica para no pagar impuestos?
¿Que tal si dejamos de consumir y nos planteamos nuestros gastos como una forma de lucha?
¿Que tal si dejamos de comprar los periódicos sometidos al poder, difusores de mentiras y engaños?
¿Que tal si dejamos de mirar las costosas televisiones públicas, las que utilizan para adoctrinar, desinformar y distraer?
¿Por qué no sacamos nuestros fondos de los bancos y los escondemos en los colchones?
Personalmente, llevo años sin pagar multas de tráfico porque prefiero cumplir las normas antes que alimentar a los bichos con mi dinero.
Muchas de las propuestas son poco racionales y difíciles de realizar, pero ya va siendo hora de que la lucha se amplíe y penetre en el terreno económico, un terreno donde el gobierno y la casta política son mas frágiles y sensibles. Utilicemos todos los trucos legales posibles para pagar menos impuestos y hacerles sentir que no soportamos sus abusos y arbitrariedades.
Pongamos a trabajar la imaginación y admitamos que cortarles el acceso al dinero es la mejor forma de obligar a los políticos a que sean decentes y a que se marchen y dejen de asesinar la nación.