El presidente del PP catalán, Josef Piqué, por una vez y sin que sirva de precedente, ha dado en el clavo al afirmar que ningún presidente normal de ningún país normal hubiese nombrado como nuevo titular de la Consejería de Gobernación de Cataluña a Xavier Vendrell, al que la Fiscalía investiga por las cartas enviadas a trabajadores públicos exigiendoles pagos a ERC, bajo amenaza de despido.
Un dirigente político que ha cometido un error antidemocrático, como ha reconocido el mismo presidente de la Generalitat, Pascual Maragall, no puede ser premiado recibiendo un nombramiento de Consejero en una democracia avanzada. Su nombramiento, impuesto por su partido, Izquierda Republicana de Cataluña (ERC) demuestra la arrogancia de los partidos políticos y el desprecio de esos partidos por la decencia y la pulcritud democráticas.
Muchos observadores y estudiosos han advertido que el nuevo Estatuto de Cataluña consagra un gobierno autonómico poco democrático, autoritario, intervencionista, con escasos controles ciudadanos, que pesa como una losa de plomo sobre la sociedad civil catalana y demasiado al margen de las corrientes de regeneración democrática que avanzan por todo el mundo. El nombramiento de Vendrell, contrario no sólo a la decencia, sino también a la opinión pública catalana, demuestra que la Generalitat Catalana posee hoy rasgos más cercanos a los de una república bananera que a los de un gobierno democrático europeo.
Un dirigente político que ha cometido un error antidemocrático, como ha reconocido el mismo presidente de la Generalitat, Pascual Maragall, no puede ser premiado recibiendo un nombramiento de Consejero en una democracia avanzada. Su nombramiento, impuesto por su partido, Izquierda Republicana de Cataluña (ERC) demuestra la arrogancia de los partidos políticos y el desprecio de esos partidos por la decencia y la pulcritud democráticas.
Muchos observadores y estudiosos han advertido que el nuevo Estatuto de Cataluña consagra un gobierno autonómico poco democrático, autoritario, intervencionista, con escasos controles ciudadanos, que pesa como una losa de plomo sobre la sociedad civil catalana y demasiado al margen de las corrientes de regeneración democrática que avanzan por todo el mundo. El nombramiento de Vendrell, contrario no sólo a la decencia, sino también a la opinión pública catalana, demuestra que la Generalitat Catalana posee hoy rasgos más cercanos a los de una república bananera que a los de un gobierno democrático europeo.