Políticamente, China no es modelo para nadie porque su régimen es cruel y opresor, pero, económicamente, China representa hoy el modelo a seguir, la mejor receta y el camino más corto para salir de la crisis y ser prósperos y competitivos.
Zapatero debería estudiar el modelo chino, que se basa en el esfuerzo, y aplicarlo en España para salir de la crisis como un cohete, aunque eso parece un sueño porque nada está más lejos del planeta de Zapatero y de los valores que promueve. Mientras que él ha destruído el tejido productivo de la nación, ha generado desempleo y pobreza y ha impulsado una sociedad española sin esfuerzo, valores ni raices, los chinos extraen del pasado la energía del presente, respetan las tradiciones, trabajan sin descanso, adoran el espíritu emprendedor, construyen y cuidan con primor el tejido productivo y no entienden un mundo que no este dominado por la responsabilidad y el tesón.
Llegaron a España con humildad, sin crear problemas e integrándose razonablemente. Primero abrieron restaurantes de comida china y después abrieron tiendas especializadas en productos "made in China", pero hoy, tras descubrir que en España los que se esfuerzan prosperan, están invadiendo nuevos territorios, desplazando a los españoles en restaurantes de comida tradicional, bares, cafeterías supermercados y hasta incursionan en grandes almacenes.
Su secreto es trabajar más que los demás y conformarse con menos margen de beneficio. Con esa receta, son imbatibles y, si los españoles no reaccionan, terminarán copando el mercado y creando una nueva y pujante prosperidad en este país medio arruinado.
No se meten en política, pero odian el autoritarismo y la opresión, quizás porque los han pedecido en China. Pero más que las dictaduras odian precisamente todo aquello que abunda en la política española: la corrupción, el caos, la injusticia y la ineficiencia.
Las encuestas ya reflejan que los chinos son la minoría étnica mejor valorada por los españoles, que admiran, sobre todo, su espíritu emprendedor.
No hace mucho pregunté a la encargada de mi restaurante chino favorito por que sonreía siempre y me aventuré a dictaminar "¡debes ser muy feliz!". "No creas -me respondió-, tengo muchos problemas y se acaba de morir mi madre, pero la sonrisa es buena para vender".
Llevan a sus hijos a los colegios españoles, para que se integren, pero, como saben que la enseñanza en España es infame, les dan clases particulares suplementarias en sus hogares y, además, les enseñan cultura china y tradiciones. Cuando les preguntas por el comportamiento de los niños españoles en las escuelas, guardan un silencio prudente, pero si consigues que sean sinceros, te dirán que "en las escuelas se están educando delincuentes, se esta asesinando el futuro del país y también la esencia de la cultura española".
Los detractores de los chinos dicen que no son creativos, que sus productos no tienen calidad y que se limitan a copiar las patentes occidentales, pero esas excusas, quizás válidad hace treinta años, son cada día más injustas porque las imitaciones chinas empiezan ya a ser mejores que los originales, aunque sus precios suelen ser treinta o cuarenta veces inferior. Ocurre ya con la ropa de marca y con los relojes de alta gama, cuya calidad sorprende cada día más a los occidentales.
Otro de sus valores es la humildad y la escasa ostentación pública. Aunque hayan acumulado dinero abundante, lo ahorran, lo disfrutan en privado y es muy difícil que lo exhiban en público.
Los que afirman que el futuro de Occidente está en la innovación y el valor añadido, deberán pronto revisar su receta porque los chinos, además de fabricar a precios inalcanzables, están aprendiendo a innovar y a agregar valor, vendiendo productos sofisticados a precios cinco o seis veces inferior al de sus equivalentes norteamericanods, alemanes, italianos o franceses.
Acabo de comprar, para regalar en mi empresa, varias cajas de boligrafos chinos pequeños y de gran calidad y belleza. Me han costado a sesenta céntimos de euros la unidad. Hace medio año, compré esos mismos bolígrafos "made in China" en una papelería española y me costaron a 2.50 euros la unidad. Entonces me parecieron baratos, pero ahora me parecen regalados.
Si algún día se presentara un ciudadano o ciudadana originario de China como candidato en las elecciones generalese spañolas, votelé porque es seguro que nos pondrá a trabajar, que tomará decisiones acertadas y que nos hará sentir vergüenza cuando lo comparemos con energúmenos mediocres y tan ineptos como Zapatero y Rajoy.
