El gobierno de Zazasjistán ordena al ejército dispara a matar a la población, alzada contra la tiranía y el abuso
Lo que está sucediendo en Kazasjistán es claro reflejo del desastre mundial que nos envuelve. El presidente Tokayev de Kazajistán ha ordenado “disparar a matar sin previo aviso” contra los manifestantes que protestan por la subida de los carburantes y por la tiranía que les oprime. Los militares, corrompidos y contagiados de corrupción por los políticos, cumplen la orden de matar y se transforman en verdugos asesinos. Putin ha enviado tropas para proteger a su aliado y el mundo se mantiene al margen porque muchos dirigentes comparten con Tokáyev la siniestra tesis de que el enemigo es el mismo pueblo. El número de muertos se desconoce porque los gobiernos sátrapas ocultan la verdad, pero se sabe que más de 3.800 personas han sido detenidas.
Desde que terminó la Guerra Fría, el poder mundial empezó a deteriorarse a marchas forzadas. Los poderosos se organizaron en un lobby universal de poder irresistible y empezaron a domesticar a las grandes corporaciones y a los jefes de Estado y de Gobierno. Algunos se resistieron, pero la mayoría se convirtieron en vasallos del poder en las sombras.
Pronto empezaron a verse las consecuencias: las democracias se prostituían desde dentro, la libertad era arrinconada, los derechos humanos se violaban y el poder de los poderosos no paraban de crecer. Impusieron el criterio de que la imponente concentración de la riqueza en pocas manos era buena para el mundo y también convencieron a los políticos y a gran parte de pueblo de que el verdadero enemigo eran los revolucionarios y antisistema, a los que acusaban de querer acabar con la misma democracia que ellos había ya dinamitado. Las fuerzas militares y policiales empezaron a recibir más material antidisturbios que material de guerra porque el enemigo más temido por los grandes poderes eran la libertad, la democracia y el pueblo.
Portavoces visibles del Gran Poder mundial, como los Soros, Gates, Kissinger y otros convencieron a los gobiernos de que no sufrirían ataques externos y que ellos se encargarían de sostener el statu quo en todos los países integrados en el Nuevo Orden Mundial. A cambio debían incorporarse a la construcción de un mundo nuevo donde el poder sería invencible y el pueblo estaría siempre bajo control. Esa nueva filosofía reina ya en el mundo, salvo en algunos países que se resisten, con Rusia a la cabeza, que quiere mantener su propia tiranía, al margen del poder anglosajón que lidera el mundo oscuro.
Las cosas se están poniendo muy mal para las personas honradas, decentes y justas y peor todavía para los que quieran conservar su libertad. Los políticos, respaldados por los malvados poderosos acaparadores en las sombras, unos pocos que son dueños de casi un tercio de las riquezas totales del planeta, han perdido el respeto al pueblo, al que muchas veces odian y desprecian, y a las leyes, a pesar de que ellos las dictan para seguir siendo casi impunes. La consecuencia es que el pueblo es aplastado como una cucaracha, a veces a tiro limpio y la mayoría de las veces mediante la mentira, la manipulación, el uso del miedo y el empleo del dinero para comprar votos que perpetúen en el poder a los sátrapas, premiar a los sometidos y castigar a la gente libre.
No es obsesión conspiranoica, sino la pura verdad. La democracia está en caída libre y las libertades y derechos son cazados como conejos por la chusma al servicio de la esclavitud y del mal.
Francisco Rubiales
Desde que terminó la Guerra Fría, el poder mundial empezó a deteriorarse a marchas forzadas. Los poderosos se organizaron en un lobby universal de poder irresistible y empezaron a domesticar a las grandes corporaciones y a los jefes de Estado y de Gobierno. Algunos se resistieron, pero la mayoría se convirtieron en vasallos del poder en las sombras.
Pronto empezaron a verse las consecuencias: las democracias se prostituían desde dentro, la libertad era arrinconada, los derechos humanos se violaban y el poder de los poderosos no paraban de crecer. Impusieron el criterio de que la imponente concentración de la riqueza en pocas manos era buena para el mundo y también convencieron a los políticos y a gran parte de pueblo de que el verdadero enemigo eran los revolucionarios y antisistema, a los que acusaban de querer acabar con la misma democracia que ellos había ya dinamitado. Las fuerzas militares y policiales empezaron a recibir más material antidisturbios que material de guerra porque el enemigo más temido por los grandes poderes eran la libertad, la democracia y el pueblo.
Portavoces visibles del Gran Poder mundial, como los Soros, Gates, Kissinger y otros convencieron a los gobiernos de que no sufrirían ataques externos y que ellos se encargarían de sostener el statu quo en todos los países integrados en el Nuevo Orden Mundial. A cambio debían incorporarse a la construcción de un mundo nuevo donde el poder sería invencible y el pueblo estaría siempre bajo control. Esa nueva filosofía reina ya en el mundo, salvo en algunos países que se resisten, con Rusia a la cabeza, que quiere mantener su propia tiranía, al margen del poder anglosajón que lidera el mundo oscuro.
Las cosas se están poniendo muy mal para las personas honradas, decentes y justas y peor todavía para los que quieran conservar su libertad. Los políticos, respaldados por los malvados poderosos acaparadores en las sombras, unos pocos que son dueños de casi un tercio de las riquezas totales del planeta, han perdido el respeto al pueblo, al que muchas veces odian y desprecian, y a las leyes, a pesar de que ellos las dictan para seguir siendo casi impunes. La consecuencia es que el pueblo es aplastado como una cucaracha, a veces a tiro limpio y la mayoría de las veces mediante la mentira, la manipulación, el uso del miedo y el empleo del dinero para comprar votos que perpetúen en el poder a los sátrapas, premiar a los sometidos y castigar a la gente libre.
No es obsesión conspiranoica, sino la pura verdad. La democracia está en caída libre y las libertades y derechos son cazados como conejos por la chusma al servicio de la esclavitud y del mal.
Francisco Rubiales