Tu destrozas a España y yo te apoyo. Una alianza del independentismo con el sanchismo que se resquebraja
Se han equivocado, pero por fin han descubierto que al nacionalismo catalán y vasco les interesa más que España tenga un gobierno que despierte odio para poder lanzar contra él a las masas fanatizadas del nacionalismo.
Dentro de esta nueva dinámica de lucha, los indultos de Sánchez serán considerados una traición a Cataluña y la reivindicación de una amnistía será la piedra angular sobre la que quieren construir la resurrección del independentismo más feroz.
No hace mucho me lo comentaba un empresario catalán afincado en Madrid: "El independentismo votó en contra de los presupuestos porque el abrazo amigo de Sánchez le estaba asfixiando".
Las estadísticas no fallan y demuestran que el torpe gobierno de Rajoy ha sido el gran aliado del independentismo catalán, que casi duplicó sus efectivos con el PP en la Moncloa, mientras que la alianza con el PSOE de Sánchez, en contra de las apariencias, lo ha estancado.
Con un gobierno duro y de derechas en Madrid, la Generalitat y los partidos independentistas podría arrojar toneladas de victimismo a la población, alimentándola con el odio, que es la mejor vitamina para los fanáticos y golpistas. Si, además, se aplicara un 155 duro, el independentismo nazi alcanzaría algo parecido a un orgasmo.
Parece mentira que un gobierno español, con miles de asesores y con el inmenso poder que posee, no sea capaz de darse cuenta de que la lucha contra el independentismo tiene que ser más sutil e inteligente y que debe comenzar con la asfixia de la economía y con otras sutilezas que pueden desarrollarse desde el poder y que colocarían al independentismo al borde del abismo, como la fuga de empresas, el refuerzo del sector catalán partidario de la unidad de España, los ataques al patrimonio de los líderes independentistas, una ofensiva internacional de propaganda a favor de la integridad territorial,, la estabilidad y que denuncie los abusos y mentiras del independentismo, acciones concretas de presión en los gobiernos aliados de Europa y en las instituciones comunitarias, y otras muchas medidas que están al alcance de un gobierno y que pueden desplegarse sin ruido, algo que nunca hizo el inepto gobierno de Rajoy.
Pero Pedro Sánchez lo que le interesa no es acabar con el independentismo sino que odie lo suficiente para que le apoye a él y pueda seguir en la Moncloa unos años más.
La tesis de Sánchez y de sus asesores es que el independentismo y el PSOE se necesitan mutuamente. El PSOE obtiene el poder con los votos independentistas y los catalanes consiguen que Sánchez deteriore y debilite a España, su gran enemigo, un trabajo sucio que el sanchismo les está realizando con eficacia.
Los españoles tienen derecho a sentirse indignados ante la torpeza del PP y el PSOE frente a la rebelión catalana y, como dice Pio Moa en un gran artículo, en el banquillo del Supremo que juzga a los golpistas deberían estar también los dirigentes del PP y del PSOE que han alimentado, de manera sucia e irresponsable, el monstruo corrupto y opresor catalán.
Hasta ahora, la lucha contra los golpistas catalanes por parte de los gobiernos de España ha sido tan torpe e ineficaz que el independentismo, que era casi inexistente al morir Franco, casi roza hoy la mayoría y consigue dominar las instituciones catalanas. El drama del crecimiento constante del independentismo y su radicalización es obra del PP y del PSOE y empezó ya desplegarse en tiempos de Felipe González, cuando los socialistas permitieron a Jordi Pujol, el artífice principal de la conspiración antiespañola, no sólo sus abusos y robos en Banca Catalana, sino también la acaparación de transferencias, la corrupción a gran escala, el acoso a la lengua española y el adoctrinamiento en los colegios y universidades, todo a cambio de apoyo político, una política rastrera que desde entonces copiaron y desarrollaron Aznar, Zapatero y Rajoy y cuyos efectos son hoy visibles en una Cataluña que lucha por romper España y un independentismo que crece en las vascongadas y otras regiones de España, siempre por culpa de la estupidez del bipartidismo.
