Rafael Catalá defendió el lunes que el Consejo General del Poder Judicial (CGPJ) podría haber ejercido su “potestad disciplinaria” contra Ricardo Javier González , el magistrado que emitió en la sentencia de ‘La Manada’ un voto particular a favor de la absolución de los acusados de abuso sexual. Así se ha referido el ministro de Justicia en una entrevista en Herrera en COPE.
“Todos saben que alguna persona tiene algún problema y una situación singular, que el consejo no actúe y luego se produzcan resultados singulares…. creo que eso se podría haber evitado. Me sorprende que el Consejo no actúe”, ha deslizado el titular de la cartera de Justicia,
No sólo están indignados los jueces, magistrados y miles de abogados y procuradores, sino la opinión pública en general, que no puede entender la intromisión del Ministro que viola la independencia del poder judicial en el sistema español, pretendidamente democrático, pero sin respeto alguno a las normas y reglas del juego democrático.
El ministro ha acusado al juez de tener problemas singulares.
¿Problemas singulares? ¿Quién no los tiene en la clase política, que padece masivamente el síndrome de Hybris (desmesura y borrachera de poder), mitomanía, demofobia (odio al pueblo), arrogancia, miedo a perder el poder, manía persecutoria, etc.? Si sometiéramos a un profundo chequeo médico a la clase política española descubriríamos a cuerdos mezclados con locos, vengativos, resentidos, cobardes, mentirosos, estafadores, egoístas, falsificadores, despilfarradores, sádicos y un largo etcétera de enfermedades mentales, desequilibrios y vicios, causantes de la corrupción, el abuso de poder, el mal gobierno, la podredumbre del sistema y el desprecio creciente de la ciudadanía a sus gobernantes.
El ministro de Justicia lo pasaría mal si el juez al que ha criticado le pone una querella. Nunca podría probar lo que ha insinuado, dañando seriamente su fama y su dignidad.
El diario El País titula "El ataque de Catalá al magistrado discrepante de La Manada subleva a jueces y fiscales", resumiendo así el estado de indignación y rechazo existente en el mundo de la Justicia española.
Ante el sorprendente "desliz" del ministro sólo caben dos explicaciones: o el ministro se ha vuelto loco o sus palabras son una estrategia demoníaca para que los ciudadanos no centren su atención en el profundo e inmenso fracaso del PP, un partido que, según numerosos expertos y analistas, está perdiendo apoyos y votos a chorros.
El gobierno de Rajoy se comporta de manera absurda y parece un boxeador medio noqueado y sin respuesta, que deambula por el cuadrilátero dando tumbos. No hace mucho, el también ministro Montoro, titular de la cartera de Hacienda, metió la pata de manera inexplicable al afirmar que los separatistas catalanes no había gastado un sólo euro de dinero público en la organización del referéndum de octubre pasado, una tesis que, de manera inexplicable, desacredita las tesis del juez Llarena y que apoya la posición de los jueces alemanes que no quieren extraditar a Puigdemont.
Nuestra explicación del caos es sencilla: el gobierno del PP está seriamente dañado por tres fenómenos internos: el escaso y confuso liderazgo de Mariano Rajoy, la enorme corrupción que existe en las filas de su partido y la mediocridad de los componentes del Ejecutivo.
Francisco Rubiales
“Todos saben que alguna persona tiene algún problema y una situación singular, que el consejo no actúe y luego se produzcan resultados singulares…. creo que eso se podría haber evitado. Me sorprende que el Consejo no actúe”, ha deslizado el titular de la cartera de Justicia,
No sólo están indignados los jueces, magistrados y miles de abogados y procuradores, sino la opinión pública en general, que no puede entender la intromisión del Ministro que viola la independencia del poder judicial en el sistema español, pretendidamente democrático, pero sin respeto alguno a las normas y reglas del juego democrático.
El ministro ha acusado al juez de tener problemas singulares.
¿Problemas singulares? ¿Quién no los tiene en la clase política, que padece masivamente el síndrome de Hybris (desmesura y borrachera de poder), mitomanía, demofobia (odio al pueblo), arrogancia, miedo a perder el poder, manía persecutoria, etc.? Si sometiéramos a un profundo chequeo médico a la clase política española descubriríamos a cuerdos mezclados con locos, vengativos, resentidos, cobardes, mentirosos, estafadores, egoístas, falsificadores, despilfarradores, sádicos y un largo etcétera de enfermedades mentales, desequilibrios y vicios, causantes de la corrupción, el abuso de poder, el mal gobierno, la podredumbre del sistema y el desprecio creciente de la ciudadanía a sus gobernantes.
El ministro de Justicia lo pasaría mal si el juez al que ha criticado le pone una querella. Nunca podría probar lo que ha insinuado, dañando seriamente su fama y su dignidad.
El diario El País titula "El ataque de Catalá al magistrado discrepante de La Manada subleva a jueces y fiscales", resumiendo así el estado de indignación y rechazo existente en el mundo de la Justicia española.
Ante el sorprendente "desliz" del ministro sólo caben dos explicaciones: o el ministro se ha vuelto loco o sus palabras son una estrategia demoníaca para que los ciudadanos no centren su atención en el profundo e inmenso fracaso del PP, un partido que, según numerosos expertos y analistas, está perdiendo apoyos y votos a chorros.
El gobierno de Rajoy se comporta de manera absurda y parece un boxeador medio noqueado y sin respuesta, que deambula por el cuadrilátero dando tumbos. No hace mucho, el también ministro Montoro, titular de la cartera de Hacienda, metió la pata de manera inexplicable al afirmar que los separatistas catalanes no había gastado un sólo euro de dinero público en la organización del referéndum de octubre pasado, una tesis que, de manera inexplicable, desacredita las tesis del juez Llarena y que apoya la posición de los jueces alemanes que no quieren extraditar a Puigdemont.
Nuestra explicación del caos es sencilla: el gobierno del PP está seriamente dañado por tres fenómenos internos: el escaso y confuso liderazgo de Mariano Rajoy, la enorme corrupción que existe en las filas de su partido y la mediocridad de los componentes del Ejecutivo.
Francisco Rubiales