Inglaterra ha sido nación enemiga de España no sólo en la guerra, sino también en la paz y en casi todas sus relaciones y manifestaciones, recurriendo, para causar daño, a la piratería, al robo de mercancías españolas, al asesinato y a la creación y expansión de la Leyenda Negra anti española, una sarta de mentiras montadas para denigrar a España, ensuciar su historia y ocultar al mundo los muchos crímenes ingleses, casi insuperables porque incluyeron expolios y exterminios de etnias y pueblos enteros.
La forma como Inglaterra se hizo con Gibraltar hubiera avergonzado hasta al mismísimo pirata Francis Drake. Los ingleses acudieron, a principios del siglo XVIII, a España para defender los intereses de uno de los candidatos a la Corona hispánica, el Archiduque Carlos, y regresó de aquella guerra internacional con un trocito de aquellas tierras para gloria de la Reina Ana. Claro que, en un mapa europeo en constante cambio, ni el inglés más optimista pensó jamás que el Peñón de Gibraltar podría conservarse hasta hoy. Si lo mantienen es por la cobardía y falta de brío y dignidad de los españoles, sumidos en una decadencia atroz a partir del siglo XVIII.
Los gobiernos españoles, con excepción de los del régimen de Franco, han disimulado siempre lo que gran Bretaña significa para España y han ocultado a su pueblo que ese país, que en teoría es un aliado, es un país hostil que sigue causándonos daño y que mantiene en su poder una colonia arrebatada a España injustamente. Gibraltar es la única colonia que subsiste en Europa, toda una afrenta para España, infringida por un falso aliado.
Todo rey de España debería jurar, al ser coronado, que hará todo lo posible por recuperar la maldita colonia inglesa de Gibraltar, perdida por el primer Borbon, el rey Felipe V. También deberían hacer ese juramento todos los presidentes de gobiernos de Espala, junto con la jura de la Constitución.
Franco fue, desde el año 1700, el dirigente español que más hizo por recuperar Gibraltar, infringiendo a los ingleses sus dos peores derrotas: la resolución de la ONU que declara a Gibraltar colonia y ordena su descolonización, y el cierre de la verja, que puso de rodillas a los británicos y a los habitantes del Peñón (los llanitos).
Sin duda alguna, la mejor baza española en su lucha por recuperar Gibraltar fue la Resolución 2.070 de la XX Asamblea General de Naciones Unidas, aprobada el 16 de diciembre de 1965, que invita a los gobiernos de España y el Reino Unido a iniciar sin demora conversaciones sobre la soberanía de Gibraltar. Fue la primera de una serie de textos en los que se reitera la necesidad del diálogo entre Londres y Madrid. Como otras muchas resoluciones que no le interesan, Gran Bretaña la ignora y la incumple, demostrando así su naturaleza depredadora y su deslealtad inamistosa con España.
Felipe González fue el que menos hizo por recuperar la colonia y el que más favoreció los intereses británicos al conceder, a cambio de nada, el 14 de diciembre de 1982, siete años después de la muerte de Franco, la apertura de la verja que cerró Franco, después de 13 años de bloqueo, la ampliación del aeropuerto, construido sobre territorio español, y al conceder las miles de líneas telefónicas que la colonia necesitaba para convertirse en un próspero emporio económico y en un sucio paraíso fiscal, refugio del dinero indecente del planeta.
Partidos como VOX, de acentuado patriotismo, deberían advertir a Felipe VI que recibir la mayor condecoración del país que mantiene en su poder un trozo de suelo español robado es por lo menos indigno y humillante para los españoles patriotas y dignos.
Es sorprendente que en vísperas de esa visita humillante de nuestro monarca a Londres, ningún partido o asociación de españoles haya protestado con fuerza.
El tratado de Utrecht fue firmado tras la Guerra de Sucesión Española, por la que austracistas y Borbones se disputaron la corona española, tras quedar vacante con la muerte de Carlos II, ‘El hechizado’ . El tratado se firmó en 1713, tras 12 años de conflicto. Fue posible gracias al acuerdo entre Francia y Reino Unido, a espaldas del Sacro Imperio Romano Germánico. Los británicos, que en un principio apoyaron a los partidarios del Archiduque Carlos de Austria, como es habitual entre piratas, cambiaron de bando por sorpresa y empezaron a negociar con los franceses a escondidas.
El pacto con los franceses implicaba la aceptación de Felipe V como Rey de España a cambio de unas cuantas concesiones territoriales para los británicos. Entre ellas, dos afectaron a España: la pérdida de Gibraltar y de la isla de Menorca.
Menorca fue recuperada por España durante la Guerra de Inglaterra con los independentistas de Estados Unidos, pero Gibraltar, contra todo pronóstico y para vergüenza de España, sigue siendo una colonia, la espina más humillante, clavada por nuestro peor enemigo histórico, en el corazón de España.