Francisco Rubiales
Dentro de esta nueva dinámica de lucha, los indultos de Sánchez serán considerados una traición a Cataluña y la reivindicación de una amnistía será la piedra angular sobre la que quieren construir la resurrección del independentismo más feroz.
No hace mucho me lo comentaba un empresario catalán afincado en Madrid: "El independentismo votó en contra de los presupuestos porque el abrazo amigo de Sánchez le estaba asfixiando".
Las estadísticas no fallan y demuestran que el torpe gobierno de Rajoy ha sido el gran aliado del independentismo catalán, que casi duplicó sus efectivos con el PP en la Moncloa, mientras que la alianza con el PSOE de Sánchez, en contra de las apariencias, lo ha estancado.
Con un gobierno duro y de derechas en Madrid, la Generalitat y los partidos independentistas podría arrojar toneladas de victimismo a la población, alimentándola con el odio, que es la mejor vitamina para los fanáticos y golpistas. Si, además, se aplicara un 155 duro, el independentismo nazi alcanzaría algo parecido a un orgasmo.
Parece mentira que un gobierno español, con miles de asesores y con el inmenso poder que posee, no sea capaz de darse cuenta de que la lucha contra el independentismo tiene que ser más sutil e inteligente y que debe comenzar con la asfixia de la economía y con otras sutilezas que pueden desarrollarse desde el poder y que colocarían al independentismo al borde del abismo, como la fuga de empresas, el refuerzo del sector catalán partidario de la unidad de España, los ataques al patrimonio de los líderes independentistas, una ofensiva internacional de propaganda a favor de la integridad territorial,, la estabilidad y que denuncie los abusos y mentiras del independentismo, acciones concretas de presión en los gobiernos aliados de Europa y en las instituciones comunitarias, y otras muchas medidas que están al alcance de un gobierno y que pueden desplegarse sin ruido, algo que nunca hizo el inepto gobierno de Rajoy.
Pero Pedro Sánchez lo que le interesa no es acabar con el independentismo sino que odie lo suficiente para que le apoye a él y pueda seguir en la Moncloa unos años más.
La tesis de Sánchez y de sus asesores es que el independentismo y el PSOE se necesitan mutuamente. El PSOE obtiene el poder con los votos independentistas y los catalanes consiguen que Sánchez deteriore y debilite a España, su gran enemigo, un trabajo sucio que el sanchismo les está realizando con eficacia.
Los españoles tienen derecho a sentirse indignados ante la torpeza del PP y el PSOE frente a la rebelión catalana y, como dice Pio Moa en un gran artículo, en el banquillo del Supremo que juzga a los golpistas deberían estar también los dirigentes del PP y del PSOE que han alimentado, de manera sucia e irresponsable, el monstruo corrupto y opresor catalán.
Hasta ahora, la lucha contra los golpistas catalanes por parte de los gobiernos de España ha sido tan torpe e ineficaz que el independentismo, que era casi inexistente al morir Franco, casi roza hoy la mayoría y consigue dominar las instituciones catalanas. El drama del crecimiento constante del independentismo y su radicalización es obra del PP y del PSOE y empezó ya desplegarse en tiempos de Felipe González, cuando los socialistas permitieron a Jordi Pujol, el artífice principal de la conspiración antiespañola, no sólo sus abusos y robos en Banca Catalana, sino también la acaparación de transferencias, la corrupción a gran escala, el acoso a la lengua española y el adoctrinamiento en los colegios y universidades, todo a cambio de apoyo político, una política rastrera que desde entonces copiaron y desarrollaron Aznar, Zapatero y Rajoy y cuyos efectos son hoy visibles en una Cataluña que lucha por romper España y un independentismo que crece en las vascongadas y otras regiones de España, siempre por culpa de la estupidez del bipartidismo.
Francisco Rubiales