Información y Opinión

El fracaso de la Comunidad Iberoamericana de Naciones





La última cumbre Iberoamericana, recién celebrada en Salamanca, sumó un fracaso más a su ya larga y lamentable historia de impotencia y mediocridad. La historia de la Comunidad Iberoamericana de Naciones es la de un gran proyecto que no termina de despegar porque sus artífices, les jefes de Estado y de Gobierno, no tienen ni empuje, ni prestigio, ni agallas.

Los políticos hablan de éxito, de un antes y de un después de Salamanca, de que haber logrado reunirse ya es en sí un éxito. Sin embargo, ellos, alienados y viviendo lejos del pueblo y de la realidad, son incapaces de ver lo que muchos ciudadanos vemos con claridad meridiana: la Comunidad Iberoamericana de Naciones es una gran idea mal gestionada por unos políticos que la han convertido en un fracaso permanente, que ni siquiera merece el respeto de la comunidad internacional, y que se arrastra impotente, año tras año, entre la indefinición, la impotencia y la cobardía.

En Salamanca, quisieron ser osados e independientes al apoyar a Cuba, pero bastó una protesta de Washington para que la Cumbre diera marcha atrás. Quieren ser una comunidad unida y con peso en la escena mundial, pero están dramáticamente separados y alejados unos de otros, sin una identidad que les una, sin principios que puedan defender juntos, sin otra posibilidad real en la agenda que la de hacer turismo presidencial cada año.

La próxima cita de la impotencia, el año próximo en Montevideo.

En Estados Unidos, la Casa Blanca está contrariada por los excesos y actitudes de los iberoamericanos en Salamanca y afirman que "han tomado nota", explicando las posturas con sarcasmo, como lo refleja la dura frase, referida a los jefes de Estado y de gobierno, "quizás han tomado demasiado vino", pronunciada por Otto Reich, ex subsecretario de Estado norteamericano y ex asesor de Bush.

Y, sin embargo, la Comunidad tiene sentido y podría lograr un sorprendente peso en el mundo, si los pueblos iberoamericanos tuvieran fe en ellos mismos y si muchos de sus dirigentes fueran realmente líderes representativos de los pueblos que gobiernan, si tuvieran la valentía de enfrentarse al Imperio, si fueran capaces de dotarse de principios y de valores comunes que pudieran ser proclamados y defendidos.

Podrían unirse en torno a la idea de crear una democracia auténtica, pero la mayoría de ellos no son demócratas, ni creen en la democracia, sino que encabezan oligocracias y se sirven de ellas para obtener poder y brillo. Podrían defender un frente unido e independiente ante Washington, pero todos tiemblan ante el poder y la fuerza del “gringo” y sueñan en secreto con la amistad y los favores del Imperio. Podrían defender quizás un mercado común y una cooperación económica auténtica, pero ni siquiera reciben con cariño a las empresas españolas, brasileñas o mexicanas que se instalan en la región.

España, gracias a su capacidad económica, podría ejercer cierto liderazgo, pero España está tan subdesarrollada como las demás en valores y principios y el actual gobierno de España, torpe y débil en la escena internacional, ni siquiera puede hoy liderar la unidad de su propio pueblo.

Es tan lamentable como triste, pero sólo les une el idioma. La distancia es enorme en aspectos tan vitales como la concepción del poder, donde se mezclan dictadores con oligarcas y torpes aprendices a demócratas, como la defensa de valores comunes, que nadie encuentra porque unos creen en la dignidad, otros sólo en el desarrollo y la mayoría únicamente en el poder, como la búsqueda y defensa de una identidad común, porque unos se sienten americanos, otros europeos, algunos revolucionarios, otros bolivarianos, otros representantes de la vieja derecha y otros miembros de una izquierda que ha perdido su ideología y la ha cambiado por ambiciones, sentimientos y sensibilidades.

La comunidad Iberoamericana es un precioso y frustrante sueño mal gestionado por gente dominada por el relativismo, que quieren contentar a todos, que sólo creen en las concesiones, expertos en dar marcha atrás, políticos que antes de soñar deberían aprender a ser libres, dignos y auténticos demócratas.



Franky  
Jueves, 20 de Octubre 2005
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