El sanchismo no es una desviación del socialismo, sino una enfermedad grave que trastoca los valores y destruye las bases ideológicas y éticas. Sus grandes dramas es que no cree en la democracia, es enemigo de las libertades y derechos, suprime la verdad y la sustituye por la mentira institucionalizada, impide la alternancia en el poder, propicia la corrupción, viola derechos humanos básicos y no sabe crear prosperidad y riqueza,
En realidad es la antítesis de la socialdemocracia, a la que ha aniquilado y suplantado. El sanchismo es la variante india de la tiranía, el mas resistente y el más contagioso de los virus antidemocráticos.
Sus clientes decentes han desertado y en el gran cubo del sanchismo sólo quedan los miembros del lumpen, los enemigos de España, los que odian a la derecha de manera enfermiza y los adictos a la corrupción, la rapiña y al reparto del botín del poder.
Las encuestas señalan que el sanchismo está en franco declive y que perderá las próximas elecciones, pero su calificación moral es tan baja que millones de españoles temen que haga trampas en el recuento de votos para mantenerse en el poder de manera truculenta e indecente.
Los viejos socialistas lo han abandonado, al igual que los socialistas decentes y defensores de la democracia, la libertad y la verdad. Todos han huido rechazando la bellaquería, la manipulación, la mentira y el desprecio a la Justicia y la democracia que el sanchismo encierra y promueve.
Su único mérito conocido es haber despertado a la España dormida que ha soportado durante décadas gobiernos indecentes y corruptos, tanto de derecha como de izquierdas. Esos gobiernos son los que han dividido el país, lo han arruinado, han fortalecido el independentismo y el golpismo y han convertido a España en un país decadente, problemático y sin peso ni prestigio en el concierto mundial.
Oponerse al sanchismo no es una opción para todo ciudadano español digno y decente, sino un deber moral, cívico y patriótico.
El sanchismo es cada día más identificable con la degradación, la injusticia, el mal gobierno, la tiranía y el caos.
Pero el sanchismo, sin quererlo, ha prestado otro servicio valioso a España al demostrar hasta la saciedad y la certeza plena que el sistema político español carece de defensas institucionales que lo blinden ante la llegada de un rufián o un monstruo a la cúspide del poder. Cuando alguien gana las elecciones y es capaz de sobornar y ganarse el apoyo de las fuerzas más indecentes del país, es como si se blindara y adquiriera bula para destruir la nación, sin que funcionen las instituciones destinadas por la Constitución a defender la patria.
Ante ese sanchismo depredador y nocivo, el que sube las tarifas y los impuestos sólo para disponer de más dinero, que emplea en comprar poder, privilegios y voluntades, ese que ha acelerado el hundimiento y el desprestigio mundial de España, no han hecho nada ni la Monarquía, ni el Poder Judicial, ni las Fuerzas Armadas, ni la Sociedad Civil, todas paralizadas mientras desaparecían cientos de miles de empresas, se arruinaban cientos de miles de empresarios, iban al desempleo millones de españoles y otras decenas de miles morían por la pésima gestión de la pandemia.
Los sanchistas, principales culpables de esas desgracias y de otras muchas, siguen gobernando España, aunque parezca increíble, para vergüenza y oprobio de los españoles.
Francisco Rubiales
En realidad es la antítesis de la socialdemocracia, a la que ha aniquilado y suplantado. El sanchismo es la variante india de la tiranía, el mas resistente y el más contagioso de los virus antidemocráticos.
Sus clientes decentes han desertado y en el gran cubo del sanchismo sólo quedan los miembros del lumpen, los enemigos de España, los que odian a la derecha de manera enfermiza y los adictos a la corrupción, la rapiña y al reparto del botín del poder.
Las encuestas señalan que el sanchismo está en franco declive y que perderá las próximas elecciones, pero su calificación moral es tan baja que millones de españoles temen que haga trampas en el recuento de votos para mantenerse en el poder de manera truculenta e indecente.
Los viejos socialistas lo han abandonado, al igual que los socialistas decentes y defensores de la democracia, la libertad y la verdad. Todos han huido rechazando la bellaquería, la manipulación, la mentira y el desprecio a la Justicia y la democracia que el sanchismo encierra y promueve.
Su único mérito conocido es haber despertado a la España dormida que ha soportado durante décadas gobiernos indecentes y corruptos, tanto de derecha como de izquierdas. Esos gobiernos son los que han dividido el país, lo han arruinado, han fortalecido el independentismo y el golpismo y han convertido a España en un país decadente, problemático y sin peso ni prestigio en el concierto mundial.
Oponerse al sanchismo no es una opción para todo ciudadano español digno y decente, sino un deber moral, cívico y patriótico.
El sanchismo es cada día más identificable con la degradación, la injusticia, el mal gobierno, la tiranía y el caos.
Pero el sanchismo, sin quererlo, ha prestado otro servicio valioso a España al demostrar hasta la saciedad y la certeza plena que el sistema político español carece de defensas institucionales que lo blinden ante la llegada de un rufián o un monstruo a la cúspide del poder. Cuando alguien gana las elecciones y es capaz de sobornar y ganarse el apoyo de las fuerzas más indecentes del país, es como si se blindara y adquiriera bula para destruir la nación, sin que funcionen las instituciones destinadas por la Constitución a defender la patria.
Ante ese sanchismo depredador y nocivo, el que sube las tarifas y los impuestos sólo para disponer de más dinero, que emplea en comprar poder, privilegios y voluntades, ese que ha acelerado el hundimiento y el desprestigio mundial de España, no han hecho nada ni la Monarquía, ni el Poder Judicial, ni las Fuerzas Armadas, ni la Sociedad Civil, todas paralizadas mientras desaparecían cientos de miles de empresas, se arruinaban cientos de miles de empresarios, iban al desempleo millones de españoles y otras decenas de miles morían por la pésima gestión de la pandemia.
Los sanchistas, principales culpables de esas desgracias y de otras muchas, siguen gobernando España, aunque parezca increíble, para vergüenza y oprobio de los españoles.
Francisco Rubiales