Es lamentable reconocerlo, pero el verdadero "Estado de la Nación" española no fue el que se escenificó, los días 12 y 13 de mayo, en las Cortes, donde la realidad fue cuidadosa y antidemocráticamente ocultada al ciudadano por la casta política, sino el que se vio en la final de la Copa del Rey de fútbol, celebrada en Valencia, cuando gran parte de las aficiones del Atlético de Bilbao y del Barcelona boicotearon el himno nacional y abuchearon a los monarcas españoles, mientras la televisión oficial censuraba el espectáculo, como en los tiempos de Carrero Blanco.
En ese espectáculo, seguido en vivo y en directo por buena parte del país a través de la televisión, surgió a la luz con claridad meridiana la realidad de un país dividido, divorciado de sus dirigentes políticos, con regiones cuyo nacionalismo, cobardemente mimado por el gobierno de Zapatero, ha abrazado abiertamente el independentismo, y con una televisión pública que se atrevió a hacer lo que no se hacía en España desde los tiempos del general Franco: censurar políticamente información crucial en un espectáculo deportivo de interés general.
Quizás el dato más bochornoso de la noche de la final fue el "arrepentimiento" de la televisión oficial por haber censurado una información clave y la posterior retransmisión, en diferido, durante el descanso, del abucheo al himno y a los reyes de España, pero "manipulando" la verdad, como suele ocurrir en las tiranías, elevando el tono de la música y "tapando" el sonido y las imágenes de la estruendosa protesta de los vascos y catalanes.
La final de la Copa del Rey, con el estadio de Mestalla abarrotado, representó un duro contraste que puso en evidencia la farsa escenificada en el Congreso de los Diputados, donde la verdadera situación de España fue ocultada por los políticos, que engañaron a los ciudadanos decenas de veces, tanto en lo que discutían como en lo que ocultaban.
A pesar de los esfuerzos de los grandes partidos por disimular el drama de España y por hacer creíble la pantomima, el "Debate" aclaró algunas verdades, entre ellas que los políticos españoles y los ciudadanos viven en mundos y dimensiones diferentes; que la "casta" política sólo se representa a sí misma; que sólo se hablo, y de manera parcial, de economía, pero no de otros dramas que afligen a los españoles, como son la inseguridad ciudadana, el pésimo funcionamiento de la Justicia, la corrupción generalizada, la desconfianza, la desigualdad creciente, el hundimiento de los valores, el avance de la pobreza, la degeneración de la democracia, la desunión entre los pueblos de España, la insostenibilidad de un Estado demasiado costoso, hipertrofiado, ineficaz y corrupto y el negro horizonte que planea sobre un país al que el mal gobierno y la torpeza de la oposición han llevado hasta la frontera del fracaso y la derrota.
Algunas de las grandes "miserias" y "carencias" de la España real, como la intensidad de los sentimientos separatistas, el odio a la monarquía y a los símbolos de la nación en regiones españoles quebernadas, precisamente, por los socialista, la creciente desunión de la nación, la obsesión del poder por ocultar la verdad a la ciudadanía y hasta la capacidad de censurar de un régimen que ya no es democrático y que cada día se parece más al viejo franquismo agotado, afloraron en la noche del miércoles, en la esperada final de la Copa del Rey de fútbo, lsin que el poder político pudiera ocultarlas.
En ese espectáculo, seguido en vivo y en directo por buena parte del país a través de la televisión, surgió a la luz con claridad meridiana la realidad de un país dividido, divorciado de sus dirigentes políticos, con regiones cuyo nacionalismo, cobardemente mimado por el gobierno de Zapatero, ha abrazado abiertamente el independentismo, y con una televisión pública que se atrevió a hacer lo que no se hacía en España desde los tiempos del general Franco: censurar políticamente información crucial en un espectáculo deportivo de interés general.
Quizás el dato más bochornoso de la noche de la final fue el "arrepentimiento" de la televisión oficial por haber censurado una información clave y la posterior retransmisión, en diferido, durante el descanso, del abucheo al himno y a los reyes de España, pero "manipulando" la verdad, como suele ocurrir en las tiranías, elevando el tono de la música y "tapando" el sonido y las imágenes de la estruendosa protesta de los vascos y catalanes.
La final de la Copa del Rey, con el estadio de Mestalla abarrotado, representó un duro contraste que puso en evidencia la farsa escenificada en el Congreso de los Diputados, donde la verdadera situación de España fue ocultada por los políticos, que engañaron a los ciudadanos decenas de veces, tanto en lo que discutían como en lo que ocultaban.
A pesar de los esfuerzos de los grandes partidos por disimular el drama de España y por hacer creíble la pantomima, el "Debate" aclaró algunas verdades, entre ellas que los políticos españoles y los ciudadanos viven en mundos y dimensiones diferentes; que la "casta" política sólo se representa a sí misma; que sólo se hablo, y de manera parcial, de economía, pero no de otros dramas que afligen a los españoles, como son la inseguridad ciudadana, el pésimo funcionamiento de la Justicia, la corrupción generalizada, la desconfianza, la desigualdad creciente, el hundimiento de los valores, el avance de la pobreza, la degeneración de la democracia, la desunión entre los pueblos de España, la insostenibilidad de un Estado demasiado costoso, hipertrofiado, ineficaz y corrupto y el negro horizonte que planea sobre un país al que el mal gobierno y la torpeza de la oposición han llevado hasta la frontera del fracaso y la derrota.
Algunas de las grandes "miserias" y "carencias" de la España real, como la intensidad de los sentimientos separatistas, el odio a la monarquía y a los símbolos de la nación en regiones españoles quebernadas, precisamente, por los socialista, la creciente desunión de la nación, la obsesión del poder por ocultar la verdad a la ciudadanía y hasta la capacidad de censurar de un régimen que ya no es democrático y que cada día se parece más al viejo franquismo agotado, afloraron en la noche del miércoles, en la esperada final de la Copa del Rey de fútbo, lsin que el poder político pudiera ocultarlas.