En su discurso ante las Cortes para conmemorar el 40 aniversario de las primeras elecciones democráticas, el rey Felipe VI habló más de los "logros" del sistema, al que llamó "democrático" y no "partitocrático", que de los grandes déficits y dramas que sufre España, un país plagado de corrupción, impunidad, clientelismo, abuso de poder y otras lacras que el monarca decidió ignorar con la intención de ganarse a los políticos y poder seguir reinando.
El mayor error del reinado de Felipe VI es haber apostado por los políticos y no por el pueblo.
El rey, más interesado en ganarse el apoyo de los políticos que el de los demócratas y ciudadanos, relegados y con menos poder, ha silenciado las penurias del pueblo e ignorado que el balance de los últimos 40 años de historia de España está lleno de fracasos y que el sistema se aleja cada día más de la democracia para sumergirse en una dictadura de partidos políticos.
El joven rey, que tiene miedo de que la monarquía pierda el apoyo de los poderosos partidos políticos españoles y quede vinculada exclusivamente al Partido Popular, después del giro a la izquierda y el acercamiento a Podemos impuestos por Pedro Sánchez al socialismo español, optó por un discurso edulcorado, al gusto de una clase política que cada día está más alejada del pueblo, ignorando que el soporte más fuerte que puede tener la monarquía española es su vinculación a los ciudadanos.
Aseguran los expertos que en la Casa Real hay profunda preocupación por el deslizamiento socialista hacia la izquierda, hacia los postulados de Podemos y hacia un concepto de España "plurinacional", ajeno a esa España Unida que es el núcleo de la actual Constitución y cuya salvaguardia es el primer deber del rey.
El miedo a que los partidos abandonen la monarquía y a que la Corona quede vinculada solo al PP ha pesado tanto en el discurso del rey que borró del texto las obligadas referencias y condenas a los dramas profundos que tiñen de vergüenza la política española: injusticia, nula separación de poderes, corrupción, tamaño excesivo del Estado, deriva separatista en varias comunidades, descontento popular ante los abusos y privilegios inmerecidos de la clase política, impuestos desproporcionados, endeudamiento alocado, despilfarro, desempleo, avance de la pobreza, caida de la calidad de los servicios públicos y un largo etcétera que demuestran que el principal problema de España es precisamente el mal gobierno constante de esa clase política mediocre y escasamente democrática por la que el monarca apuesta.
Ojalá el rey no tenga que arrepentirse de haber perdido una gran oportunidad para reconciliarse con la democracia y con su pueblo. Haber preferido halagar los oídos y la conciencia de la clase política española, a la que el pueblo, según las encuestas, rechaza, desprecia y exige una regeneración que el poder niega, es, sin duda, una apuesta peligrosa y desentrañada.
Francisco Rubiales
El mayor error del reinado de Felipe VI es haber apostado por los políticos y no por el pueblo.
El rey, más interesado en ganarse el apoyo de los políticos que el de los demócratas y ciudadanos, relegados y con menos poder, ha silenciado las penurias del pueblo e ignorado que el balance de los últimos 40 años de historia de España está lleno de fracasos y que el sistema se aleja cada día más de la democracia para sumergirse en una dictadura de partidos políticos.
El joven rey, que tiene miedo de que la monarquía pierda el apoyo de los poderosos partidos políticos españoles y quede vinculada exclusivamente al Partido Popular, después del giro a la izquierda y el acercamiento a Podemos impuestos por Pedro Sánchez al socialismo español, optó por un discurso edulcorado, al gusto de una clase política que cada día está más alejada del pueblo, ignorando que el soporte más fuerte que puede tener la monarquía española es su vinculación a los ciudadanos.
Aseguran los expertos que en la Casa Real hay profunda preocupación por el deslizamiento socialista hacia la izquierda, hacia los postulados de Podemos y hacia un concepto de España "plurinacional", ajeno a esa España Unida que es el núcleo de la actual Constitución y cuya salvaguardia es el primer deber del rey.
El miedo a que los partidos abandonen la monarquía y a que la Corona quede vinculada solo al PP ha pesado tanto en el discurso del rey que borró del texto las obligadas referencias y condenas a los dramas profundos que tiñen de vergüenza la política española: injusticia, nula separación de poderes, corrupción, tamaño excesivo del Estado, deriva separatista en varias comunidades, descontento popular ante los abusos y privilegios inmerecidos de la clase política, impuestos desproporcionados, endeudamiento alocado, despilfarro, desempleo, avance de la pobreza, caida de la calidad de los servicios públicos y un largo etcétera que demuestran que el principal problema de España es precisamente el mal gobierno constante de esa clase política mediocre y escasamente democrática por la que el monarca apuesta.
Ojalá el rey no tenga que arrepentirse de haber perdido una gran oportunidad para reconciliarse con la democracia y con su pueblo. Haber preferido halagar los oídos y la conciencia de la clase política española, a la que el pueblo, según las encuestas, rechaza, desprecia y exige una regeneración que el poder niega, es, sin duda, una apuesta peligrosa y desentrañada.
Francisco Rubiales