El pensamiento anarquista, en retroceso durante el siglo XIX y derrotado en el XX, conserva, sin embargo, una fresca y sorprendente vigencia en el pensamiento contemporáneo, perfilándose claramente como uno de los principales inspiradores de la filosofía política del siglo XXI, etapa en la que se está produciendo una reacción "libertaria" del hombre contra unos estados que acumularon demasiado poder y que oprimen y aplastan al pueblo desde "mentiras" a las que denominan "democracias".
Siempre idealistas, confiados ingenuamente en la capacidad de los colectivos para resolver sus propios problemas, poseedores una sorprendente y terca fe en el hombre, individualistas y a veces violentos, los anarquistas acertaron siempre en lo que criticaban y fallaron en lo que construían. Su mayor acierto histórico ha sido generar una propuesta de emancipación sin haber creado al mismo tiempo una política, una constitución, un programa económico y un gobierno.
Su terca fe en la libertad constituye hoy un ejemplo y un faro de inspiración, hasta el punto de que son ya muy pocos los intelectuales de pensamiento libre que no comparten esa crítica esencial del anarquismo a las instituciones que han sido creadas no para beneficio de los ciudadanos, sino para reforzar el poder del Estado.
Los anarquistas fracasaron al querer fabricar una maquina autónoma que, sin pretender conquistar el poder del Estado, hiciera nacer una sociedad nueva en la que el Estado no tuviera sitio, a pesar de que ese fue el mas hermoso y esperanzador intento de mejorar la política y la convivencia humana en los últimos siglos.
Cuando los anarquistas denunciaron al socialismo autoritario como una aberración política, recibieron en pleno rostro el brutal puñetazo de una Unión Soviética triunfadora, teórica patria de obreros y campesinos. Pero, sin embargo, tenían razón, como resulta ahora evidente.
Los ciudadanos del siglo XXI está redescubriendo el anarquismo, desprestigiado y vilipendiado por las poderosas maquinarias de propaganda del comunismo y el socialismo. Resulta que las tesis anarquistas no eran tan violentas, irracionales y peligrosas como decían y que su rechazo al Estado todopoderoso e intervencionista, aquel que asesinó a millones de sus propios ciudadanos, que terminaron abandonándolo y derribando el vergonzoso Muro de Berlín, era un acierto lúcido y una vigorosa defensa de la libertad y del ser humano.
La resurrección del anarquismo se basa en la experiencia de que peor de lo que lo han hecho los políticos tradicionales es imposible y en que ha llegado la hora de que los propios ciudadanos se encarguen de la gestión del mundo. Los anarquistas quieren un Estado mínimo, que sólo intervenga en situaciones extremas de gravedad y peligro. El resto, la gestión diaria de los países, es cosa que pertenece a la sociedad organizada, sin políticos corrompidos, sin representantes bastardos y traidores.
El pensamiento anarquista no ha dejado de estar presente en todas las luchas del hombre moderno contra la opresión de los gobiernos, contra el poder abusivo de los partidos políticos, contra la ocupación y sojuzgamiento de la sociedad civil, contra el absolutismo, el comunismo, el nazismo, el capitalismo y la opresión, en la lucha de los alzados y guerrilleros y en los movimientos de liberación y en las cruzadas contra los grandes dramas de la humanidad: la guerra, la pobreza, el hambre, la esclavitud, la marginación, la desprotección de los débiles y la desigualdad.
Hoy, el anarquismo, como filosofía que eleva al ser humano por encima del Estado y de todas esas instituciones y artilugios que lo refuerzan y lo hacen imponente, recupera cada día mas brío y potencia.
Si Javier Milei consigue la presidencia de Argentina, se abrirá una ventana de esperanza en el mundo entero.
Francisco Rubiales
Siempre idealistas, confiados ingenuamente en la capacidad de los colectivos para resolver sus propios problemas, poseedores una sorprendente y terca fe en el hombre, individualistas y a veces violentos, los anarquistas acertaron siempre en lo que criticaban y fallaron en lo que construían. Su mayor acierto histórico ha sido generar una propuesta de emancipación sin haber creado al mismo tiempo una política, una constitución, un programa económico y un gobierno.
Su terca fe en la libertad constituye hoy un ejemplo y un faro de inspiración, hasta el punto de que son ya muy pocos los intelectuales de pensamiento libre que no comparten esa crítica esencial del anarquismo a las instituciones que han sido creadas no para beneficio de los ciudadanos, sino para reforzar el poder del Estado.
Los anarquistas fracasaron al querer fabricar una maquina autónoma que, sin pretender conquistar el poder del Estado, hiciera nacer una sociedad nueva en la que el Estado no tuviera sitio, a pesar de que ese fue el mas hermoso y esperanzador intento de mejorar la política y la convivencia humana en los últimos siglos.
Cuando los anarquistas denunciaron al socialismo autoritario como una aberración política, recibieron en pleno rostro el brutal puñetazo de una Unión Soviética triunfadora, teórica patria de obreros y campesinos. Pero, sin embargo, tenían razón, como resulta ahora evidente.
Los ciudadanos del siglo XXI está redescubriendo el anarquismo, desprestigiado y vilipendiado por las poderosas maquinarias de propaganda del comunismo y el socialismo. Resulta que las tesis anarquistas no eran tan violentas, irracionales y peligrosas como decían y que su rechazo al Estado todopoderoso e intervencionista, aquel que asesinó a millones de sus propios ciudadanos, que terminaron abandonándolo y derribando el vergonzoso Muro de Berlín, era un acierto lúcido y una vigorosa defensa de la libertad y del ser humano.
La resurrección del anarquismo se basa en la experiencia de que peor de lo que lo han hecho los políticos tradicionales es imposible y en que ha llegado la hora de que los propios ciudadanos se encarguen de la gestión del mundo. Los anarquistas quieren un Estado mínimo, que sólo intervenga en situaciones extremas de gravedad y peligro. El resto, la gestión diaria de los países, es cosa que pertenece a la sociedad organizada, sin políticos corrompidos, sin representantes bastardos y traidores.
El pensamiento anarquista no ha dejado de estar presente en todas las luchas del hombre moderno contra la opresión de los gobiernos, contra el poder abusivo de los partidos políticos, contra la ocupación y sojuzgamiento de la sociedad civil, contra el absolutismo, el comunismo, el nazismo, el capitalismo y la opresión, en la lucha de los alzados y guerrilleros y en los movimientos de liberación y en las cruzadas contra los grandes dramas de la humanidad: la guerra, la pobreza, el hambre, la esclavitud, la marginación, la desprotección de los débiles y la desigualdad.
Hoy, el anarquismo, como filosofía que eleva al ser humano por encima del Estado y de todas esas instituciones y artilugios que lo refuerzan y lo hacen imponente, recupera cada día mas brío y potencia.
Si Javier Milei consigue la presidencia de Argentina, se abrirá una ventana de esperanza en el mundo entero.
Francisco Rubiales