Parece increíble, pero ni el gobierno, ni los partidos, ni los miles de altos cargos y de "cabezas de huevo" pagados por el Estado con sueldos de lujo, junto con los miles de asesores y expertos contratados, han sido incapaces de analizar correctamente el fenómeno catalán y de prevenir sus terribles efectos dañinos para la nación.
Han dejado que el odio sembrado madurara y se convirtiera en fanatismo feroz; han permitido que generaciones enteras de jóvenes hayan sido educados en la hispanofobia; han cerrado los ojos para no ver el monstruo nazi que estaba creciendo en Cataluña y hasta han confiado hasta ultima hora en los Mossos de Escuadra, un cuerpo integrado por enchufados radicales, totalmente fiel al nacionalismo catalán más radical.
¿Nadie ha podido prever todo esto? ¿Donde estaban los servicios de inteligencia civiles y militares? ¿No había espías infiltrados? ¿Se puede ser más torpe que estos políticos que han gobernado España durante más de tres décadas sin darse cuenta que la sedición y todas las traiciones imaginables crecían en sus entrañas?
El gobierno siempre ha ofrecido durante toda la crisis, una imagen de torpeza inaudita. Quisieron disfrazar la torpeza de prudencia y algunos lo creyeron, pero al final todo les ha estallado en pleno rostro y se ha descubierto la ineptitud imbécil.
Si al final el conflicto entra en vías de solución no habrá sido tanto por la acción del Estado como por el boicot de los ciudadanos a las empresas y productos catalanes, una reacción que ha puesto de rodillas a la Caixa, al Banco de Sabadell y ha llenado de miedo a numerosas empresas que, aunque tarde, han comprendido que enfrentarse al pueblo consumidor cabreado era un suicidio.
Durante años nos han dicho que los servicios de inteligencia españoles eran de los mejores del mundo. Ante los hechos, esa parece otra de las muchas mentiras con sello oficial español.
Los independentistas han ganado la batalla donde se libran las batallas modernas, en el escenario de la Opinión Pública. Ellos eran los insumisos, los que violaban la Constitución, los que practicaban el totalitarismo e incumplían las sentencias, pero, ante los ojos del mundo, han logrado aparecer como las víctimas de un Estado opresor. Las cargas policiales parecían de aficionados y casi entrañables, comparadas con las de las policías de Francia, Gran Bretaña o Estados Unidos, pero nuestros políticos han sido tan poco inteligentes que son hoy tratados como déspotas en el mundo entero. Los nazis han ganado la primera batalla, sin apenas esfuerzo, sólo porque enfrente tenían un ejército atolondrado de políticos embotados y torpes, con menos seso que un mosquito.
Teníamos todo el apoyo del mundo, pero las cargas policiales, a pesar de que han producido solo cuatro hospitalizados, nos han puesto de rodillas y el mundo cree que los policías y guardias civiles son bestias pardas reprimiendo y astillando huesos en las calles.
¿Se puede ser más torpe? ¿En que se han gastado los fondos reservados destinados a la inteligencia del Estado? ¿Nadie ha sabido prever los riesgos? ¿Tan difícil era descubrir que el odio ciega y enloquece a las multitudes? ¿Tan difícil era presionar a los empresarios para que cortaran de raíz la rebelión? Tan pocos recursos tenía este Estado, que es uno de los que más dinero gastan del mundo en mantener su poder y su estatus?
Francisco Rubiales
Han dejado que el odio sembrado madurara y se convirtiera en fanatismo feroz; han permitido que generaciones enteras de jóvenes hayan sido educados en la hispanofobia; han cerrado los ojos para no ver el monstruo nazi que estaba creciendo en Cataluña y hasta han confiado hasta ultima hora en los Mossos de Escuadra, un cuerpo integrado por enchufados radicales, totalmente fiel al nacionalismo catalán más radical.
¿Nadie ha podido prever todo esto? ¿Donde estaban los servicios de inteligencia civiles y militares? ¿No había espías infiltrados? ¿Se puede ser más torpe que estos políticos que han gobernado España durante más de tres décadas sin darse cuenta que la sedición y todas las traiciones imaginables crecían en sus entrañas?
El gobierno siempre ha ofrecido durante toda la crisis, una imagen de torpeza inaudita. Quisieron disfrazar la torpeza de prudencia y algunos lo creyeron, pero al final todo les ha estallado en pleno rostro y se ha descubierto la ineptitud imbécil.
Si al final el conflicto entra en vías de solución no habrá sido tanto por la acción del Estado como por el boicot de los ciudadanos a las empresas y productos catalanes, una reacción que ha puesto de rodillas a la Caixa, al Banco de Sabadell y ha llenado de miedo a numerosas empresas que, aunque tarde, han comprendido que enfrentarse al pueblo consumidor cabreado era un suicidio.
Durante años nos han dicho que los servicios de inteligencia españoles eran de los mejores del mundo. Ante los hechos, esa parece otra de las muchas mentiras con sello oficial español.
Los independentistas han ganado la batalla donde se libran las batallas modernas, en el escenario de la Opinión Pública. Ellos eran los insumisos, los que violaban la Constitución, los que practicaban el totalitarismo e incumplían las sentencias, pero, ante los ojos del mundo, han logrado aparecer como las víctimas de un Estado opresor. Las cargas policiales parecían de aficionados y casi entrañables, comparadas con las de las policías de Francia, Gran Bretaña o Estados Unidos, pero nuestros políticos han sido tan poco inteligentes que son hoy tratados como déspotas en el mundo entero. Los nazis han ganado la primera batalla, sin apenas esfuerzo, sólo porque enfrente tenían un ejército atolondrado de políticos embotados y torpes, con menos seso que un mosquito.
Teníamos todo el apoyo del mundo, pero las cargas policiales, a pesar de que han producido solo cuatro hospitalizados, nos han puesto de rodillas y el mundo cree que los policías y guardias civiles son bestias pardas reprimiendo y astillando huesos en las calles.
¿Se puede ser más torpe? ¿En que se han gastado los fondos reservados destinados a la inteligencia del Estado? ¿Nadie ha sabido prever los riesgos? ¿Tan difícil era descubrir que el odio ciega y enloquece a las multitudes? ¿Tan difícil era presionar a los empresarios para que cortaran de raíz la rebelión? Tan pocos recursos tenía este Estado, que es uno de los que más dinero gastan del mundo en mantener su poder y su estatus?
Francisco Rubiales
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