Las terceras elecciones solo servirán para deslegitimar todavía más un régimen que ha llegado ya a la podredumbre extrema y el colapso. Ni los políticos ni sus escuderos periodistas quieren admitirlo, pero el sistema político español ha muerto y su cadaver esta expuesto ante nuestros ojos, carcomido por la corrupción y hediondo.
El PP ya no puede garantizar un gobierno estable porque está interiormente muerto. La corrupción y la falta de grandeza lo ha envenenado y debilitado, hasta causarle la muerte por infarto. A la izquierda le ocurre algo parecido. Sus corrupciones, contradicciones, falta de ideología e incapacidad para generar ilusión y esperanza han acabado con ella y no será capaz de gobernar con solvencia y poder, ni siquiera coaligada y mezclada.
El sistema se mantiene vivo "in extremis" gracias a que todavía los mercados nos entregan dinero, pero cuando se agote el crédito y los partidos no tengan nada que repartir, el sistema se hundirá en una agonía triste, sin que nadie, salvo los políticos expoliadores y sus cómplices, derramen una lágrima por este sistema-basura.
La defunción del sistema español está siendo ya certificada en los grandes foros internacionales, donde España no tiene prestigio ni influencia, no como consecuencia del carecer "provisional" del gobierno, sino porque el país ha sido catalogado como el mas corrupto de Europa y por carecer de un plan de regeneración, sin el cual España sólo podrá ser un fantasma moribundo en los mercados y en el escenario internacional.
España ha tenido la desgracia de que lo peor de su sociedad haya tomado el poder, a través de los partidos, que han sido el vehículo infeccioso transmisor. La clase política española ha ido deteriorándose y degradándose año tras año, hasta concentrar hoy una masa de miserables y mediocres difícilmente igualable. Sólo los países más desgraciados del planeta tienen la mala suerte de caer, como España, en manos de equipos y de personas carentes de valores y de ética, a los que no les ha temblado el pulso a la hora de conducir el país hasta la ruina, el fracaso y la desesperación.
Tres elecciones en un año y unas terceras elecciones que se celebrarán, si nadie lo remedia, el día de Navidad, es un vulgar entierro de tercera para una democracia que ya nació trucada y falseada cuando murió el general Franco. Aquellos partidos que tomaron el relevo del Franquismo carecieron de la grandeza mínima necesaria para ofrecer a su pueblo, ilusionado, pero confundido y sin experiencia alguna, una democracia auténtica. En lugar de conducir a España hacia la regeneración y la grandeza de la democracia real, nos engañaron construyendo una democracia falsa y degradada, que en realidad era una partitocracia sin ciudadanos, sin valores y sin un gramo de grandeza, todo un régimen pervertido que llevaba en sus entrañas la semilla de la corrupción, el abuso de poder y el fracaso.
Aquellos polvos generaron estos lodos y la España de hoy, que mereció haber sido la democracia más joven, limpia y ejemplar de Europa, es hoy la más podrida, la mas corrupta y la que tiene una clase política más rechazada y hasta odiada por sus ciudadanos, todo ello porque los partidos y sus dirigentes, en lugar de apostar por la generosidad y la limpieza, construyeron un bodrio indecente, plagado de parásitos, sin leyes iguales para todos, sin separación de poderes, sin sociedad civil, sin una Justicia independiente, sin valores y sin los controles y frenos que son imprescindibles para que una democracia pueda controlar el poder y sus tendencias absolutistas y opresoras.
Francisco Rubiales
El PP ya no puede garantizar un gobierno estable porque está interiormente muerto. La corrupción y la falta de grandeza lo ha envenenado y debilitado, hasta causarle la muerte por infarto. A la izquierda le ocurre algo parecido. Sus corrupciones, contradicciones, falta de ideología e incapacidad para generar ilusión y esperanza han acabado con ella y no será capaz de gobernar con solvencia y poder, ni siquiera coaligada y mezclada.
El sistema se mantiene vivo "in extremis" gracias a que todavía los mercados nos entregan dinero, pero cuando se agote el crédito y los partidos no tengan nada que repartir, el sistema se hundirá en una agonía triste, sin que nadie, salvo los políticos expoliadores y sus cómplices, derramen una lágrima por este sistema-basura.
La defunción del sistema español está siendo ya certificada en los grandes foros internacionales, donde España no tiene prestigio ni influencia, no como consecuencia del carecer "provisional" del gobierno, sino porque el país ha sido catalogado como el mas corrupto de Europa y por carecer de un plan de regeneración, sin el cual España sólo podrá ser un fantasma moribundo en los mercados y en el escenario internacional.
España ha tenido la desgracia de que lo peor de su sociedad haya tomado el poder, a través de los partidos, que han sido el vehículo infeccioso transmisor. La clase política española ha ido deteriorándose y degradándose año tras año, hasta concentrar hoy una masa de miserables y mediocres difícilmente igualable. Sólo los países más desgraciados del planeta tienen la mala suerte de caer, como España, en manos de equipos y de personas carentes de valores y de ética, a los que no les ha temblado el pulso a la hora de conducir el país hasta la ruina, el fracaso y la desesperación.
Tres elecciones en un año y unas terceras elecciones que se celebrarán, si nadie lo remedia, el día de Navidad, es un vulgar entierro de tercera para una democracia que ya nació trucada y falseada cuando murió el general Franco. Aquellos partidos que tomaron el relevo del Franquismo carecieron de la grandeza mínima necesaria para ofrecer a su pueblo, ilusionado, pero confundido y sin experiencia alguna, una democracia auténtica. En lugar de conducir a España hacia la regeneración y la grandeza de la democracia real, nos engañaron construyendo una democracia falsa y degradada, que en realidad era una partitocracia sin ciudadanos, sin valores y sin un gramo de grandeza, todo un régimen pervertido que llevaba en sus entrañas la semilla de la corrupción, el abuso de poder y el fracaso.
Aquellos polvos generaron estos lodos y la España de hoy, que mereció haber sido la democracia más joven, limpia y ejemplar de Europa, es hoy la más podrida, la mas corrupta y la que tiene una clase política más rechazada y hasta odiada por sus ciudadanos, todo ello porque los partidos y sus dirigentes, en lugar de apostar por la generosidad y la limpieza, construyeron un bodrio indecente, plagado de parásitos, sin leyes iguales para todos, sin separación de poderes, sin sociedad civil, sin una Justicia independiente, sin valores y sin los controles y frenos que son imprescindibles para que una democracia pueda controlar el poder y sus tendencias absolutistas y opresoras.
Francisco Rubiales