Los acontecimientos de este fin de semana, en especial la cumbre europea que decidió impulsar y sacralizar el intervencionismo de los gobiernos en las finanzas, son terribles para la democracia y la libertad. El miedo instaurado en la sociedad por la crisis económica ha permitido a los gobiernos y a los partidos acumular todavía más poder y ha hecho retroceder al ciudadano, que sigue perdiendo posiciones en las degradadas democracias europeas, cada día más intervencionistas y sin controles democráticos.
Como ocurre siempre, el miedo, que es el alimento de los cobardes, ha permitido que el poder político avance y ha arrinconado todavía más al ciudadano, que ya no es sino una sombra de lo que llegó a ser en el pasado, cuando fue definido como soberano y señor de la democracia.
La crisis ha permitido a los gobiernos intervenir en la economía y penetrar sin oposición en las instituciones financieras, que son uno de los santuarios decisivos de la sociedad civil, donde, incluso, se disponen a arrebatar el control a los accionistas, sin que nadie proteste, sin resistencia alguna, ante unos ciudadanos vergonzosamente transformados en borregos sumisos.
El avance de los gobiernos es ya una orgía y el retroceso ciudadano, una vergüenza. Todos los controles de la democracia primitiva, ideados para impedir que el Estado se convirtiera en opresor y que los partidos políticos se hicieran oligárquicos y dominantes, han saltado por los aires: la Justicia está intervenida por los políticos; la ley es desigual e injusta; los partidos políticos son monstruos sin control; la sociedad civil, destinada a ser el contrapeso del poder político, está al borde del coma; la prensa ha dejado de ser crítica y no cumple su vital tarea de fiscalizar a los poderes; las elecciones, cada día más manipuladas por los partidos, ya no pueden considerarse libres; y ahora, para colmo, se produce el asalto al mundo financiero.
El poder ya lo controla todo: la violencia, las armas, la cultura, la Justicia, el dinero y, al parecer, también las mentes sometidas.
Lo que está ocurriendo es toda una paradoja sangrante: los mismos políticos que han arruinado el sistema financiero mundial, aprovechando el pánico generalizado que ellos mismos han provocado, lo asaltan ahora, lo ocupan y se presentan ante el aterrorizado ciudadano como salvadores.
Los ciudadanos, dueños teóricos de la democracia y soberanos del poder, ya habían sido despojados de su soberanía y desplazados de la política por los partidos políticos y sus élites "profesionales", pero ahora el atentado contra los principios elementales de la democracia ha llegado mucho más lejos y los gobiernos, aplaudido por los cobardes y los esclavos, penetra en el mundo financiero y asume también el control directo de la banca.
Creíamos que el siglo XXI podría ser el de la liberación de la ciudadanía, pero ya se perfila como el siglo de los esclavos.
Quizás convenga ahora recordar el famoso pensamiento, atribuido por error a Bertold Brech (en realidad la pronunció Martín Niemöller, figura emblemática de la resistencia alemana al Tercer Reich, respondiendo a una pregunta de un estudiante) sobre la pasividad de los ciudadanos alemanes ante la toma del poder por parte de los nazis:
“Primero vinieron a buscar a los comunistas, y yo no era comunista, así que no hablé. Después vinieron por los socialistas y los gremialistas, pero yo no era de lo uno ni de lo otro, así que no hablé. Después vinieron por los judíos, pero yo no era judío, así que no hablé. Luego vinieron por los católicos y no dije nada por que yo era protestante. Y cuando vinieron a por mí ya no quedaba nadie que alzara la voz para defenderme”.
Como ocurre siempre, el miedo, que es el alimento de los cobardes, ha permitido que el poder político avance y ha arrinconado todavía más al ciudadano, que ya no es sino una sombra de lo que llegó a ser en el pasado, cuando fue definido como soberano y señor de la democracia.
La crisis ha permitido a los gobiernos intervenir en la economía y penetrar sin oposición en las instituciones financieras, que son uno de los santuarios decisivos de la sociedad civil, donde, incluso, se disponen a arrebatar el control a los accionistas, sin que nadie proteste, sin resistencia alguna, ante unos ciudadanos vergonzosamente transformados en borregos sumisos.
El avance de los gobiernos es ya una orgía y el retroceso ciudadano, una vergüenza. Todos los controles de la democracia primitiva, ideados para impedir que el Estado se convirtiera en opresor y que los partidos políticos se hicieran oligárquicos y dominantes, han saltado por los aires: la Justicia está intervenida por los políticos; la ley es desigual e injusta; los partidos políticos son monstruos sin control; la sociedad civil, destinada a ser el contrapeso del poder político, está al borde del coma; la prensa ha dejado de ser crítica y no cumple su vital tarea de fiscalizar a los poderes; las elecciones, cada día más manipuladas por los partidos, ya no pueden considerarse libres; y ahora, para colmo, se produce el asalto al mundo financiero.
El poder ya lo controla todo: la violencia, las armas, la cultura, la Justicia, el dinero y, al parecer, también las mentes sometidas.
Lo que está ocurriendo es toda una paradoja sangrante: los mismos políticos que han arruinado el sistema financiero mundial, aprovechando el pánico generalizado que ellos mismos han provocado, lo asaltan ahora, lo ocupan y se presentan ante el aterrorizado ciudadano como salvadores.
Los ciudadanos, dueños teóricos de la democracia y soberanos del poder, ya habían sido despojados de su soberanía y desplazados de la política por los partidos políticos y sus élites "profesionales", pero ahora el atentado contra los principios elementales de la democracia ha llegado mucho más lejos y los gobiernos, aplaudido por los cobardes y los esclavos, penetra en el mundo financiero y asume también el control directo de la banca.
Creíamos que el siglo XXI podría ser el de la liberación de la ciudadanía, pero ya se perfila como el siglo de los esclavos.
Quizás convenga ahora recordar el famoso pensamiento, atribuido por error a Bertold Brech (en realidad la pronunció Martín Niemöller, figura emblemática de la resistencia alemana al Tercer Reich, respondiendo a una pregunta de un estudiante) sobre la pasividad de los ciudadanos alemanes ante la toma del poder por parte de los nazis:
“Primero vinieron a buscar a los comunistas, y yo no era comunista, así que no hablé. Después vinieron por los socialistas y los gremialistas, pero yo no era de lo uno ni de lo otro, así que no hablé. Después vinieron por los judíos, pero yo no era judío, así que no hablé. Luego vinieron por los católicos y no dije nada por que yo era protestante. Y cuando vinieron a por mí ya no quedaba nadie que alzara la voz para defenderme”.
Comentarios: