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El "sanchismo" es más neo fascismo que socialismo



El PSOE que dirige Pedro Sánchez es más "sanchista" que socialista. El asunto es grave porque el "sanchismo" tiene preocupantes rasgos neo fascistas.

El pensador Umberto Eco advertía que el fascismo se adapta a todo, que vuelve siempre con apariencias inocentes, que "nuestro deber es desenmascararlo y apuntar el dedo índice sobre sus formas nuevas". Al mismo tiempo afirmaba que "la lucha por la libertad no acaba nunca".

En la España de Pedro Sánchez están renaciendo, de la mano del gobierno, el comunismo disfrazado y el fascismo, dos doctrinas que algunos consideran antagónicas pero que en realidad son parecidas, nacen del mismo tronco hegeliano y están unidas por dos rasgos comunes: la adoración del Estado y el desprecio a la libertad. Es fácil probar que el "sanchismo", mas que una vertiente ideológica socialista es un rebrote del viejo fascismo, mezclado con notas estridentes comunistas.

La obsesión por el poder es fascista, el aplastamiento de la sociedad civil es fascista, la compra de medios de comunicación es fascista, la mentira es fascista, la opacidad también lo es, como el irrespeto a las leyes, la afición por la rapiña y el despreció al ciudadano. La adoración del Estado, la hipertrofia de lo público, el amiguismo, el clientelismo y, sobre todo, el desprecio y la marginación de los ciudadanos son fascistas.

Hay cientos de rasgos del gobierno de Sánchez que son puro fascismo. El socialismo democrático tradicional no se ve por ninguna parte, pero el fascismo es omnipresente. De un análisis profundo surge la convicción de que España está en manos de una peligrosa turba fascistoide, autoritaria y ajena a la democracia, sin escrúpulos y potencialmente letal.
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El actual gobierno nació prometiendo que convocaría pronto elecciones, pero no lo hizo. Siguieron las mentiras de Pedro Sánchez sobre su capacidad para conciliar el sueño si tenía que formar un Gobierno con ministros de Podemos, pero ese gobierno se formó y otorgó al líder podemita Pablo Iglesias nada menos que la vicepresidencia.

La obsesión por controlarlo todo se hizo pronto presente. Compró a muchos medios de comunicación, sobre todo a la influyente televisión y engordó sus aparatos de propaganda y manipulación, como hicieron siempre los comunistas, los nazis y los fascistas. Colocó a la ministra de Justicia de fiscal general del Estado, intentando así controlar también la Justicia. Disparó el número de ministerios y pidió dinero a los mercados como un poseso, sin temor alguno a que España se endeudara hasta la demencia y sin reducir los gastos del Estado.

El apoyo a los grupos violentos que combaten a la oposición en las calles es fascista, como lo es también tolerar la violencia de los independentistas y mantener leyes contrarias a la Constitución y violadoras de los derechos humanos, como las que protegen a los okupas en España.

Llegó la crisis del coronavirus y reaccionó tarde y mal, sin prevenir ni actuar con la razón, hasta el punto de que muchos pensamos que no le importaban las muertes en masa. El sanchismo, obtuso y torpe, logró que España sea uno de los países del mundo que más muertes por habitante y mas deterioro económico sufre por la pandemia,

Otorga ventajas y privilegios a sus socios, que da la casualidad que son los peores enemigos de España: totalitarios, independentistas y amigos del terrorismo. Después empezó a vengarse de las comunidades donde gobernaba la derecha, sobre todo de Andalucía, cuya economía pretende estrangular, sólo porque los andaluces se atrevieron a expulsar del poder al corrupto socialismo.

Para colmo de males dio el pésame, compungido, al mundo etarra porque uno de sus asesinos se había suicidado en la cárcel, sin haber tenido antes gesto alguno con las víctimas de esos demonios. Pero superó sus registros fascistas al impedir al rey que acudiera a Barcelona, a la entrega de despachos a los jueces, como era tradicional, y lo hizo para contentar a sus amigos independentistas, cuyos votos necesita para probar sus presupuestos.

Imitando a Hítler y a Mussolini se aficionó a dar sermones insoportables en los telediarios y siempre aparece ante la pantalla simulando humildad y bondad, mientras por detrás ordena cuchilladas.

El sanchismo es pura tiranía y su estilo es puramente fascista, un fascismo por ahora ligeramente reprimido porque España repudia esas prácticas y existe una notable resistencia en la sociedad al abuso de poder y a los tics totalitarios que emanan del gobierno.

Utiliza el cadáver de Franco para ganar votos y para fomentar la división y el odio, otro rasgo puramente fascista, como lo es también el privilegio que otorga a los inmigrantes ilegales y su desprecio al hundimiento dela seguridad en las ciudades, en algunos de cuyos barrios, poblados por negros y moros violentos, los vecinos españoles huyen y ya ni se atreve a entrar la policía.

Margina y acosa a los disidentes, premia a los suyos con cargos, sueldos y subvenciones, quiere derribar a la Monarquía porque el Jefe del Estado es también jefe supremo del Ejército y eso le da miedo a Sánchez. Es voluble, caprichoso y oscuro, rasgos todos ellos fascistas, como lo es también su espíritu rencoroso y vengativo y, sobre todo, la oscuridad que domina todos sus actos, manifestada con claridad en el cierre del Portal de Transparencia y en la declaración de los viajes que él hace en el Falcon como "secreto de Estado".

Si quieren analizar en profundidad los rasgos del neofascismo, lean AQUÍ el articulo de Umberto Eco titulado "Los 14 síntomas del fascismo eterno" y verán como España está siendo invadida por una letal y miserable y esclavizante mezcla de comunismo y fascismo.

Francisco Rubiales

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Domingo, 27 de Septiembre 2020
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