Bukele, en España, sería arrojado por los socialistas a la fasciosfera, pero el salvadoreño ha demostrado que capta el voto del 87% de los votos de su pueblo, mientras que el progre Sánchez, líder de la progresía española, es abucheado en las calles y ni siquiera gana las elecciones.
¿Quien es más demócrata, el que gobierna como su pueblo quiere y es premiado con el 87% de los votos de sus ciudadanos o el que ni siquiera ha sabido ganar las elecciones y se ha encumbrado en el poder engañando a sus electores y pactando con los que prometió no pactar nunca?
Propaganda aparte, el demócrata es quien gobierna siguiendo la voluntad popular, mientras que el que gobierna según le conviene es un gánster.
La democracia, como su nombre indica, es el gobierno del pueblo (demos-kratos), pero las élites han asesinado la verdadera democracia y dicen que el político que es elegido recibe un cheque en blanco y puede gobernar como él quiera durante toda la legislatura, ignorando la voluntad popular.
De ese modo, la democracia es sustituida por una tiranía sucia, disfrazada de democracia.
Pedro Sánchez, con su desfachatez asombrosa y profundo déficit ético, se auto considera un demócrata, a pesar de que gobierna en contra de la voluntad de su pueblo, que no quiere ser invadido por inmigrantes ilegales, muchos de ellos delincuentes, ni quiere que el gobierno indulte y amnistíe a los políticos delincuentes de Cataluña, ni que los recursos públicos se repartan de manera arbitraria e injusta, ni que los políticos tengan tantos privilegios, ni que los ciudadanos sean esquilmados por impuestos abusivos y un largo etcétera que el verdadero fascista español, Pedro Sánchez, impone al pueblo contra su voluntad.
Hay decenas de detalles que sitúan a Sánchez en el fascismo. Gobernar contra la mayoría, imponiendo alianzas bastardas con ex terroristas y golpistas y cambiar las leyes para beneficiar a delincuentes catalanes y vascos es un signo indudables del fascismo sanchista.
Pero hay muchos de otros ejemplos que sitúan a Sánchez en el fascismo. Gobernar contra los intereses de la mayoría, imponiendo alianzas bastardas con ex terroristas y golpistas y cambiar las leyes para beneficiar a delincuentes catalanes y vascos son dos de signos indudables del fascismo sanchista.
Pero Sánchez, discípulo del nazi Goebbels en el manejo de la propaganda para el control de las masas, sabe que las mentiras, si se repiten, parecen verdades. Por eso llama fachas a los demócratas y se auto califica de demócrata siendo él un facha de libro.
La amnistía para delincuentes catalanes recién aprobada, el monstruoso escándalo "Ábalos-Koldo", que afecta a cuanto ministerios, a la esposa de Sánchez y que a él mismo lo rodea de sospechas, han empujado a Pedro Sánchez hasta el fondo de la fosa de la corrupción y de la peor tiranía fascista sin ética.
Francisco Rubiales
¿Quien es más demócrata, el que gobierna como su pueblo quiere y es premiado con el 87% de los votos de sus ciudadanos o el que ni siquiera ha sabido ganar las elecciones y se ha encumbrado en el poder engañando a sus electores y pactando con los que prometió no pactar nunca?
Propaganda aparte, el demócrata es quien gobierna siguiendo la voluntad popular, mientras que el que gobierna según le conviene es un gánster.
La democracia, como su nombre indica, es el gobierno del pueblo (demos-kratos), pero las élites han asesinado la verdadera democracia y dicen que el político que es elegido recibe un cheque en blanco y puede gobernar como él quiera durante toda la legislatura, ignorando la voluntad popular.
De ese modo, la democracia es sustituida por una tiranía sucia, disfrazada de democracia.
Pedro Sánchez, con su desfachatez asombrosa y profundo déficit ético, se auto considera un demócrata, a pesar de que gobierna en contra de la voluntad de su pueblo, que no quiere ser invadido por inmigrantes ilegales, muchos de ellos delincuentes, ni quiere que el gobierno indulte y amnistíe a los políticos delincuentes de Cataluña, ni que los recursos públicos se repartan de manera arbitraria e injusta, ni que los políticos tengan tantos privilegios, ni que los ciudadanos sean esquilmados por impuestos abusivos y un largo etcétera que el verdadero fascista español, Pedro Sánchez, impone al pueblo contra su voluntad.
Hay decenas de detalles que sitúan a Sánchez en el fascismo. Gobernar contra la mayoría, imponiendo alianzas bastardas con ex terroristas y golpistas y cambiar las leyes para beneficiar a delincuentes catalanes y vascos es un signo indudables del fascismo sanchista.
Pero hay muchos de otros ejemplos que sitúan a Sánchez en el fascismo. Gobernar contra los intereses de la mayoría, imponiendo alianzas bastardas con ex terroristas y golpistas y cambiar las leyes para beneficiar a delincuentes catalanes y vascos son dos de signos indudables del fascismo sanchista.
Pero Sánchez, discípulo del nazi Goebbels en el manejo de la propaganda para el control de las masas, sabe que las mentiras, si se repiten, parecen verdades. Por eso llama fachas a los demócratas y se auto califica de demócrata siendo él un facha de libro.
La amnistía para delincuentes catalanes recién aprobada, el monstruoso escándalo "Ábalos-Koldo", que afecta a cuanto ministerios, a la esposa de Sánchez y que a él mismo lo rodea de sospechas, han empujado a Pedro Sánchez hasta el fondo de la fosa de la corrupción y de la peor tiranía fascista sin ética.
Francisco Rubiales