La crisis nos está permitiendo descubrir verdades que antes permanecían ocultas y dramas y abusos que estaban cuidadosamente escondidos por los poderosos. La mayoría de la gente se niega a admitir cosas tan importantes como que el verdadero problema de España no es la economía sino la política y que en España nunca hemos tenido una verdadera democracia. Ciertamente, es duro aceptar que hemos sido engañados y que hemos desperdiciado toda una vida creyendo en un sistema que era una estafa. Sin embargo, la verdad es esa. El problema está en nuestro sistema representativo. Una representación política blindada y abusiva, en la que los ciudadanos no puedan controlar ni remover a sus representantes, no es democrática sino tiránica. La verdad es tan cruda que cualquier diputado español no tiene ni siquiera legitimidad suficiente para tomar decisiones. Allí donde reinan los sistemas representativos, el poder sigue siendo una zona oculta, un espacio en el que cristaliza un sistema de castas, financieras, empresariales, técnicas y, sobre todo, políticas. La democracia es luz y transparencia, pero la mal llamada "democracia" española es todo oscuridad, un espacio opaco donde el abuso y la corrupción pasan inadvertidos. La Historia lo ha demostrado miles de veces ¿Cuántas más necesitamos para aprender?
Hay muchas verdades que ahora salen a flote, causando estupor y dolor. La gente empieza a descubrir ahora que los políticos son la escoria del país y que han trucado concursos, regalado subvenciones, colocado en cargos públicos a sus familiares y amigos, falsificado oposiciones, alterado las cuentas y mentido a la ciudadanía de manera reiterada. Decenas de miles han robado y tienen patrimonios que no pueden justificar. Las "sorpresas", cada día más desagradables, apenas han comenzado.
Otra equivocación mayúscula es haber otorgado a los partidos políticos el monopolio de la democracia y el control absoluto del Estado. Los partidos políticos, por su diseño y funcionamiento, son entidades con claras tendencias mafiosas, que anteponen una y otra vez sus intereses al bien común y al interés general, que protegen a sus miembros, incluso si son delincuentes, que son capaces de cualquier cosa con tal de controlar el poder y sus privilegios. Sus militantes y dirigentes, más que servidores públicos y activistas generosos de la comunidad, son depredadores ambiciosos que pretenden solucionar su vida rodeado de muchos privilegios y escasos esfuerzos. Si existiera una Justicia decente y eficaz en España, los dos grandes partidos, con miles de militantes sospechosos o implicados en casos de corrupción, habrían sido ilegalizados por haber acumulado “méritos” suficientes para ser considerados asociaciones de malhechores.
Todas estas verdades están saliendo a la luz y la sociedad española debería aprovechar esta dolorosa crisis para aprender. Hay mil dramas y escándalos que afloran causando sorpresa e indignación. Uno de ellos son los 500 desahucios diarios que dejan a familias, ya desempleadas y pobres, en la desesperación y a veces en al borde del suicidio. Otro de ellos es el que cualquier miserable o canalla sin preparación ni garantías éticas pueda llegar hasta la cúspide del poder y convertirse en secretario general de un partido e, incluso, en presidente del gobierno, sin haber tenido que someterse a inspección, control o examen alguno. Para llegar a esos niveles, habría que demostrar ante tribunales independientes que se posee solvencia moral, preparación profesional y algunos valores elementales. Pero a los políticos, que han abusado del poder para crearse paraísos propios, indignos de democracias de hombres y mujeres libres, no se les exige nada, ni siquiera que sepan idiomas, o que hayan terminado sus carreras. Y muchos de ellos, verdaderos babosos sin decencia, hasta falsifican el curriculum para exhibir estudios y títulos falsos.
El ciudadano español tiene el deber ineludible de aprender y de tomar medidas para que la cloaca del poder quede limpia y el país llegue a tener un sistema político eficiente, justo y decente, todo un desafío, a juzgar por el lamentable y sucio panorama actual de la política española.
Hay muchas verdades que ahora salen a flote, causando estupor y dolor. La gente empieza a descubrir ahora que los políticos son la escoria del país y que han trucado concursos, regalado subvenciones, colocado en cargos públicos a sus familiares y amigos, falsificado oposiciones, alterado las cuentas y mentido a la ciudadanía de manera reiterada. Decenas de miles han robado y tienen patrimonios que no pueden justificar. Las "sorpresas", cada día más desagradables, apenas han comenzado.
Otra equivocación mayúscula es haber otorgado a los partidos políticos el monopolio de la democracia y el control absoluto del Estado. Los partidos políticos, por su diseño y funcionamiento, son entidades con claras tendencias mafiosas, que anteponen una y otra vez sus intereses al bien común y al interés general, que protegen a sus miembros, incluso si son delincuentes, que son capaces de cualquier cosa con tal de controlar el poder y sus privilegios. Sus militantes y dirigentes, más que servidores públicos y activistas generosos de la comunidad, son depredadores ambiciosos que pretenden solucionar su vida rodeado de muchos privilegios y escasos esfuerzos. Si existiera una Justicia decente y eficaz en España, los dos grandes partidos, con miles de militantes sospechosos o implicados en casos de corrupción, habrían sido ilegalizados por haber acumulado “méritos” suficientes para ser considerados asociaciones de malhechores.
Todas estas verdades están saliendo a la luz y la sociedad española debería aprovechar esta dolorosa crisis para aprender. Hay mil dramas y escándalos que afloran causando sorpresa e indignación. Uno de ellos son los 500 desahucios diarios que dejan a familias, ya desempleadas y pobres, en la desesperación y a veces en al borde del suicidio. Otro de ellos es el que cualquier miserable o canalla sin preparación ni garantías éticas pueda llegar hasta la cúspide del poder y convertirse en secretario general de un partido e, incluso, en presidente del gobierno, sin haber tenido que someterse a inspección, control o examen alguno. Para llegar a esos niveles, habría que demostrar ante tribunales independientes que se posee solvencia moral, preparación profesional y algunos valores elementales. Pero a los políticos, que han abusado del poder para crearse paraísos propios, indignos de democracias de hombres y mujeres libres, no se les exige nada, ni siquiera que sepan idiomas, o que hayan terminado sus carreras. Y muchos de ellos, verdaderos babosos sin decencia, hasta falsifican el curriculum para exhibir estudios y títulos falsos.
El ciudadano español tiene el deber ineludible de aprender y de tomar medidas para que la cloaca del poder quede limpia y el país llegue a tener un sistema político eficiente, justo y decente, todo un desafío, a juzgar por el lamentable y sucio panorama actual de la política española.