Zapatero debería estudiar el modelo chino, que se basa en el esfuerzo, y aplicarlo en España para salir de la crisis como un cohete, aunque eso parece un sueño porque nada está más lejos del planeta de Zapatero y de los valores que promueve. Mientras que él ha destruído el tejido productivo de la nación, ha generado desempleo y pobreza y ha impulsado una sociedad española sin esfuerzo, valores ni raices, los chinos extraen del pasado la energía del presente, respetan las tradiciones, trabajan sin descanso, adoran el espíritu emprendedor, construyen y cuidan con primor el tejido productivo y no entienden un mundo que no este dominado por la responsabilidad y el tesón.
Llegaron a España con humildad, sin crear problemas e integrándose razonablemente. Primero abrieron restaurantes de comida china y después abrieron tiendas especializadas en productos "made in China", pero hoy, tras descubrir que en España los que se esfuerzan prosperan, están invadiendo nuevos territorios, desplazando a los españoles en restaurantes de comida tradicional, bares, cafeterías supermercados y hasta incursionan en grandes almacenes.
Su secreto es trabajar más que los demás y conformarse con menos margen de beneficio. Con esa receta, son imbatibles y, si los españoles no reaccionan, terminarán copando el mercado y creando una nueva y pujante prosperidad en este país medio arruinado.
No se meten en política, pero odian el autoritarismo y la opresión, quizás porque los han pedecido en China. Pero más que las dictaduras odian precisamente todo aquello que abunda en la política española: la corrupción, el caos, la injusticia y la ineficiencia.
Las encuestas ya reflejan que los chinos son la minoría étnica mejor valorada por los españoles, que admiran, sobre todo, su espíritu emprendedor.
No hace mucho pregunté a la encargada de mi restaurante chino favorito por que sonreía siempre y me aventuré a dictaminar "¡debes ser muy feliz!". "No creas -me respondió-, tengo muchos problemas y se acaba de morir mi madre, pero la sonrisa es buena para vender".
Llevan a sus hijos a los colegios españoles, para que se integren, pero, como saben que la enseñanza en España es infame, les dan clases particulares suplementarias en sus hogares y, además, les enseñan cultura china y tradiciones. Cuando les preguntas por el comportamiento de los niños españoles en las escuelas, guardan un silencio prudente, pero si consigues que sean sinceros, te dirán que "en las escuelas se están educando delincuentes, se esta asesinando el futuro del país y también la esencia de la cultura española".
Los detractores de los chinos dicen que no son creativos, que sus productos no tienen calidad y que se limitan a copiar las patentes occidentales, pero esas excusas, quizás válidad hace treinta años, son cada día más injustas porque las imitaciones chinas empiezan ya a ser mejores que los originales, aunque sus precios suelen ser treinta o cuarenta veces inferior. Ocurre ya con la ropa de marca y con los relojes de alta gama, cuya calidad sorprende cada día más a los occidentales.
Otro de sus valores es la humildad y la escasa ostentación pública. Aunque hayan acumulado dinero abundante, lo ahorran, lo disfrutan en privado y es muy difícil que lo exhiban en público.
Los que afirman que el futuro de Occidente está en la innovación y el valor añadido, deberán pronto revisar su receta porque los chinos, además de fabricar a precios inalcanzables, están aprendiendo a innovar y a agregar valor, vendiendo productos sofisticados a precios cinco o seis veces inferior al de sus equivalentes norteamericanods, alemanes, italianos o franceses.
Acabo de comprar, para regalar en mi empresa, varias cajas de boligrafos chinos pequeños y de gran calidad y belleza. Me han costado a sesenta céntimos de euros la unidad. Hace medio año, compré esos mismos bolígrafos "made in China" en una papelería española y me costaron a 2.50 euros la unidad. Entonces me parecieron baratos, pero ahora me parecen regalados.
Si algún día se presentara un ciudadano o ciudadana originario de China como candidato en las elecciones generalese spañolas, votelé porque es seguro que nos pondrá a trabajar, que tomará decisiones acertadas y que nos hará sentir vergüenza cuando lo comparemos con energúmenos mediocres y tan ineptos como Zapatero y Rajoy.