La impunidad con la que Sánchez golpea y aplasta la democracia nos lleva a cuestionarnos la validez de nuestro sistema, carente de garantías e incapaz de frenar a un malvado que se haya apoderado del Estado. Ni el Rey, ni las Cortes, ni la Justicia, ni las FF.AA. funcionan.
Señalemos a Pedro Sánchez como lo que es, un modelo de político corrompido. Su obsesión por mantenerse en el poder le conduce a destrozar el Estado y a entregar una España desarbolada a cambio de votos.
La mayoría de los españoles piensa que Sánchez es un ser despreciable, inmoral, desenfrenado, astuto, capaz de mentir y engañar sin sentir remordimiento y de pactar barbaridades, insensateces e injusticias con los partidos más sucios y miserables.
Llevamos años padeciendo el sanchismo y gritando “SOCORRO”, pero nadie viene a socorrernos porque nuestras instituciones defensivas están podridas y no funcionan.
La más reciente barbaridad del sanchismo ha sido pactar que las empresas que huyeron de Cataluña y no regresen sean castigadas, un evidente abuso de poder, contrario a la Constitución, a la libertad empresarial y a las leyes europeas que un político fuera de control, como Pedro Sánchez, puede imponer a un pueblo previamente castrado.
Las más recientes concesiones de Sánchez a cambio de los votos que necesita para seguir gobernando son actuaciones de pura mafia y auténticos atentados contra la Constitución.
Es lógico que si el pueblo es impotente para frenar a quien abusa del poder y destruye su nación, el sistema, también mafioso, debe ser cambiado.
La democracia fue creada para supervisar y limitar el poder de los gobernantes, pudiendo, incluso, destituirlos. La impunidad que observamos en el sanchismo es bastarda y debe acabar, como también la tolerancia frente a la corrupción y el acceso al poder de canallas y corruptos.
O España instaura una democracia que sepa filtrar a los corruptos y sinvergüenzas, o el país va a perecer, destrozado por sus políticos.
La sensación de impotencia que domina el panorama español es demencial e intolerable. Un sistema que permite que un miserable gobierne en contra de la voluntad popular y de las leyes no es un sistema sino una cloaca llena de mafiosos.
Francisco Rubiales
Señalemos a Pedro Sánchez como lo que es, un modelo de político corrompido. Su obsesión por mantenerse en el poder le conduce a destrozar el Estado y a entregar una España desarbolada a cambio de votos.
La mayoría de los españoles piensa que Sánchez es un ser despreciable, inmoral, desenfrenado, astuto, capaz de mentir y engañar sin sentir remordimiento y de pactar barbaridades, insensateces e injusticias con los partidos más sucios y miserables.
Llevamos años padeciendo el sanchismo y gritando “SOCORRO”, pero nadie viene a socorrernos porque nuestras instituciones defensivas están podridas y no funcionan.
La más reciente barbaridad del sanchismo ha sido pactar que las empresas que huyeron de Cataluña y no regresen sean castigadas, un evidente abuso de poder, contrario a la Constitución, a la libertad empresarial y a las leyes europeas que un político fuera de control, como Pedro Sánchez, puede imponer a un pueblo previamente castrado.
Las más recientes concesiones de Sánchez a cambio de los votos que necesita para seguir gobernando son actuaciones de pura mafia y auténticos atentados contra la Constitución.
Es lógico que si el pueblo es impotente para frenar a quien abusa del poder y destruye su nación, el sistema, también mafioso, debe ser cambiado.
La democracia fue creada para supervisar y limitar el poder de los gobernantes, pudiendo, incluso, destituirlos. La impunidad que observamos en el sanchismo es bastarda y debe acabar, como también la tolerancia frente a la corrupción y el acceso al poder de canallas y corruptos.
O España instaura una democracia que sepa filtrar a los corruptos y sinvergüenzas, o el país va a perecer, destrozado por sus políticos.
La sensación de impotencia que domina el panorama español es demencial e intolerable. Un sistema que permite que un miserable gobierne en contra de la voluntad popular y de las leyes no es un sistema sino una cloaca llena de mafiosos.
Francisco Rubiales