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El nuevo social-comunismo de Sánchez y Yolanda es tan peligroso como el de Stalin



El nuevo comunismo ha aprendido bien la lección histórica y pretende ahora conquistar el mundo con lentitud y suavidad, con firmeza y sin violencia, para evitar que los pueblos se alcen contra la tiranía roja y la derroten, como le ocurrió al viejo comunismo soviético de Lenin y Stalin.

El que propagan en España los sanchistas y los comunistas se extiende sin hacer demasiado ruido, disimulando su tiranía, esclavizando sin dolor, sin asesinatos, arruinando y desangrando poco a poco a los pueblos, que no saben defenderse de ese sutil e hipócrita virus maligno.
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El "padrecito" Stalin y el "padrecito" Sánchez
Al zar ya no se le fusila junto con su familia. Es mejor desacreditarlo, destruir su prestigio e imagen hasta obligarle al exilio o a la abdicación. A los campesinos dueños de sus tierras no se les expropia o se les mata, sino que se les arruina y desmoraliza hasta que abandonen sus explotaciones. A todos los que antes eran fusilados, hoy se les mata lentamente, asfixiándoles y haciéndoles la vida imposible, como está ocurriendo con las clases medias españolas, que eran la columna vertebral de la prosperidad y el empuje de España, pero que ya están en claro proceso de extinción.

A los intelectuales que piensan y son críticos ya no se les pasa por las armas, ni se les tortura arrancándoles las uñas, ni se les envía a Siberia. Ahora se les desacredita, se les aísla y se les cortan los suministros, hasta convertirlos en tristes muertos vivientes.

Todo lo hacen bajo el signo de la mentira y el truco. Si tienen que bajar las pensiones no lo hacen por decreto, sino aumentando los años de cotización, y si suben los impuestos lo hacen diciendo que los bajan. Todo menos aparecer ante el pueblo y la comunidad mundial como lo que realmente son: depredadores y tiranos insaciables.

A los partidos rivales no se les cierran las sedes y se les extermina, como hicieron los seguidores de Lenin con los mencheviques y otros grupos. Ahora se les debilita con la mentira y se les derrota siempre, hasta que desaparecen, aunque haya que lograrlo alterando el resultado de las urnas.

Al final, el comunismo es el mismo y su capacidad de esclavizar y asesinar es idéntica, pero los métodos son más suaves y los crímenes se realizan con disfraz, calma, sin prisas y cubiertos por la niebla del engaño y la propaganda.

El nuevo comunismo es más sofisticado y peligroso. En lugar de censurar, encarcelar y torturar clavando pinchos, a los periodistas se les compra y se les premia su apoyo, mientras se margina y veta a los que son críticos. A los empresarios, en lugar de cerrarles o nacionalizarles las empresas, se les expolia y extermina con impuestos brutales y recortándoles el beneficio.

Con el nuevo sistema, los pueblos caen poco a poco y cuando se dan cuenta ya es demasiado tarde. Es lo que ocurrió en Venezuela, dónde el nuevo comunismo fue rodado y perfeccionado.

Fidel Castro, que siempre tuvo claro cual es el camino nuevo para implantar el comunismo, jamás mencionaba la palabra "comunismo". Viví dos años en Cuba y nunca escuché a los comunistas cubanos la palabra "comunismo". Ellos siempre hablaban de "socialismo" porque sabían que esa palabra camufla la tiranía, "El futuro pertenece por entero al socialismo", podía leerse en los carteles gigantes instalados por el partido en toda la isla.

El objetivo sigue siendo el mismo: una implacable dictadura de las élites políticas profesionales comunistas, pero el método ha cambiado: primero hay que alcanzar el poder en las urnas y desde allí minar el sistema y destruir a las naciones, debilitándolas poco a poco, hasta que después, cuando ya están destruidas y sumidas en la pobreza y la tristeza, se ocupa el poder para siempre y se suprime la "maldita" libertad.

Es el nuevo comunismo es el de siempre, pero le encanta disfrazarse de socialismo, una palabra que la Historia ha preservado y el pueblo no identifica todavía con lo que es: pura tiranía travestida.

Francisco Rubiales


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Lunes, 2 de Mayo 2022
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