El número de los ciudadanos que opinan que oponerse a Zapatero no es una opción sino un deber democrático aumenta cada día. La crisis de liderazgo en la política española es tan grave que los demócratas se sienten obligados no a elegir entre derecha o izquierda, sino a defender o no la democracia como sistema político.
Cada día crece la sospecha de que ZP más que amar la democracia la soporta y que su gran sueño sería convertir al PSOE en lo que hoy es el PSOE de Andalucía: un partido invencible, que ha eliminado la alternancia y que es capaz de ganar elección tras elección a una oposición que, de tanto acumular derrotas, está debilitada, acomplejada y desmoralizada.
Ese sueño de ZP, legal aunque dañino para la democracia, es el que explica la extraña orientación de su política, desde su obsesión por aislar y debilitar al PP y sus pactos "contra natura" con los nacionalismos más radicales e insolidarios de España hasta su obtusa negociación con el sangriento terrorismo de ETA y sus cambios de política y generosas dádivas preelectorales, a cargo del erario público. Cuando acusa, cuando no informa, cuando contraprograma y cuando tergiversa la verdad o engaña, su objetivo siempre es impedir que el PP pueda gobernar, incluso si ganara las elecciones, salvo que obtuviera una casi imposible mayoría absoluta.
La estrategia que inspira todas sus maniobras es ampliar la base del poder socialista por la vía clientelar y sellando alianzas, hasta hacerlo invencible, de manera que ganar las elecciones sea más una consecuencia natural del poder y de los pactos que el resultado de la frágil y voluble voluntad de un pueblo ante las urnas.
Esta diabólica alteración de las reglas básicas de la democracia es la única tesis que explica por qué Zapatero ha dado el terrible paso de dinamitar el consenso en torno a la moderación que se produjo en la Transición, abriendo la jaula de los demonios españoles, que estaba bien cerrada por la democracia, otorgando protagonismo a los extremistas y doblando la rodilla ante los nacionalismos más voraces y asesinos, como el de la misma ETA.
Un amigo socialista andaluz incrustado en el aparato del PSOE en Madrid me dijo hace tiempo que Zapatero siempre se ha sentido subyugado ante el modelo del PSOE de Andalucía y que muchas veces le había pedido a Manolo Chaves que le explicara las claves de su éxito y su opinión sobre la mejor manera de trasladar el modelo andaluz, donde el PSOE, desde hace casi tres décadas, gana elección tras elección frente a una oposición fragmentada y siempre débil y desmoralizada.
Zapatero ha puesto el país patas arriba, pero no lo ha hecho por capricho, sino porque espera obtener de su estrategia réditos de poder, que son los únicos que le interesan. Su estrategia pasa por debilitar y neutralizar a la oposición, convirtiendo al PSOE en el ganador seguro de cualquier proceso electoral del país, una forma aparentemente democrática y no violenta de crear un partido único. Seria una especie de reedición del PRI mexicano, pero mas perfeccionado.
El cambio drástico de la política exterior de España y la sustitución de las antiguas alianzas con países demócratas por las nuevas amistades con dirigentes autoritarios y nada democráticos, como los que controlan Cuba, Venezuela, Bolivia, China, Vietnam, Irán y Siria, entre otros, es una consecuencia evidente de la estrategia de ZP de alcanzar el dominio absoluto e ir deslizando, legalmente y sin violencia, la actual democracia española hacia un sistema de partido hegemónico.
Rechazar el proyecto de "hegemonía" de Zapatero no implica tener que votar al Partido Popular, entre otras razones porque ese partido parece sentirse a gusto en la actual democracia degradada y no se atreve a plantear un ambicioso proyecto de regeneración en su programa electoral. El deber de cualquier demócrata español, con independencia de que sus preferencias sean de derecha o de izquierda, es apostar por la regeneración de la democracia, oponerse a quien trabaja por la instauración en España de un sistema de dominio político unicolor y sin alternancia, incompatible con la verdadera democracia, votar en blanco como forma de rechazar la ignominiosa política vigente o apoyar a partidos como UPyD y Ciudadanos, que asumen en sus programas que la regeneración del podrido sistema político español es vital y urgente.
