Lo que va a ocurrir hoy en el Valle de los Caídos no es una venganza histórica, ni el castigo de un dictador, sino una miserable apuesta por el odio, la división y el enfrentamiento, impulsada por un gobierno socialista que pasará a la historia con ignominia como el que quiso acabar con la reconciliación, el perdón mutuo y el espíritu de concordia que España pretendía instaurar con la Transición y la democracia.
Hace algunas décadas, en los primeros años del nuevo régimen presuntamente democrático, Franco estaba donde tenía que estar, en el olvido y bien enterrado. Los franquistas de entonces eran unos pocos nostálgicos impotentes ante una nueva España que avanzaba unida, por fin vivía en paz y miraba el futuro con esperanza. Pero llegaron los políticos, ese mal terrible que Franco conocía y rechazaba como el peor peligro de los pueblos, y lo estropearon todo. Prostituyeron la democracia y la convirtieron en dictadura de partidos políticos, hicieron crecer el odio, alimentaron el nacionalismo donde no lo había, convirtieron las comunidades autónomas en nidos de corrupción, abuso y disgregación, promovieron más las derechas y las izquierdas que la propia España como hogar común, repudiaron nuestra bandera y nuestros símbolos y, comportándose como verdaderos hijos de Satanás y de la bajeza, convirtieron aquella España pujante que se integraba en Europa y el mundo con ilusión, en un país dividido, endeudado, envidioso, enfrentado, minado por la corrupción, lleno de desempleados y camino hacia la ruina y mal gobernado por una casta de políticos sin grandeza ni valores, de las peores del planeta, codiciosos, corrompidos, ineptos y cobardes.
En el aquelarre político que ha destrozado la nación en las últimas décadas, las izquierdas fueron líderes y modelaron el país a su antojo, pero las derechas fueron tan imbéciles y cobardes que secundaron el perverso juego y contribuyeron, con todas sus fuerzas, al deterioro de la nación y de la esperanza. Los nacionalismos vasco y catalán, siempre codiciosos, mercenarios y pervertidos por el odio, sirvieron como cómplices y comparsa feliz en aquella bacanal de destrucción y miseria.
Lo que hoy se va a escenificar en el Valle de los Caídos es un grave error que tendrá consecuencias perversas en el futuro, como Pedro Sánchez y sus adláteres desean. Dividirá todavía más España en dos bandos enfrentados, convertirá a Franco en el símbolo de la nostalgia y del pasado, fortalecerá el bipartidismo de las derechas y a las izquierdas y concentrará la atención y el esfuerzo de la nación en el enfrentamiento entre bandas y partidas, en lugar de mirar el futuro y apostar por lo que realmente es noble y necesario: la unidad, la fortaleza, la cooperación y las reformas que el país necesita para ser realmente democrático y decente.
Por todas estas razones, lo que hoy va a escenificarse en el Valle de los Caídos es, probablemente, el día más perverso y triste desde que murió Franco.
¡Ojalá caiga sobre sus promotores y actores todo el bochorno y la condena ética e histórica que merecen!
Francisco Rubiales
Hace algunas décadas, en los primeros años del nuevo régimen presuntamente democrático, Franco estaba donde tenía que estar, en el olvido y bien enterrado. Los franquistas de entonces eran unos pocos nostálgicos impotentes ante una nueva España que avanzaba unida, por fin vivía en paz y miraba el futuro con esperanza. Pero llegaron los políticos, ese mal terrible que Franco conocía y rechazaba como el peor peligro de los pueblos, y lo estropearon todo. Prostituyeron la democracia y la convirtieron en dictadura de partidos políticos, hicieron crecer el odio, alimentaron el nacionalismo donde no lo había, convirtieron las comunidades autónomas en nidos de corrupción, abuso y disgregación, promovieron más las derechas y las izquierdas que la propia España como hogar común, repudiaron nuestra bandera y nuestros símbolos y, comportándose como verdaderos hijos de Satanás y de la bajeza, convirtieron aquella España pujante que se integraba en Europa y el mundo con ilusión, en un país dividido, endeudado, envidioso, enfrentado, minado por la corrupción, lleno de desempleados y camino hacia la ruina y mal gobernado por una casta de políticos sin grandeza ni valores, de las peores del planeta, codiciosos, corrompidos, ineptos y cobardes.
En el aquelarre político que ha destrozado la nación en las últimas décadas, las izquierdas fueron líderes y modelaron el país a su antojo, pero las derechas fueron tan imbéciles y cobardes que secundaron el perverso juego y contribuyeron, con todas sus fuerzas, al deterioro de la nación y de la esperanza. Los nacionalismos vasco y catalán, siempre codiciosos, mercenarios y pervertidos por el odio, sirvieron como cómplices y comparsa feliz en aquella bacanal de destrucción y miseria.
Lo que hoy se va a escenificar en el Valle de los Caídos es un grave error que tendrá consecuencias perversas en el futuro, como Pedro Sánchez y sus adláteres desean. Dividirá todavía más España en dos bandos enfrentados, convertirá a Franco en el símbolo de la nostalgia y del pasado, fortalecerá el bipartidismo de las derechas y a las izquierdas y concentrará la atención y el esfuerzo de la nación en el enfrentamiento entre bandas y partidas, en lugar de mirar el futuro y apostar por lo que realmente es noble y necesario: la unidad, la fortaleza, la cooperación y las reformas que el país necesita para ser realmente democrático y decente.
Por todas estas razones, lo que hoy va a escenificarse en el Valle de los Caídos es, probablemente, el día más perverso y triste desde que murió Franco.
¡Ojalá caiga sobre sus promotores y actores todo el bochorno y la condena ética e histórica que merecen!
Francisco Rubiales