El rey de España de dirigió a los españoles, como es costumbre, en la Noche Buena de 2008 y, lamentablemente, perdió una oportunidad de oro para hablar con sinceridad, para afrontar con firmeza y verdad los auténticos problemas de España. Prefirió decir más o menos lo que se esperaba, un discurso que sobrevuela los dramas de España, pero cuidadoso para no herir a la casta política, prudente, para que el ciudadano no se preocupe demasiado, afirmando cosas en las que, probablemente, ni siquiera él cree, verdaderas pamplinas que, en tiempos de zozobra, suenan distantes y alienadas a los demócratas españoles.
Dijo, por ejemplo, que "Gracias a nuestra Constitución, España ha vivido por primera vez treinta años de democracia plena", ignorando que la España en la que él reina, la de la Justicia intervenida por los partidos políticos, la corrupción galopante, los ciudadanos marginados, los partidos políticos insaciables de poder y el despilfarro incontrolado de un poder político que ya ni siquiera conecta con la ciudadanía, está, por desgracia, a años luz de distancia de lo que él llama "democracia plena".
El rey parecía un extraterrestre cuando decía que hay que "tirar del carro en la misma dirección", sin especificar si en la dirección que quiere Cataluña, es decir dos para mí y uno para tí, o en la que quiere el PP, o la que pretende el PSOE, o la que quieren los pocos demócratas que subsisten, o en la dirección que tiran los corruptos. Tanía que haber dicho en qué dirección hay que tirar, pero no se atrevió porque penetrar en el corazón de los problemas puede irritar a los poderes que sostienen a la Corona.
También dijo que hay que "recuperar la confianza", pero no se atrevió a decir que la confianza existía hace apenas unos años, pero hoy la han perdido los españoles porque ya no se fían de sus líderes, ni de sus banqueros, ni del poder político, que les ha demostrado hasta la saciedad su ineptitud, sus mentiras reiteradas, su desprecio por los grandes valores, su baja inclinación hacia lo corrupto, su capacidad de despilfarrar, su elitismo inaceptable, sus subidas semiclandestinas de sueldos en tiempos de crisis, sus coches de lujo, adquiridos mientras cientos de miles de españoles caminan ya hacia los comedores de Cáritas.
Afirmó el rey que "no hay recetas mágicas", lo que no es cierto. Esa "recerta mágica" existe y se llama "democracia", un cóctel maravilloso que quizás desconozca nuestro rey, pero que consiste en una mezcla de ética, rigor, decencia, eficiencia, verdadera igualdad y participación ciudadana en la gestión de los asuntos comunes. La receta mágica que España necesita está ahí, al alcance de la mano, pero el rey no la puede ver porque asumirla significaría erradicar la mentira y el engaño como estilo de gobierno, contar con los ciudadanos a la hora de decidir, restar poder a los todopoderosos partidos políticos, perseguir a los corruptos, dejar en libertad e independencia a los grandes poderes del Estado, permitir que las televisiones y los grandes medios digan la verdad, no "la verdad del poder" que es algo muy diferente.
El rey habló de algo interesante y, en apariencia, valiente, cuando pidió que se fortalecieran las relaciones con Estados Unidos, pero, lo ha dicho sin aclarar que el deterioro de esa relación se debe a la actitud poco responsable y casi hostil de su amigo Zapatero, el que se mantuvo sentado cuando desfilaba la bandera de los USA por el paseo de la Castellana. Pudo haberlo dicho antes, en sus anteriores mensajes navideños, cuando España sufria en todos los escenarios internacionales su lejanía de Washington, incluso en el campo de los negocios, perdiendo miles de millones de dólares en contratos, pero entonces el monarca guardó silencio. Haberlo dicho antes, en el momento oportuno, habría sido más valiente y tenido más mérito, pero, ciertamente, antes estaba Bush en la Casa Blanca y era "persona no grata" en la Moncloa.
Pamplinas......
Dijo, por ejemplo, que "Gracias a nuestra Constitución, España ha vivido por primera vez treinta años de democracia plena", ignorando que la España en la que él reina, la de la Justicia intervenida por los partidos políticos, la corrupción galopante, los ciudadanos marginados, los partidos políticos insaciables de poder y el despilfarro incontrolado de un poder político que ya ni siquiera conecta con la ciudadanía, está, por desgracia, a años luz de distancia de lo que él llama "democracia plena".
El rey parecía un extraterrestre cuando decía que hay que "tirar del carro en la misma dirección", sin especificar si en la dirección que quiere Cataluña, es decir dos para mí y uno para tí, o en la que quiere el PP, o la que pretende el PSOE, o la que quieren los pocos demócratas que subsisten, o en la dirección que tiran los corruptos. Tanía que haber dicho en qué dirección hay que tirar, pero no se atrevió porque penetrar en el corazón de los problemas puede irritar a los poderes que sostienen a la Corona.
También dijo que hay que "recuperar la confianza", pero no se atrevió a decir que la confianza existía hace apenas unos años, pero hoy la han perdido los españoles porque ya no se fían de sus líderes, ni de sus banqueros, ni del poder político, que les ha demostrado hasta la saciedad su ineptitud, sus mentiras reiteradas, su desprecio por los grandes valores, su baja inclinación hacia lo corrupto, su capacidad de despilfarrar, su elitismo inaceptable, sus subidas semiclandestinas de sueldos en tiempos de crisis, sus coches de lujo, adquiridos mientras cientos de miles de españoles caminan ya hacia los comedores de Cáritas.
Afirmó el rey que "no hay recetas mágicas", lo que no es cierto. Esa "recerta mágica" existe y se llama "democracia", un cóctel maravilloso que quizás desconozca nuestro rey, pero que consiste en una mezcla de ética, rigor, decencia, eficiencia, verdadera igualdad y participación ciudadana en la gestión de los asuntos comunes. La receta mágica que España necesita está ahí, al alcance de la mano, pero el rey no la puede ver porque asumirla significaría erradicar la mentira y el engaño como estilo de gobierno, contar con los ciudadanos a la hora de decidir, restar poder a los todopoderosos partidos políticos, perseguir a los corruptos, dejar en libertad e independencia a los grandes poderes del Estado, permitir que las televisiones y los grandes medios digan la verdad, no "la verdad del poder" que es algo muy diferente.
El rey habló de algo interesante y, en apariencia, valiente, cuando pidió que se fortalecieran las relaciones con Estados Unidos, pero, lo ha dicho sin aclarar que el deterioro de esa relación se debe a la actitud poco responsable y casi hostil de su amigo Zapatero, el que se mantuvo sentado cuando desfilaba la bandera de los USA por el paseo de la Castellana. Pudo haberlo dicho antes, en sus anteriores mensajes navideños, cuando España sufria en todos los escenarios internacionales su lejanía de Washington, incluso en el campo de los negocios, perdiendo miles de millones de dólares en contratos, pero entonces el monarca guardó silencio. Haberlo dicho antes, en el momento oportuno, habría sido más valiente y tenido más mérito, pero, ciertamente, antes estaba Bush en la Casa Blanca y era "persona no grata" en la Moncloa.
Pamplinas......