Goebbels decía que una mentira repetida mil veces se convierte en verdad y pasó a la Historia por ese descubrimiento. Rajoy podría pasar a la Historia por haber demostrado que se puede ser sordo, ciego, falso y medio bobo y, al mismo tiempo, gobernar un país, teóricamente avanzado, de Europa. Aunque quizás también alcance la notoriedad por haber demostrado que negando mil veces la evidencia de la corrupción que impregna hasta la médula a su Partido Popular, esa corrupción deja de ser evidente y se diluye en el vacío. O quizás, también, por el todavía más revolucionario principio de que un tipo aburrido, somnoliento, pasivo y torpón, al que la evidencia muestra como responsable máximo de los abusos y desmanes de su partido, incluso de la corrupción a chorros y de la financiación ilegal, puede escapar de la Justicia y seguir en el poder a base de afirmar, con ojos de lechuza, que el no sabía nada.
No quiero ser demasiado suspicaz, pero no puedo asumir que el líder político de una formación vertical y piramidal como el PP no haya tenido ni idea de lo que se cocía en su partido. El grueso de los españoles, como yo, piensan que Rajoy lo sabía todo y que es un líder corrupto o negligente e inepto, pero prefieren al villano que ya conocen antes que a los otros villanos y rufianes que esperan su turno para arruinar el país con propuestas y políticas ante las que la gente sensata siente pánico.
Rajoy representa lo absurdo y lo surrealista de esta España nuestra de las contradicciones, que es una democracia sin serlo, que es rica siendo pobre y que es brava y cobarde al mismo tiempo.Rajoy es la genialidad de la ineptitud o la eficacia de la pasividad. Es el menos malo de los malos o el mejor de los peores, una increíble mezcla de don Tancredo con el tonto del pueblo, adobado con gotas de pillo y de bobo listo cuyo resultado es control del poder y del liderazgo, una ecuación insólita que tumbaría al mismísimo Einstein.
Así que la comparecencia de Rajoy ante los jueces como testigo en un caso de corrupción que implica a su partido, primera de un presidente de gobierno desde la muerte de Franco, ofrece tres únicas explicaciones posibles: o miente como un bellaco, o es tonto leche o es un genio.
Yo me inclino por una mezcla de las tres y pienso que España, a pesar de las apariencias, sigue siendo sabia porque lo que puede llegar si Rajoy fuera defenestrado es espeluznante.
Francisco Rubiales
No quiero ser demasiado suspicaz, pero no puedo asumir que el líder político de una formación vertical y piramidal como el PP no haya tenido ni idea de lo que se cocía en su partido. El grueso de los españoles, como yo, piensan que Rajoy lo sabía todo y que es un líder corrupto o negligente e inepto, pero prefieren al villano que ya conocen antes que a los otros villanos y rufianes que esperan su turno para arruinar el país con propuestas y políticas ante las que la gente sensata siente pánico.
Rajoy representa lo absurdo y lo surrealista de esta España nuestra de las contradicciones, que es una democracia sin serlo, que es rica siendo pobre y que es brava y cobarde al mismo tiempo.Rajoy es la genialidad de la ineptitud o la eficacia de la pasividad. Es el menos malo de los malos o el mejor de los peores, una increíble mezcla de don Tancredo con el tonto del pueblo, adobado con gotas de pillo y de bobo listo cuyo resultado es control del poder y del liderazgo, una ecuación insólita que tumbaría al mismísimo Einstein.
Así que la comparecencia de Rajoy ante los jueces como testigo en un caso de corrupción que implica a su partido, primera de un presidente de gobierno desde la muerte de Franco, ofrece tres únicas explicaciones posibles: o miente como un bellaco, o es tonto leche o es un genio.
Yo me inclino por una mezcla de las tres y pienso que España, a pesar de las apariencias, sigue siendo sabia porque lo que puede llegar si Rajoy fuera defenestrado es espeluznante.
Francisco Rubiales