Se dedican a escudriñar el pasado de las personas, a inventar infundios, a boicotear blogs contrarios al independentismo, a contrargumentar, a manipular, a difundir noticias falsas, a generar información favorable, a denunciar a diestro y siniestro, a denigrar y despedazar a los adversarios y a acosar a los que piensan y escriben contra el "proceso". Son miles y, aunque hay algunos voluntarios, la mayoría son mercenarios pagados por asociaciones e instituciones próximas al independentismo. Se sospecha que también hay piratas informáticos al servicio de la "causa" independentista, pero no hay pruebas, al menos por el momento, aunque la Guardia Civil, que tiene un servicio brillante cazador de hackers, los busca y quizás tenga ya algunos fichados.
Es un ejército de sombras reclutado para ganar esa guerra genuina del siglo XXI, que libran los independentistas catalanes contra España, una guerra sin cañones ni fusiles, pero que sí utiliza las armas más novedosas y eficaces del siglo, que son las palabras y las ideas, porque las guerras de última generación no se libran en colinas y trincheras, como en el pasado, sino en las páginas de los periódicos, los noticieros de radio y televisión y en el ciberespacio, el territorio donde pululan los periódicos electrónicos, los blogs y la redes sociales.
Los trolls catalanes son considerados como fuerza de choque porque los líderes del independentismo creen que son la fuerza decisiva que necesitan para vencer porque saben que la independencia sólo podrá llegar cuando la opinión pública mundial la exija y acorrale a España para que la conceda.
Lo grave y vergonzoso de todo esta guerra es que las victimas, que son España y los españoles, apenas se defienden ni combaten y que, además, son tan imbéciles que están pagando a los rebeldes y a sus tropas sombrías con el dinero procedente de los impuestos. Así son las cosas en esta España idiotizada y gobernada por una de las clases políticas peores del planeta, capaz de financiar a los que la quieren matar.
Con Sanchez en la Moncloa y Puigdemont y Quim Torra mandando al lado del nuevo presidente, otro sombrío personaje al que no sólo le paga España sino que le ha encumbrado hasta convertirlo en el jefe máximo, los trolls y piratas catalanes han redoblado su esfuerzo porque ahora ven más próxima la victoria y se sienten impunes, sin que el gobierno de España les persiga y les encarcele, como sin duda merecen, ellos y, sobre todo, sus jefes.
Hablé hace días con un policía español altamente cualificado en lucha contra la piratería y el fraude en el ciberespacio y me dijo que la ofensiva catalana en las redes está creciendo como la espuma y sus recursos y efectivos casi se duplican cada mes. Le pregunté si los catalanes tenían acuerdos con redes mundiales de piratería, rusas, israelíes o de otras naciones, pero no quiso contestarme sobre ese asunto.
La gran batalla de los golpistas catalanes es la de la opinión pública y su principales bastiones, junto con los medios públicos, sobre todo la sectaria y combativa TV3, buque insignia del golpismo separatista, son las subvenciones y contratos de publicidad con los medios privados, concedidos a cambio de apoyos, y el ejército de los piratas y trolls, verdaderas fuerzas especiales que practican con maestría la lucha de guerrillas, la demolición y la kale borroka en el ciberespacio español e internacional.
Francisco Rubiales
Es un ejército de sombras reclutado para ganar esa guerra genuina del siglo XXI, que libran los independentistas catalanes contra España, una guerra sin cañones ni fusiles, pero que sí utiliza las armas más novedosas y eficaces del siglo, que son las palabras y las ideas, porque las guerras de última generación no se libran en colinas y trincheras, como en el pasado, sino en las páginas de los periódicos, los noticieros de radio y televisión y en el ciberespacio, el territorio donde pululan los periódicos electrónicos, los blogs y la redes sociales.
Los trolls catalanes son considerados como fuerza de choque porque los líderes del independentismo creen que son la fuerza decisiva que necesitan para vencer porque saben que la independencia sólo podrá llegar cuando la opinión pública mundial la exija y acorrale a España para que la conceda.
Lo grave y vergonzoso de todo esta guerra es que las victimas, que son España y los españoles, apenas se defienden ni combaten y que, además, son tan imbéciles que están pagando a los rebeldes y a sus tropas sombrías con el dinero procedente de los impuestos. Así son las cosas en esta España idiotizada y gobernada por una de las clases políticas peores del planeta, capaz de financiar a los que la quieren matar.
Con Sanchez en la Moncloa y Puigdemont y Quim Torra mandando al lado del nuevo presidente, otro sombrío personaje al que no sólo le paga España sino que le ha encumbrado hasta convertirlo en el jefe máximo, los trolls y piratas catalanes han redoblado su esfuerzo porque ahora ven más próxima la victoria y se sienten impunes, sin que el gobierno de España les persiga y les encarcele, como sin duda merecen, ellos y, sobre todo, sus jefes.
Hablé hace días con un policía español altamente cualificado en lucha contra la piratería y el fraude en el ciberespacio y me dijo que la ofensiva catalana en las redes está creciendo como la espuma y sus recursos y efectivos casi se duplican cada mes. Le pregunté si los catalanes tenían acuerdos con redes mundiales de piratería, rusas, israelíes o de otras naciones, pero no quiso contestarme sobre ese asunto.
La gran batalla de los golpistas catalanes es la de la opinión pública y su principales bastiones, junto con los medios públicos, sobre todo la sectaria y combativa TV3, buque insignia del golpismo separatista, son las subvenciones y contratos de publicidad con los medios privados, concedidos a cambio de apoyos, y el ejército de los piratas y trolls, verdaderas fuerzas especiales que practican con maestría la lucha de guerrillas, la demolición y la kale borroka en el ciberespacio español e internacional.
Francisco Rubiales