Algunos creen que la epidemia más destructiva de la historia humana y el motivo principal de las muchas desgracias del hombre ha sido la guerra, causante de cientos de millones de muertos, más de cien millones sólo en el siglo XX; otros creen que fue el totalitarismo, encarnado en fantasmas como la tiranía, el absolutismo, la plaga asesina bolchevique y el totalitarismo enloquecido nazi y fascista, culpables de opresión y de exterminios ideológicos y culturales masivos; otros señalan al egoismo, el odio y la violencia como las plagas humanas que nos han llevado al desastre.
Nosotros creemos que el virus más letal y dañino de la Historia ha sido el mal gobierno, el verdadero causante de la guerra, del hambre, de la violencia, la injusticia y casi la totalidad de los males de la raza humana.
El mayor drama de la historia humana ha sido el fracaso del liderazgo y de los políticos, que, a pesar de contar con todo el poder, los privilegios y los recursos, han sido incapaces de cumplir con su misión de mejorar el mundo y de solucionar los grandes problemas de la Humanidad.
Si alguien duda de esta tesis que señala al gobierno como el principal causante de los males del hombre, que analice cómo está siendo gestionada la actual crisis, una de las peores de la Historia, y comprobará toda la injusticia y la ineficiencia del poder, intervencionista, parcial, inepto e incapaz de atajar el mal, arbitrario a la hora de repartir los recursos comunes, que están siendo desviados hacia la banca y la gran empresa, dejando desamparados a las pequeñas y medianas empresas y a las familias y ciudadanos, mientras que los líderes de la comunidad exhiben su blindaje ante el drama colectivo subiendose sus sueldos, asegurando sus cargos e incrementando sus privilegios, que ya antes eran hirientes e injustos.
No es cierta la sentencia, alimentada desde la política, que dice que “los pueblos tienen los gobiernos que se merecen”. No conozco un solo pueblo que sea peor que el gobierno que padece. Lo que sí es ciertos es que los ciudadanos tienen que implicarse en solucionar los problemas del planeta, ya que los políticos son incapaces de hacerlo. La sentencia que dice que “la política es algo demasiado importante para dejarla en manos de los políticos” se convierte cada día en más infalible.
Son los malos gobiernos los que han llevado a los pueblos hacia la guerra, los que han empujado a los pueblos europeos a pelear unos con otros durante más de veinte siglos. Carlos I de España y Francisco I de Francia, dos bravucones irresponsables, pelearon durante décadas y causaron decenas de miles de muertas sólo para demostrar cual de los dos era más chulo. Fueron los políticos los que embarcaron a la Europa próspera y alegre de 1914 en una guerra absurda que empujó a generaciones enteras hacia las trincheras, donde millones de vidas fueron segadas por las ametralladoras y los gases. Malos gobiernos fueron los que enfrentaron a los españoles en una guerra civil que era perfectamente evitable. Fueron los malos gobiernos los que perfeccionaron el totalitarismo y asesinaron a poblaciones enteras a mediados del siglo XX, dentro y fuera del frente bélico de la Segunda Guerra Mundial. Fueron los malos gobiernos los que inventaron la guerra fría, los que sembraron de conflictos bélicos el siglo, los que asesinaron sistemáticamente al adversario bajo la excusa de la seguridad nacional, los que derrocaron a los gobiernos populares y los que jamás dedicaron un esfuerzo a derrotar el hambre, la miseria y la injusticia.
Dicen los gobernantes en su descargo que la responsabilidad de los errores corresponde a toda la sociedad, pero no es cierto porque son ellos los que tienen el poder, sus lujos, sus privilegios y sus recursos: el presupuesto nacional, el monopolio de la violencia, el ejército, la policía y la fuerza de la ley. Nosotros sólo somos culpables de haberlos elegido sin exigirles casi nada a cambio. Ni siquiera los exigimos que sepan idiomas, que posean títulos superiores o que hayan demostrado en sus vidas poseer valores humanos.
Nosotros creemos que el virus más letal y dañino de la Historia ha sido el mal gobierno, el verdadero causante de la guerra, del hambre, de la violencia, la injusticia y casi la totalidad de los males de la raza humana.
El mayor drama de la historia humana ha sido el fracaso del liderazgo y de los políticos, que, a pesar de contar con todo el poder, los privilegios y los recursos, han sido incapaces de cumplir con su misión de mejorar el mundo y de solucionar los grandes problemas de la Humanidad.
Si alguien duda de esta tesis que señala al gobierno como el principal causante de los males del hombre, que analice cómo está siendo gestionada la actual crisis, una de las peores de la Historia, y comprobará toda la injusticia y la ineficiencia del poder, intervencionista, parcial, inepto e incapaz de atajar el mal, arbitrario a la hora de repartir los recursos comunes, que están siendo desviados hacia la banca y la gran empresa, dejando desamparados a las pequeñas y medianas empresas y a las familias y ciudadanos, mientras que los líderes de la comunidad exhiben su blindaje ante el drama colectivo subiendose sus sueldos, asegurando sus cargos e incrementando sus privilegios, que ya antes eran hirientes e injustos.
No es cierta la sentencia, alimentada desde la política, que dice que “los pueblos tienen los gobiernos que se merecen”. No conozco un solo pueblo que sea peor que el gobierno que padece. Lo que sí es ciertos es que los ciudadanos tienen que implicarse en solucionar los problemas del planeta, ya que los políticos son incapaces de hacerlo. La sentencia que dice que “la política es algo demasiado importante para dejarla en manos de los políticos” se convierte cada día en más infalible.
Son los malos gobiernos los que han llevado a los pueblos hacia la guerra, los que han empujado a los pueblos europeos a pelear unos con otros durante más de veinte siglos. Carlos I de España y Francisco I de Francia, dos bravucones irresponsables, pelearon durante décadas y causaron decenas de miles de muertas sólo para demostrar cual de los dos era más chulo. Fueron los políticos los que embarcaron a la Europa próspera y alegre de 1914 en una guerra absurda que empujó a generaciones enteras hacia las trincheras, donde millones de vidas fueron segadas por las ametralladoras y los gases. Malos gobiernos fueron los que enfrentaron a los españoles en una guerra civil que era perfectamente evitable. Fueron los malos gobiernos los que perfeccionaron el totalitarismo y asesinaron a poblaciones enteras a mediados del siglo XX, dentro y fuera del frente bélico de la Segunda Guerra Mundial. Fueron los malos gobiernos los que inventaron la guerra fría, los que sembraron de conflictos bélicos el siglo, los que asesinaron sistemáticamente al adversario bajo la excusa de la seguridad nacional, los que derrocaron a los gobiernos populares y los que jamás dedicaron un esfuerzo a derrotar el hambre, la miseria y la injusticia.
Dicen los gobernantes en su descargo que la responsabilidad de los errores corresponde a toda la sociedad, pero no es cierto porque son ellos los que tienen el poder, sus lujos, sus privilegios y sus recursos: el presupuesto nacional, el monopolio de la violencia, el ejército, la policía y la fuerza de la ley. Nosotros sólo somos culpables de haberlos elegido sin exigirles casi nada a cambio. Ni siquiera los exigimos que sepan idiomas, que posean títulos superiores o que hayan demostrado en sus vidas poseer valores humanos.
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