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El peor enemigo de la especie humana



El mal adopta diferentes formas en cada momento de la Historia. En un momento, la maldad suprema se encarnó en las tribus bárbaras que avanzaban destruyendo y asesinando; en otros momentos, la maldad estuvo representada por las religiones fanáticas que asesinaban y destruían la vida y la cultura en nombre de un Dios furioso y vengador; casi siempre el mal anidó en los usureros, los mercenarios, los déspotas, los maestros de la mentira y otras especies despreciables.

En la actualidad, la más dañina representación del mal y el peor enemigo de la especie humana y del planeta que habitamos es el político.

La gran novedad de nuestra época es que en lugar de combatir al enemigo, los elegimos en las urnas y les entregamos el poder. Los políticos son como el cáncer: destructivos, pero sin que sean reconocidos por el sistema defensivo como adversario. Ese camuflaje eficaz hace del político el peor de todos los enemigos que el planeta y la raza humana han padecido en la Historia porque provoca guerras, hambre, injusticias, dolor y exterminio y, en lugar de ser castigado, se le premia, mientras él se exhibe como triunfador y exige cada vez más poder y dominio.
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¿Por que son los políticos la encarnación suprema del mal en los tiempos presentes? Porque su deber es mejorar el mundo y luchar para propagar la virtud, el bien, la justicia y la felicidad, pero ellos han elegido el camino opuesto y, victimas de los vicios de la codicia, la soberbia y el egoísmo más despiadado, han optado por destruir y arrasar, tanto al planeta que nos acoge como a la raza humana, creada para dominarlo.

La mayoría de la gente cree que lo peor de los políticos es la corrupción, pero no es así porque la corrupción es solo una consecuencia de algo mucho peor: el mal gobierno, un liderazgo que, tras apoderarse del Estado y sus recursos, utiliza el "divide e impera" y emplea el poder para promover el mal. Los telediarios son una película de terror, no tanto por la podredumbre de la clase política, sino porque reflejan los peores vicios y carencias de una sociedad sin valores y orientada a despedazarse.

A muchos seres humanos les resulta difícil ver en algunos políticos con poder a miembros de su misma especie. Parecen distintos y resultan incomprensibles su ausencia de misericordia, su insensibilidad ante el dolor ajeno, su afán por enriquecerse, por acumular privilegios, por degradar a los demás, por hacer sufrir al prójimo, en definitiva. Ni los chacales se comportan de ese modo con sus congéneres.

La naturaleza es sabia y siempre consigue derrotar a sus enemigos. El político, por su corrupción, egoísmo, torpeza, codicia y por los inmensos daños que produce, se ha convertido en el gran enemigo del planeta y de la especie humana. El político crea guerras, saquea la economía, deteriora la naturaleza, daña al planeta, extermina especies, esclaviza a los humanos, los degrada, los empobrece y les empuja hacia la esclavitud y la infelicidad. Los políticos pudieron haber elegido una ruta distinta para gobernar, el camino del bien, promoviendo desde los gobiernos el amor, la ayuda mutua, el respeto, la honradez y otros muchos valores, pero han elegido una vía miserable, por puro egoísmo, promoviendo la envidia, el embrutecimiento y la degradación de la raza humana, sin otro fin que el egoísmo y el afán de poder, conscientes de que es mas fácil dominar a esclavos asustados y aborregados que a ciudadanos libres y pensantes.

En todos los momentos de la Historia en los que el mal avanzaba, había grupos de resistentes que promovían una visión distinta del mundo, una esperanza y la firme lucha por mejorar el mundo. Esa lucha entre el bien y el mal, la luz y las sombras, la libertad y la opresión, el bien y el mal en definitiva, es la espina dorsal de la Historia y el núcleo de la vida humana.

Todo lo que hoy resta de decencia en el mundo está en rebelión contra los enemigos de la especie y del planeta. Cualquier persona reflexiva y con capacidad de análisis sabe que los políticos corrompieron a una sociedad razonablemente sana. Por todas partes y en todas las naciones surgen grupos de resistencia que quieren cambiar el mundo y mejorarlo. En Brasil, cientos de miles de ciudadanos gritan "que se marchen todos los políticos", un grito similar al que se escucha en Francia, Alemania, Italia, Grecia, España y decenas de países de los cinco continentes. El denominador común de todos ellos es el rechazo a los que gobiernan promoviendo la pobreza, la desigualdad, la opresión y la destrucción del planeta.

El mundo está en guerra, aunque no todos los humanos sean conscientes de esa lucha. En un bando están los que quieren un mundo mejor; en el otro los que quieren seguir disfrutando de privilegios y utilizan para ello el mal en todas sus versiones, desde la tiranía al asesinato de la libertad, de la decencia y de los valores.

En apariencia, el bando de los ciudadanos deseosos de libertad y de valores es más débil, pero no es así porque los rebeldes tenemos de nuestra parte al mas poderosos de los aliados: la naturaleza. El mundo tiene sus leyes y su armonía y repudia la labor y la línea que han impuesto los depredadores. Al final de la batalla, los miserables van a ser derrotados.

Para ganar la batalla hay que conocer bien al enemigo. Parecen poderosos, pero no son nada. Están muertos, pero ellos todavía no lo saben. Son espectros sin carne ni huesos, incapaces de tener ideología y principios. Se pavonean, sonríen, parecen henchidos de orgullo y se exhiben en las televisiones, pero ellos saben que no pintan nada porque otros les mandan y les hacen sentir miedo. Sólo son fantasmas esclavos de la arrogancia y la codicia. Lo único importante que poseen es su capacidad de hacer daño y de generar rechazo. Son lo peor de la especie y la peor pesadilla del bien. Algunos los consideran poseídos por Belcebú, pero ni siquiera son malignos. Sólo son momias que desprenden mal olor, en un limbo inútil.

Se pelean entre ellos como hienas, pero siempre se ponen de acuerdo para defender sus privilegios y cuando enfrente aparece su enemigo, que es el hombre libre y pensante.

Ambas bandos saben que el arma decisiva para alcanzar la victoria es la opinión pública, la gran palestra donde los medios tienen un peso especial y donde el mal compra personas, conciencias e ideas, corrompe, miente y confunde, mientras que los luchadores por un mundo mejor utilizan el recurso que siempre ha vencido, tarde o temprano, cualquier batalla en la Historia: la verdad.

Francisco Rubiales

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Domingo, 17 de Abril 2016
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