Los aliados de Pedro Sánchez le llevarán a la tumba política
Ya aparecen por el horizonte los primeros síntomas del resurgimiento de una España sana y constitucional que represente la cara opuesta de lo que han sido los miserables gobiernos de Zapatero, Rajoy y Sánchez. Es un "amanecer" provocado por la saturación de barbaridades, errores y abusos de los dos grandes partidos, PP y PSOE, pero sobre todo del "sanchismo", que alcanzó el poder envuelto en la gran mentira incumplida de que convocaría elecciones inmediatamente y aliado con las fuerzas más terribles, anticonstitucionales y antiespañolas de la nación.
La reacción constitucional y democrática ha tardado en aparecer, pero la locura sectaria ha llegado tan lejos que muchos creen ya con pavor que Sánchez y los suyos han emprendido, sin reservas, la senda totalitaria.
El primero de los síntomas de la resurrección es que todos los partidos políticos, incluso Podemos, han criticado la utilización partidista y electoralista descarada que Pedro Sánchez ha hecho de los recursos públicos y los excesos en la exhumación de Franco, un acontecimiento que prometió que sería discreto y digno pero que después, como es habitual entre los tramposos, convirtió en un espectáculo retransmitido en directo por sus periodistas sometidos a todo el mundo.
Otro síntoma del fin de ese sanchismo que se alía con los independentistas y proetarras es que los estudiantes constitucionalistas empiezan a romper el bloqueo de los encapuchados violentos y totalitarios en las universidades, donde los violentos anticonstitucionales han contado con la cobardía del claustro de profesores y de una pandilla de rectores impresentables y cobardes, siempre plegados al poder y a la dictadura de los estudiantes más radicales. La resistencia de los estudiantes constitucionalistas a la tiranía de los rectores y los encapuchados del odio se ha visto hasta en Cataluña, una tierra donde el peor de los fascismos violentos y subyugadores está siendo alentado por la Generalitat, mientras que Sánchez, para no contrariar a los independentistas, que pueden serles necesarios para auparle hasta la Moncloa, guarda silencio, no aplica la ley y permite que el bien común y la Constitución sean pisoteados, disfrazando su contubernio cobarde de "prudencia".
Otro síntoma de la reacción sana que avanza en España y que será capaz de acabar con los abusos e iniquidades de los violentos, corruptos y enemigos de la nación, es el deterioro del independentismo, ahora dividido y con su capacidad de movilización mermada.
El constitucionalismo pierde el miedo en Cataluña y y planta cara al separatismo radical. Los camioneros son la prueba del hartazgo ante el abuso de los indepes. Lejos de amilanarse ante la presencia de los Comités de Defensa de la República (CDR), se enfrentaron a ellos, en plena barricada de carretera y los radicales salen huyendo, sorprendidos por la reacción de los conductores
Pero los síntomas de la resurrección de la unidad y la legalidad democrática son muchos más y se extienden por toda España. Crecen el patriotismo, los votos de VOX, el rechazo a los impuestos abusivos, la demanda de que el gobierno adelgace un Estado preñado de indeseables e inútiles con sueldos públicos, la resistencia al despilfarro y el endeudamiento que practican Sanchez y los suyos, el asco ante el uso de recursos y poderes para fines electorales y, en general, el desprecio a una forma antidemocrática, mendaz, rastrera y sin grandeza de violar la Constitución y empobrecer a España, ética, política y económicamente.
Muchos socialistas, abochornados por los abusos y estupideces de Pedro Sánchez y sus secuaces, empiezan a sumergirse porque saben que sus dirigentes se están equivocando y deteriorando la economía, la convivencia y la justicia con abusos, errores y miserias impropias de un gobierno decente. Algunas encuestas detectan que el 8 por ciento de los votantes socialistas están dispuestos a votar a VOX, algo que exaspera a Pedro Sánchez.
El hecho de que Sánchez no haya negado un futuro pacto con los independentistas para gobernar ha sido un error demasiado duro para muchos socialistas honrados, avergonzados del papel que su partido está cumpliendo en la presente historia de España.
Crece cada día más el rechazo a la voracidad fiscal, representada por la figura histérica de la ministra Montero, a la costumbre de Pedro Sánchez de legislar contra la voluntad popular, al mantenimiento de la corrupción, a subir los impuestos cuando el resto del mundo los baja para defenderse de la recesión y a mentir y manipular, controlando como nadie lo ha hecho antes el sistema mediático, que impulsa una censura cada día más visible y agobiante. Son agresiones demasiado rastreras, incluso para muchos socialistas, que empiezan a sentirse incómodos desempeñando el papel de impulsores de la crisis económica y aliados de Otegui, Puigdemont, Quim Torra y muchos otros delincuentes y miserables mimados por un sanchismo que ya tiene rotas todas sus amarras con el viejo socialismo de Felipe González y de las generaciones de militantes que apostaron por la concordia, que decidieron perdonar y que redactaron una Constitución que ahora es violada con descaro e impunidad por los amigos del revanchista Pedrito.