La historia de Gibraltar está llena de incidentes que destacan la impotencia de España y el alma traicionera de Gran Bretaña. Hay, incluso, una carta del Rey Jorge I prometiendo devolver Gibraltar a España, promesa que después incumplió, como era de esperar.
Francisco Rubiales
La forma como Inglaterra se hizo con Gibraltar hubiera avergonzado hasta al mismísimo pirata Francis Drake. Los ingleses acudieron, a principios del siglo XVIII, a España para defender los intereses de uno de los candidatos a la Corona hispánica, el Archiduque Carlos, y regresó de aquella guerra internacional con un trocito de aquellas tierras para gloria de la Reina Ana. Claro que, en un mapa europeo en constante cambio, ni el inglés más optimista pensó jamás que el Peñón de Gibraltar podría conservarse hasta hoy. Si lo mantienen es por la cobardía y falta de brío y dignidad de los españoles, sumidos en una decadencia atroz a partir del siglo XVIII.
Los gobiernos españoles, con excepción de los del régimen de Franco, han disimulado siempre lo que gran Bretaña significa para España y han ocultado a su pueblo que ese país, que en teoría es un aliado, es un país hostil que sigue causándonos daño y que mantiene en su poder una colonia arrebatada a España injustamente. Gibraltar es la única colonia que subsiste en Europa, toda una afrenta para España, infringida por un falso aliado.
Todo rey de España debería jurar, al ser coronado, que hará todo lo posible por recuperar la maldita colonia inglesa de Gibraltar, perdida por el primer Borbon, el rey Felipe V. También deberían hacer ese juramento todos los presidentes de gobiernos de Espala, junto con la jura de la Constitución.
Franco fue, desde el año 1700, el dirigente español que más hizo por recuperar Gibraltar, infringiendo a los ingleses sus dos peores derrotas: la resolución de la ONU que declara a Gibraltar colonia y ordena su descolonización, y el cierre de la verja, que puso de rodillas a los británicos y a los habitantes del Peñón (los llanitos).
Sin duda alguna, la mejor baza española en su lucha por recuperar Gibraltar fue la Resolución 2.070 de la XX Asamblea General de Naciones Unidas, aprobada el 16 de diciembre de 1965, que invita a los gobiernos de España y el Reino Unido a iniciar sin demora conversaciones sobre la soberanía de Gibraltar. Fue la primera de una serie de textos en los que se reitera la necesidad del diálogo entre Londres y Madrid. Como otras muchas resoluciones que no le interesan, Gran Bretaña la ignora y la incumple, demostrando así su naturaleza depredadora y su deslealtad inamistosa con España.
Felipe González fue el que menos hizo por recuperar la colonia y el que más favoreció los intereses británicos al conceder, a cambio de nada, el 14 de diciembre de 1982, siete años después de la muerte de Franco, la apertura de la verja que cerró Franco, después de 13 años de bloqueo, la ampliación del aeropuerto, construido sobre territorio español, y al conceder las miles de líneas telefónicas que la colonia necesitaba para convertirse en un próspero emporio económico y en un sucio paraíso fiscal, refugio del dinero indecente del planeta.
Partidos como VOX, de acentuado patriotismo, deberían advertir a Felipe VI que recibir la mayor condecoración del país que mantiene en su poder un trozo de suelo español robado es por lo menos indigno y humillante para los españoles patriotas y dignos.
Es sorprendente que en vísperas de esa visita humillante de nuestro monarca a Londres, ningún partido o asociación de españoles haya protestado con fuerza.
El tratado de Utrecht fue firmado tras la Guerra de Sucesión Española, por la que austracistas y Borbones se disputaron la corona española, tras quedar vacante con la muerte de Carlos II, ‘El hechizado’ . El tratado se firmó en 1713, tras 12 años de conflicto. Fue posible gracias al acuerdo entre Francia y Reino Unido, a espaldas del Sacro Imperio Romano Germánico. Los británicos, que en un principio apoyaron a los partidarios del Archiduque Carlos de Austria, como es habitual entre piratas, cambiaron de bando por sorpresa y empezaron a negociar con los franceses a escondidas.
El pacto con los franceses implicaba la aceptación de Felipe V como Rey de España a cambio de unas cuantas concesiones territoriales para los británicos. Entre ellas, dos afectaron a España: la pérdida de Gibraltar y de la isla de Menorca.
Menorca fue recuperada por España durante la Guerra de Inglaterra con los independentistas de Estados Unidos, pero Gibraltar, contra todo pronóstico y para vergüenza de España, sigue siendo una colonia, la espina más humillante, clavada por nuestro peor enemigo histórico, en el corazón de España.
La historia de Gibraltar está llena de incidentes que destacan la impotencia de España y el alma traicionera de Gran Bretaña. Hay, incluso, una carta del Rey Jorge I prometiendo devolver Gibraltar a España, promesa que después incumplió, como era de esperar.
Francisco Rubiales