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El decepcionante Mariano: La crisis del PP se pudre





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Incapaz de democratizar a su partido, ni de abrir un debate ilusionante, ni de amalgamar a un partido que se disgrega, Mariano Rajoy, impulsado más por la rabia que por la razón, ha estimulado la ruptura del Partido Popular al lanzarse a la yugular de Esperanza Aguirre e invitarla a que se marche. Durante demasiados días ha permanecido en silencio, sin abrir puentes, sin introducir ideas sugestivas en el debate, dejando que la situación empeore y confiado en el falso principio de que el tiempo lo cura todo.

Sin embargo, no es cierto que el tiempo lo cura todo. A veces, cuando dejas que las cosas se arreglen solas, lo que ocurre es que se pudren y el olor a podrido termina destruyéndote. Es lo que le está pasando a Mariano Rajoy, indeciso, paralizado, mermado, dubitativo y con su liderazgo en el PP cada día más podrido.

No se atreve a sustituir al pobre Ángel Acebes, que debíó haber dimitido con Zaplana, porque teme que el nombre de su sustituto "in pectore", Gallardón, alimente el fuego que ya arde vigoroso en su partido. No se atreve a oponerse al PSOE porque ha pactado con su equipo una política de oposición distinta, más suave y sin ataduras. No se atreve a enfrentarse abiertamente a Esperanza Aguirre porque le teme. Ni siquiera es capaz de reconocer que el equipo que ha nombrado, con Soraya de número tres, le ha creado enemistades internas en el partido que él no puede controlar en estos momentos.

Mientras tanto, el partido se le pudre y, como fruta madura, está cayendo en manos de los barones, de Arenas, de Camps y de Valcarcel. También le teme a las baronías, pero no se atreve a neutralizar al trio andaluz-valenciano-murciano, del que depende su futuro. Alguien le ha advertido que la derecha española no puede permitirse el lujo de ser un partido de barones porque la historia ha demostrado que siempre que ha fallado la autoridad centralizada, la derecha ha estallado y ha terminado diluida en un océano de rencillas, venganzas y miserias.

El liderazgo de Rajoy merma y retrocede cada día más, ante las risas de los socialistas, que ya se ven cuatro años más en la Moncloa y avanzando en el mapa autonómico.

El panorama mediático todavía hace más grave la crisis de la derecha. Los medios del PSOE no paran de animar la batalla interna del PP para devaluar ante los ciudadanos la acción opositora de la derecha, mientras que el ruido anti Rajoy y anti Gallardón de la COPE y de El Mundo se eleva cada día más y es ya un grito.

Los votantes y simpatizantes del PP están ya impacientes porque quieren ver una oposición nítida y solvente y sienten asco al ver al PP y al PSOE apuñalando al unísono a Montesquieu y repartiéndose los despojos del Poder Judicial. Algunos empiezan ya a sentirse frustrados y a decir algo terrible: que para hacer componendas y para guardar silencio ante la ignominia, ellos no han votado al PP. Y, con dureza y frustración, agregan que las siglas PP empiezan a significar ya "Partido de Perdedores" y que, por lo visto, no fue ZP el único que engaño a sus votantes en la pasada campaña electoral.

A Rajoy puede pasarle como le pasó a Alfonso Guerra, el cual, en contra de la opinión de los expertos, decidió no hacer nada cuando la crisis de su hermano Juan y el tiempo, en lugar de curar el problema, lo pudrió tanto que hasta el propio Alfonso, envuelto en el hedor del descrédito y de la corrupción, tuvo que dimitir.

Pero lo más grave y triste de todo esto es que Rajoy, aunque lo sabe, porque no es tonto, tampoco se atreve a admitir que su partido está enfermo y que necesita con urgencia un tratamiento de choque basado en una profunda renovación de personas y de ideas. Sin esa renovación, el PP seguirá siendo, cada día más, un partido perdedor, un pelele en manos del astuto Zapatero, una opción política en declive destinada a alimentar las filas de UPyD y de otras opciones que, sin duda, surgirán cuando el olor a cadaver se haga más intenso.


   FRM
Domingo, 20 de Abril 2008
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