La agresión de Pedro Sánchez a España no se limita a haber provocado mucho dolor y muchas muertes en la crisis mal gestionada del coronavirus. Es mucho peor porque ataca la esencia del sistema, que es el consenso tácito al que se llegó tras la muerte de Franco y que dio vida a la Constitución, verdadera hoja de ruta de la España moderna. Esa Constitución, básica para la existencia del sistema, está siendo violada, mientras que las leyes han dejado de ser respetadas por un poder político que ha perdido el respeto a la sociedad y a las reglas del juego comúnmente aceptadas.
Afirma el lúcido Carlos de Luna que "El consenso tácito entre las fuerzas políticas e instituciones del Estado, en torno a la inviolabilidad de la institución monárquica y la persona del jefe del estado español, se está resquebrajando. No se trata de la fuerza que haya podido adquirir el republicanismo militante de la galaxia de PODEMOS junto a los nacionalismos de diverso signo, sino de la ruptura del sector lealista al régimen del 78 en torno a la Corona, como símbolo, representación y salvaguarda de susodicho régimen, representado políticamente por los dos tradicionales partidos de gobierno, con un PSOE en clara deriva ideológica, hacia el encuentro con la extrema izquierda y un sector del centro-derecha patrio que parece estar perdiendo la fe en los "cuentos de reyes" por momentos, en cuyos círculos dirigentes, intelectuales y mediáticos, ya no se descarta como opción posible en un futuro ya no tan lejano, el cambio de régimen, donde quien sabe si la Zarzuela pasaría a ser ocupada por el presidente de la República Española".
El asalto al poder protagonizado por Pedro Sánchez, en alianza con los comunistas y nacionalistas que quieren destruir España, está fuera del espíritu de la Constitución y no habría sido posible si previamente no se hubiera asesinado la Carta Magna y el consenso democrático que la sostenía.
El viejo rey emérito está siendo cazado, pero el objetivo real no es él, sino su hijo y la institución monárquica. Ya nadie quiere defender la Monarquía, hasta el punto de ocultar los abusos y arbitrariedades del rey emérito, que se coronó siendo pobre y abdicó en su hijo Felipe siendo ya un multimillonario de alto nivel mundial.
Pero la vieja Monarquía, a pesar de la antipatía que millones de españoles sienten hacia la familia francesa Borbón, sigue teniendo muchos partidarios y el hecho de que un político sustituya al monarca como Presidente de una Tercera Republica es una idea que provoca todavía indignación y rechazo entre los que temen que la corrupción y la bajeza que impregnan a los partidos y a sus dirigentes se encarame y se instale también en la cúspide del Estado.
Si se analiza el comportamiento del actual gobierno, cerrando los ojos y los oídos a la propaganda manipuladora del poder y de los medios comprados, uno llega fácilmente a la conclusión de que el sistema está siendo dinamitado y que ese crimen está siendo ocultado a la ciudadanía. Los desleales vascos y catalanes son los que mandan, deciden y obtienen más beneficios en el reparto de los recursos; los delincuentes condenados por sedición y malversación están prácticamente libres; los fugados de la Justicia que se dedican a denigra España son eurodiputados y abofetean a España con su impunidad; el odio a España sigue inundando las calles y plazas de Cataluña, impulsado desde la Generalitat; las leyes están siendo adaptadas para que el gobierno gane votos; el feminismo se transforma, poco a poco, en una cacería del varón; las decisiones no se inspiran en el bien común, sino en el electoralismo y las fechorías que se comenten, duras e insoportables en cualquier democracia de nuestro entorno, gozan en España de completa impunidad y ni siquiera desgastan a un gobierno que carece de fronteras morales, como lo demuestran el robo de los ERES, la prostitución de las niñas tuteladas por el Estado, el incidente de los encapuchados del gobierno enviados a Bolivia, la mafiosa entrevista del ministro Ábalos con la vicepresidenta narcorégimen de Venezuela, las indecentes concesiones al independentismo, la marginación y castigo de los enemigos políticos, etc., etc.
Francisco Rubiales
Afirma el lúcido Carlos de Luna que "El consenso tácito entre las fuerzas políticas e instituciones del Estado, en torno a la inviolabilidad de la institución monárquica y la persona del jefe del estado español, se está resquebrajando. No se trata de la fuerza que haya podido adquirir el republicanismo militante de la galaxia de PODEMOS junto a los nacionalismos de diverso signo, sino de la ruptura del sector lealista al régimen del 78 en torno a la Corona, como símbolo, representación y salvaguarda de susodicho régimen, representado políticamente por los dos tradicionales partidos de gobierno, con un PSOE en clara deriva ideológica, hacia el encuentro con la extrema izquierda y un sector del centro-derecha patrio que parece estar perdiendo la fe en los "cuentos de reyes" por momentos, en cuyos círculos dirigentes, intelectuales y mediáticos, ya no se descarta como opción posible en un futuro ya no tan lejano, el cambio de régimen, donde quien sabe si la Zarzuela pasaría a ser ocupada por el presidente de la República Española".
El asalto al poder protagonizado por Pedro Sánchez, en alianza con los comunistas y nacionalistas que quieren destruir España, está fuera del espíritu de la Constitución y no habría sido posible si previamente no se hubiera asesinado la Carta Magna y el consenso democrático que la sostenía.
El viejo rey emérito está siendo cazado, pero el objetivo real no es él, sino su hijo y la institución monárquica. Ya nadie quiere defender la Monarquía, hasta el punto de ocultar los abusos y arbitrariedades del rey emérito, que se coronó siendo pobre y abdicó en su hijo Felipe siendo ya un multimillonario de alto nivel mundial.
Pero la vieja Monarquía, a pesar de la antipatía que millones de españoles sienten hacia la familia francesa Borbón, sigue teniendo muchos partidarios y el hecho de que un político sustituya al monarca como Presidente de una Tercera Republica es una idea que provoca todavía indignación y rechazo entre los que temen que la corrupción y la bajeza que impregnan a los partidos y a sus dirigentes se encarame y se instale también en la cúspide del Estado.
Si se analiza el comportamiento del actual gobierno, cerrando los ojos y los oídos a la propaganda manipuladora del poder y de los medios comprados, uno llega fácilmente a la conclusión de que el sistema está siendo dinamitado y que ese crimen está siendo ocultado a la ciudadanía. Los desleales vascos y catalanes son los que mandan, deciden y obtienen más beneficios en el reparto de los recursos; los delincuentes condenados por sedición y malversación están prácticamente libres; los fugados de la Justicia que se dedican a denigra España son eurodiputados y abofetean a España con su impunidad; el odio a España sigue inundando las calles y plazas de Cataluña, impulsado desde la Generalitat; las leyes están siendo adaptadas para que el gobierno gane votos; el feminismo se transforma, poco a poco, en una cacería del varón; las decisiones no se inspiran en el bien común, sino en el electoralismo y las fechorías que se comenten, duras e insoportables en cualquier democracia de nuestro entorno, gozan en España de completa impunidad y ni siquiera desgastan a un gobierno que carece de fronteras morales, como lo demuestran el robo de los ERES, la prostitución de las niñas tuteladas por el Estado, el incidente de los encapuchados del gobierno enviados a Bolivia, la mafiosa entrevista del ministro Ábalos con la vicepresidenta narcorégimen de Venezuela, las indecentes concesiones al independentismo, la marginación y castigo de los enemigos políticos, etc., etc.
Francisco Rubiales