El declive de Sevilla es tan palpable como triste y paralelo al del avance de la corrupción, la ineficiencia y el descaro de sus dirigentes políticos. Los escándalos políticos son tan frecuentes como los atascos de tráfico. Las tres últimas notas estridentes en el decadente concierto político sevillano han sido la dimisión del concejal de Izquierda Unida Lolo Silva, envuelto en escándalos de corrupción por contratos otorgados a dedo y por beneficiar con privilegios a su madre y a otros miembros de su familia, las declaraciones de la portavoz socialista en el ayuntamiento, según la cual el amiguismo y el enchufismo no son delitos, y haber negado una calle a las víctimas del terrorismo para dedicársela en su lugar a Pilar Bardem.
Pero los de Silva y Bardem no son, ni mucho menos, los únicos episodios que revelan el mal gobierno, el decaimiento y la corrupción en Sevilla. Su alcalde, el socialista Sánchez Monteseirín, enfrentado con su partido, que parece querer relevarlo porque está causando un desgaste insoportable al socialismo, también acusado de beneficiar a familiares y amigos, es señalado como el principal culpable del retroceso de la ciudad, cuya imagen vuelve a ser tan negativa como en la década de los ochenta, con Juan Guerra, los maletines cargados de billetes y las comisiones y negocios oscuros que se hacían al amparo de la Expo 92.
La ciudad que fue sede en 1992 de una de las grandes exposiciones universales del siglo XX y que pugnaba entonces por formar parte del selecto y exclusivo club de las ciudades más avanzadas y competitivas del mundo, hoy ha perdido el empuje, vive envuelta en el atraso y está dominada por un gobierno municipal donde abundan los mediocres, ignorantes y fanáticos.
Mientras que la ciudad, víctima de la desidia y del mal gobierno, languidece y avanza hoy menos que Málaga, Valencia, Almería, Zaragoza, Bilbao, Madrid, Barcelona, Murcia y la mayoría de las grandes urbes de España, los socialistas del Ayuntamiento, de manera incomprensible para los ciudadanos, han cedido vitales y enormes cuotas de poder a sus socios de Izquierda Unida, una fuerza política con un poder desproporcionado, pese a que apenas consiguió 25.000 votos en las últimas elecciones. Pero esos fueron los votos que los socialistas necesitaban para otorgar el poder al alcalde Monteseirín, desplazando al PP, que fue la fuerza más votada.
El poder de Izquierda Unida en Sevilla es enorme y ha hecho posible la paradoja de que sean los comunistas, gente cuya ideología les impide creer en la libre empresa, quienes controlen buena parte de las finanzas locales, de las relaciones institucionales con los empresarios y de los programas de emprendedores y de desarrollo local.
Sin embargo, lo que más entusiasma a los comunistas locales y a sus aliados son dos programas concretos: volcar todo el apoyo financiero y cultural de la ciudad en la dictadura cubana de Castro y cambiar las calles de nombre para eliminar todo rastro del pasado "franquista", ignorando quizás que la mayor herencia del antiguo autoritarismo franquista son ellos mismos.
El Ayuntamiento de Sevilla, dentro de la aplicación de la Ley de la Memoria Histórica, que la capacita para retirar nombres de calles vinculadas al franquismo, incluyó el del Papa Pío XII como una de las 64 calles cuyos nombres quieren cambiar. Finalmente, ante la protesta y el ridículo, el proyecto fue abandonado.
Muchos vecinos, contrarios a esas medidas y argumentando que la ciudad tiene otros problemas mucho más urgentes, como son la inseguridad ciudadana, el desempleo creciente y la corrupción, han creado plataformas para oponerse a las más absurdas iniciativas del ayuntamiento.
Exhibiendo un incomprensible sectarismo radical y cateto, los grupos municipales del PSOE e Izquierda Unida basaban su condena a Pío XII en que ese papa reconoció explícitamente el régimen surgido en España a partir de 1936 – 1939 con la Guerra Civil y en que firmó en 1953 un concordato con el general Franco.
El Ayuntamiento de Sevilla, envuelto ya en el pasado en escándalos por facturas falsas y otros, se encuentra conmocionado en estos días por un escándalo tras otro. Uno de los más sonados implica a su alcalde, el socialista Alfredo Sánchez Monteseirín, por haber encargado y pagado la realización de una costosa página Web institucional a un primo hermano suyo sin experiencia alguna en diseño digital e informática, que se dedica a vender trajes de novias. Para colmo de males, la página, ya pagada, no aparece por ninguna parte.