Francisco Rubiales
La reacción constitucional y democrática ha tardado en aparecer, pero la locura sectaria ha llegado tan lejos que muchos creen ya con pavor que Sánchez y los suyos han emprendido, sin reservas, la senda totalitaria.
El primero de los síntomas de la resurrección es que todos los partidos políticos, incluso Podemos, han criticado la utilización partidista y electoralista descarada que Pedro Sánchez ha hecho de los recursos públicos y los excesos en la exhumación de Franco, un acontecimiento que prometió que sería discreto y digno pero que después, como es habitual entre los tramposos, convirtió en un espectáculo retransmitido en directo por sus periodistas sometidos a todo el mundo.
Otro síntoma del fin de ese sanchismo que se alía con los independentistas y proetarras es que los estudiantes constitucionalistas empiezan a romper el bloqueo de los encapuchados violentos y totalitarios en las universidades, donde los violentos anticonstitucionales han contado con la cobardía del claustro de profesores y de una pandilla de rectores impresentables y cobardes, siempre plegados al poder y a la dictadura de los estudiantes más radicales. La resistencia de los estudiantes constitucionalistas a la tiranía de los rectores y los encapuchados del odio se ha visto hasta en Cataluña, una tierra donde el peor de los fascismos violentos y subyugadores está siendo alentado por la Generalitat, mientras que Sánchez, para no contrariar a los independentistas, que pueden serles necesarios para auparle hasta la Moncloa, guarda silencio, no aplica la ley y permite que el bien común y la Constitución sean pisoteados, disfrazando su contubernio cobarde de "prudencia".
Otro síntoma de la reacción sana que avanza en España y que será capaz de acabar con los abusos e iniquidades de los violentos, corruptos y enemigos de la nación, es el deterioro del independentismo, ahora dividido y con su capacidad de movilización mermada.
El constitucionalismo pierde el miedo en Cataluña y y planta cara al separatismo radical. Los camioneros son la prueba del hartazgo ante el abuso de los indepes. Lejos de amilanarse ante la presencia de los Comités de Defensa de la República (CDR), se enfrentaron a ellos, en plena barricada de carretera y los radicales salen huyendo, sorprendidos por la reacción de los conductores
Pero los síntomas de la resurrección de la unidad y la legalidad democrática son muchos más y se extienden por toda España. Crecen el patriotismo, los votos de VOX, el rechazo a los impuestos abusivos, la demanda de que el gobierno adelgace un Estado preñado de indeseables e inútiles con sueldos públicos, la resistencia al despilfarro y el endeudamiento que practican Sanchez y los suyos, el asco ante el uso de recursos y poderes para fines electorales y, en general, el desprecio a una forma antidemocrática, mendaz, rastrera y sin grandeza de violar la Constitución y empobrecer a España, ética, política y económicamente.
Muchos socialistas, abochornados por los abusos y estupideces de Pedro Sánchez y sus secuaces, empiezan a sumergirse porque saben que sus dirigentes se están equivocando y deteriorando la economía, la convivencia y la justicia con abusos, errores y miserias impropias de un gobierno decente. Algunas encuestas detectan que el 8 por ciento de los votantes socialistas están dispuestos a votar a VOX, algo que exaspera a Pedro Sánchez.
El hecho de que Sánchez no haya negado un futuro pacto con los independentistas para gobernar ha sido un error demasiado duro para muchos socialistas honrados, avergonzados del papel que su partido está cumpliendo en la presente historia de España.
Crece cada día más el rechazo a la voracidad fiscal, representada por la figura histérica de la ministra Montero, a la costumbre de Pedro Sánchez de legislar contra la voluntad popular, al mantenimiento de la corrupción, a subir los impuestos cuando el resto del mundo los baja para defenderse de la recesión y a mentir y manipular, controlando como nadie lo ha hecho antes el sistema mediático, que impulsa una censura cada día más visible y agobiante. Son agresiones demasiado rastreras, incluso para muchos socialistas, que empiezan a sentirse incómodos desempeñando el papel de impulsores de la crisis económica y aliados de Otegui, Puigdemont, Quim Torra y muchos otros delincuentes y miserables mimados por un sanchismo que ya tiene rotas todas sus amarras con el viejo socialismo de Felipe González y de las generaciones de militantes que apostaron por la concordia, que decidieron perdonar y que redactaron una Constitución que ahora es violada con descaro e impunidad por los amigos del revanchista Pedrito.
Francisco Rubiales