El gobierno de Sánchez engaña cuando dice que el problema de Cataluña es sólo "de orden público", ocultando que es toda una rebelión contra el Estado apoyada por la Generalitat, el conflicto más grave que afecta a España desde la guerra civil de 1936. Pedro Sánchez lo sabe y por eso dice que el conflicto durará mucho, pero no lo admite y lo esconde porque le perjudicaría en lo único que de verdad le obsesiona: seguir en la Moncloa.
Si los ciudadanos catalanes y españoles que rechazan la rebelión violenta y la independencia asumieran la verdad de que la política de Sánchez es la que nos ha llevado a esta rebelión organizada de los catalanes contra España, pocos le votarían y el 10 de noviembre Sánchez recibiría esa derrota contundente que se merece por sus inoperancia, debilidad, vínculos con la mentira y su electoralismo obsesivo y sin escrúpulos.
Se lee en ABC: «Un sector de la sociedad catalana, no pequeño, se ha alzado contra el Estado con el respaldo de los líderes políticos para conseguir la independencia». Pasados los días de furia, un experto de Inteligencia consultado por ABC hace este diagnóstico. «No son simples alteraciones del orden público; ni mucho menos. Si fuera así, el gobierno de la Generalitat y todos los partidos condenarían la violencia y actuarían contra ella», añade. Fuentes de los Mossos de la máxima solvencia describen así esa realidad: «No son altercados, provocados por infiltrados radicales, aunque también los hay. Lo que ha sido –y veremos a ver cuánto tiempo continúa– es una rebelión. Sería bueno que nadie busque justificaciones más o menos amables, porque la situación es la que es».
El gobierno de Sánchez miente y minimiza el drama catalán para volver a ganar las elecciones, lo que puede interpretarse como bajeza y traición, ya que su deber no es ocultar la verdad y el riesgo, sino afrontarlo y combatirlo para defender España.
El gobierno, como tantas veces se ha hecho en el pasado, siempre con resultados pésimos, intenta silenciar y apagar la rebelión de Cataluña con dinero y privilegios. Se trata de una política miserable que premia a los desleales y delincuentes, mientras castiga a las comunidades españoles más leales, a las que se les sustraen dineros que podrían mejorar sus servicios y el nivel de vida de sus ciudadanos.
Aunque numerosos expertos y asesores del mismo Sánchez creen que los independentistas catalanes se encuentran en un callejón cuya única salida es la huida hacia adelante, aumentando siempre la conflictividad, la violencia y la presión, hasta lograr la independencia, única solución para evitar la cárcel y la ruina de una Cataluña que está destrozando su convivencia, su paz, su economía y su futuro, Pedro Sánchez cierra los ojos de manera tozuda y suicida y se niega a admitir el enorme riesgo que amenaza a España como nación.
Sánchez ha optado por la peor de las soluciones, por la política de ocultar la realidad y premiar al delincuente con dinero y privilegios, mientras olvida o castiga a los mejores, la que ha llevado a España en el pasado hasta la decadencia, el abatimiento y la guerra civil. Nadie ha practicado esa política vil con la desfachatez y la falta de escrúpulos de Pedro Sánchez. Víctimas de esa política han sido muchos de nuestros héroes, que murieron hostigados por el poder y en la ruina. Algunos ejemplos de esa política injusta y cobarde son Hernán Cortes, el Gran Capitán y Blas de Lezo, tres héroes que murieron en el castigo y el olvido, y dramas tan destructivos como la invasión de los franceses napoleónicos y la pérdida de nuestro imperio.
Hay quien piensa que el último represaliado por la bajeza típica de los políticos españoles es el general Franco, al que quizás deberían haberle dejado descansar en el olvido en lugar de remover sus restos para denigrar públicamente su figura.
Francisco Rubiales
Si los ciudadanos catalanes y españoles que rechazan la rebelión violenta y la independencia asumieran la verdad de que la política de Sánchez es la que nos ha llevado a esta rebelión organizada de los catalanes contra España, pocos le votarían y el 10 de noviembre Sánchez recibiría esa derrota contundente que se merece por sus inoperancia, debilidad, vínculos con la mentira y su electoralismo obsesivo y sin escrúpulos.
Se lee en ABC: «Un sector de la sociedad catalana, no pequeño, se ha alzado contra el Estado con el respaldo de los líderes políticos para conseguir la independencia». Pasados los días de furia, un experto de Inteligencia consultado por ABC hace este diagnóstico. «No son simples alteraciones del orden público; ni mucho menos. Si fuera así, el gobierno de la Generalitat y todos los partidos condenarían la violencia y actuarían contra ella», añade. Fuentes de los Mossos de la máxima solvencia describen así esa realidad: «No son altercados, provocados por infiltrados radicales, aunque también los hay. Lo que ha sido –y veremos a ver cuánto tiempo continúa– es una rebelión. Sería bueno que nadie busque justificaciones más o menos amables, porque la situación es la que es».
El gobierno de Sánchez miente y minimiza el drama catalán para volver a ganar las elecciones, lo que puede interpretarse como bajeza y traición, ya que su deber no es ocultar la verdad y el riesgo, sino afrontarlo y combatirlo para defender España.
El gobierno, como tantas veces se ha hecho en el pasado, siempre con resultados pésimos, intenta silenciar y apagar la rebelión de Cataluña con dinero y privilegios. Se trata de una política miserable que premia a los desleales y delincuentes, mientras castiga a las comunidades españoles más leales, a las que se les sustraen dineros que podrían mejorar sus servicios y el nivel de vida de sus ciudadanos.
Aunque numerosos expertos y asesores del mismo Sánchez creen que los independentistas catalanes se encuentran en un callejón cuya única salida es la huida hacia adelante, aumentando siempre la conflictividad, la violencia y la presión, hasta lograr la independencia, única solución para evitar la cárcel y la ruina de una Cataluña que está destrozando su convivencia, su paz, su economía y su futuro, Pedro Sánchez cierra los ojos de manera tozuda y suicida y se niega a admitir el enorme riesgo que amenaza a España como nación.
Sánchez ha optado por la peor de las soluciones, por la política de ocultar la realidad y premiar al delincuente con dinero y privilegios, mientras olvida o castiga a los mejores, la que ha llevado a España en el pasado hasta la decadencia, el abatimiento y la guerra civil. Nadie ha practicado esa política vil con la desfachatez y la falta de escrúpulos de Pedro Sánchez. Víctimas de esa política han sido muchos de nuestros héroes, que murieron hostigados por el poder y en la ruina. Algunos ejemplos de esa política injusta y cobarde son Hernán Cortes, el Gran Capitán y Blas de Lezo, tres héroes que murieron en el castigo y el olvido, y dramas tan destructivos como la invasión de los franceses napoleónicos y la pérdida de nuestro imperio.
Hay quien piensa que el último represaliado por la bajeza típica de los políticos españoles es el general Franco, al que quizás deberían haberle dejado descansar en el olvido en lugar de remover sus restos para denigrar públicamente su figura.
Francisco Rubiales