Un lamento más: el conocido psiquiatra sevillano Javier Criado ha unido su voz a las muchas que denuncian el triste declive de Sevilla. Afirma Criado que la ciudad no sólo pierde los trenes del progreso sino estaciones enteras de trenas cada día.
Pero los de Silva y Bardem no son, ni mucho menos, los únicos episodios que revelan el mal gobierno, el decaimiento y la corrupción en Sevilla. Su alcalde, el socialista Sánchez Monteseirín, enfrentado con su partido, que parece querer relevarlo porque está causando un desgaste insoportable al socialismo, también acusado de beneficiar a familiares y amigos, es señalado como el principal culpable del retroceso de la ciudad, cuya imagen vuelve a ser tan negativa como en la década de los ochenta, con Juan Guerra, los maletines cargados de billetes y las comisiones y negocios oscuros que se hacían al amparo de la Expo 92.
La ciudad que fue sede en 1992 de una de las grandes exposiciones universales del siglo XX y que pugnaba entonces por formar parte del selecto y exclusivo club de las ciudades más avanzadas y competitivas del mundo, hoy ha perdido el empuje, vive envuelta en el atraso y está dominada por un gobierno municipal donde abundan los mediocres, ignorantes y fanáticos.
Mientras que la ciudad, víctima de la desidia y del mal gobierno, languidece y avanza hoy menos que Málaga, Valencia, Almería, Zaragoza, Bilbao, Madrid, Barcelona, Murcia y la mayoría de las grandes urbes de España, los socialistas del Ayuntamiento, de manera incomprensible para los ciudadanos, han cedido vitales y enormes cuotas de poder a sus socios de Izquierda Unida, una fuerza política con un poder desproporcionado, pese a que apenas consiguió 25.000 votos en las últimas elecciones. Pero esos fueron los votos que los socialistas necesitaban para otorgar el poder al alcalde Monteseirín, desplazando al PP, que fue la fuerza más votada.
El poder de Izquierda Unida en Sevilla es enorme y ha hecho posible la paradoja de que sean los comunistas, gente cuya ideología les impide creer en la libre empresa, quienes controlen buena parte de las finanzas locales, de las relaciones institucionales con los empresarios y de los programas de emprendedores y de desarrollo local.
Sin embargo, lo que más entusiasma a los comunistas locales y a sus aliados son dos programas concretos: volcar todo el apoyo financiero y cultural de la ciudad en la dictadura cubana de Castro y cambiar las calles de nombre para eliminar todo rastro del pasado "franquista", ignorando quizás que la mayor herencia del antiguo autoritarismo franquista son ellos mismos.
El Ayuntamiento de Sevilla, dentro de la aplicación de la Ley de la Memoria Histórica, que la capacita para retirar nombres de calles vinculadas al franquismo, incluyó el del Papa Pío XII como una de las 64 calles cuyos nombres quieren cambiar. Finalmente, ante la protesta y el ridículo, el proyecto fue abandonado.
Muchos vecinos, contrarios a esas medidas y argumentando que la ciudad tiene otros problemas mucho más urgentes, como son la inseguridad ciudadana, el desempleo creciente y la corrupción, han creado plataformas para oponerse a las más absurdas iniciativas del ayuntamiento.
Exhibiendo un incomprensible sectarismo radical y cateto, los grupos municipales del PSOE e Izquierda Unida basaban su condena a Pío XII en que ese papa reconoció explícitamente el régimen surgido en España a partir de 1936 – 1939 con la Guerra Civil y en que firmó en 1953 un concordato con el general Franco.
El Ayuntamiento de Sevilla, envuelto ya en el pasado en escándalos por facturas falsas y otros, se encuentra conmocionado en estos días por un escándalo tras otro. Uno de los más sonados implica a su alcalde, el socialista Alfredo Sánchez Monteseirín, por haber encargado y pagado la realización de una costosa página Web institucional a un primo hermano suyo sin experiencia alguna en diseño digital e informática, que se dedica a vender trajes de novias. Para colmo de males, la página, ya pagada, no aparece por ninguna parte.
Un lamento más: el conocido psiquiatra sevillano Javier Criado ha unido su voz a las muchas que denuncian el triste declive de Sevilla. Afirma Criado que la ciudad no sólo pierde los trenes del progreso sino estaciones enteras de trenas cada día.