Cada día crece la sospecha de que ZP más que amar la democracia la soporta y que su gran sueño sería convertir al PSOE en lo que hoy es el PSOE de Andalucía: un partido invencible, que ha eliminado la alternancia y que es capaz de ganar elección tras elección a una oposición que, de tanto acumular derrotas, está debilitada, acomplejada y desmoralizada.
Ese sueño de ZP, legal aunque dañino para la democracia, es el que explica la extraña orientación de su política, desde su obsesión por aislar y debilitar al PP y sus pactos "contra natura" con los nacionalismos más radicales e insolidarios de España hasta su obtusa negociación con el sangriento terrorismo de ETA y sus cambios de política y generosas dádivas preelectorales, a cargo del erario público. Cuando acusa, cuando no informa, cuando contraprograma y cuando tergiversa la verdad o engaña, su objetivo siempre es impedir que el PP pueda gobernar, incluso si ganara las elecciones, salvo que obtuviera una casi imposible mayoría absoluta.
La estrategia que inspira todas sus maniobras es ampliar la base del poder socialista por la vía clientelar y sellando alianzas, hasta hacerlo invencible, de manera que ganar las elecciones sea más una consecuencia natural del poder y de los pactos que el resultado de la frágil y voluble voluntad de un pueblo ante las urnas.
Esta diabólica alteración de las reglas básicas de la democracia es la única tesis que explica por qué Zapatero ha dado el terrible paso de dinamitar el consenso en torno a la moderación que se produjo en la Transición, abriendo la jaula de los demonios españoles, que estaba bien cerrada por la democracia, otorgando protagonismo a los extremistas y doblando la rodilla ante los nacionalismos más voraces y asesinos, como el de la misma ETA.
Un amigo socialista andaluz incrustado en el aparato del PSOE en Madrid me dijo hace tiempo que Zapatero siempre se ha sentido subyugado ante el modelo del PSOE de Andalucía y que muchas veces le había pedido a Manolo Chaves que le explicara las claves de su éxito y su opinión sobre la mejor manera de trasladar el modelo andaluz, donde el PSOE, desde hace casi tres décadas, gana elección tras elección frente a una oposición fragmentada y siempre débil y desmoralizada.
Zapatero ha puesto el país patas arriba, pero no lo ha hecho por capricho, sino porque espera obtener de su estrategia réditos de poder, que son los únicos que le interesan. Su estrategia pasa por debilitar y neutralizar a la oposición, convirtiendo al PSOE en el ganador seguro de cualquier proceso electoral del país, una forma aparentemente democrática y no violenta de crear un partido único. Seria una especie de reedición del PRI mexicano, pero mas perfeccionado.
El cambio drástico de la política exterior de España y la sustitución de las antiguas alianzas con países demócratas por las nuevas amistades con dirigentes autoritarios y nada democráticos, como los que controlan Cuba, Venezuela, Bolivia, China, Vietnam, Irán y Siria, entre otros, es una consecuencia evidente de la estrategia de ZP de alcanzar el dominio absoluto e ir deslizando, legalmente y sin violencia, la actual democracia española hacia un sistema de partido hegemónico.
Rechazar el proyecto de "hegemonía" de Zapatero no implica tener que votar al Partido Popular, entre otras razones porque ese partido parece sentirse a gusto en la actual democracia degradada y no se atreve a plantear un ambicioso proyecto de regeneración en su programa electoral. El deber de cualquier demócrata español, con independencia de que sus preferencias sean de derecha o de izquierda, es apostar por la regeneración de la democracia, oponerse a quien trabaja por la instauración en España de un sistema de dominio político unicolor y sin alternancia, incompatible con la verdadera democracia, votar en blanco como forma de rechazar la ignominiosa política vigente o apoyar a partidos como UPyD y Ciudadanos, que asumen en sus programas que la regeneración del podrido sistema político español es vital y urgente.
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