La izquierda radical, en España, representada sobre todo por los comunistas que controlan Unidas Podemos y el PSOE de Sánchez, opera ya abiertamente como quinta columna dentro de la democracia, a la que degrada y descuartiza. En el presente babea y se relame de gusto porque cree que está a punto de conquistar la Moncloa y, desde el poder, convertir a España en la más preciada presa del comunismo en el mundo.
El anuncio de un pacto de gobierno con Unidas Podemos ha convertido a Pedro Sánchez en un verdugo amenazante. A pesar de que en las elecciones del 10 de noviembre perdieron en conjunto más de un millón y medio de votos y un buen puñado de diputados, se proponen conquistar el poder de nuevo con el apoyo de los peores enemigos de España, desde proetarras hasta independentistas y golpistas catalanes.
Hay una parte de la izquierda mundial que no quiere despegarse del totalitarismo, que no cree en la democracia, que es incapaz de condenar los crímenes del comunismo y de decenas de dictadores de izquierda en el mundo a los que, vergonzosamente, presta su apoyo. Esa izquierda, que ahora se siente fuerte en España, impregnada de leninismo, conspira y lucha desde la trastienda para acabar con la democracia y conquistar el poder, aunque sea por atajos pervertidos.
Esa izquierda vergonzante es la que está sosteniendo a Pedro Sánchez en España, sin importarle que el gobierno socialista carezca de los votos populares nesarios para gobernar, unacarencia que pretenden suplir con los votos del contubernio de los desleales, enemigos de España, amigos del terrorismo etarra y golpistas catalanes impregnados de demencias nazis.
Parecía imposible que en España, un país próspero y libre encuadrado en el corazón de Occidente, pudieran prosperar los radicales de izquierda, Pero ha ocurrido, con Sánchez y Pablo Iglesias a la cabeza, principales culpables del desastre que se avecina junto a un pueblo confundido y aborregado que les vota en las urnas de manera suicida.
La culpa del desastre español en marcha la tienen también los políticos de la derecha española, que han gobernado generando rechazo y asco por sus vínculos con la corrupción, la mentira, el incumplimiento de sus promesas y una lamentable indolencia débil e irresponsable.
Aunque suene a paradoja, esa izquierda que hoy gobierna España ya no representa la defensa de los débiles frente a los poderosos, sino el poder por el poder, a los niñatos violentos que queman contenedores de basura en las calles y a los vagos que quieren vivir de los subsidios.
Es una izquierda que no logra desprenderse de sus prejuicios históricos, ni de sus raíces leninistas, gracias a las cuales protagoniza la aberración de juzgar los crímenes más por quien los comete que por el daño que causan. Es la izquierda que en España apoya más a los inmigrantes que a los desvalidos españoles y la que otorga más prioridad a desenterrar la momia de Franco que a solucionar los muchos dramas del país.
Ese comportamiento envilecido coloca a la gente honrada de izquierda contra las cuerdas y las obliga a elegir entre la lealtad al partido del que forman parte y la lealtad a la verdad y a la honradez, batalla que casi siempre, por causa de la cobardía, del sectarismo y del espíritu gregario y de un agudo sentido de tribu, la gente decente pierde dentro del PSOE y de otras formaciones de izquierda.
Es una izquierda que, quizás sin saberlo, se ha hecho fascista, porque ¿qué es la esencia del fascismo sino la ceguera que ellos demuestran para distinguir entre el bien y el mal?
Francisco Rubiales
El anuncio de un pacto de gobierno con Unidas Podemos ha convertido a Pedro Sánchez en un verdugo amenazante. A pesar de que en las elecciones del 10 de noviembre perdieron en conjunto más de un millón y medio de votos y un buen puñado de diputados, se proponen conquistar el poder de nuevo con el apoyo de los peores enemigos de España, desde proetarras hasta independentistas y golpistas catalanes.
Hay una parte de la izquierda mundial que no quiere despegarse del totalitarismo, que no cree en la democracia, que es incapaz de condenar los crímenes del comunismo y de decenas de dictadores de izquierda en el mundo a los que, vergonzosamente, presta su apoyo. Esa izquierda, que ahora se siente fuerte en España, impregnada de leninismo, conspira y lucha desde la trastienda para acabar con la democracia y conquistar el poder, aunque sea por atajos pervertidos.
Esa izquierda vergonzante es la que está sosteniendo a Pedro Sánchez en España, sin importarle que el gobierno socialista carezca de los votos populares nesarios para gobernar, unacarencia que pretenden suplir con los votos del contubernio de los desleales, enemigos de España, amigos del terrorismo etarra y golpistas catalanes impregnados de demencias nazis.
Parecía imposible que en España, un país próspero y libre encuadrado en el corazón de Occidente, pudieran prosperar los radicales de izquierda, Pero ha ocurrido, con Sánchez y Pablo Iglesias a la cabeza, principales culpables del desastre que se avecina junto a un pueblo confundido y aborregado que les vota en las urnas de manera suicida.
La culpa del desastre español en marcha la tienen también los políticos de la derecha española, que han gobernado generando rechazo y asco por sus vínculos con la corrupción, la mentira, el incumplimiento de sus promesas y una lamentable indolencia débil e irresponsable.
Aunque suene a paradoja, esa izquierda que hoy gobierna España ya no representa la defensa de los débiles frente a los poderosos, sino el poder por el poder, a los niñatos violentos que queman contenedores de basura en las calles y a los vagos que quieren vivir de los subsidios.
Es una izquierda que no logra desprenderse de sus prejuicios históricos, ni de sus raíces leninistas, gracias a las cuales protagoniza la aberración de juzgar los crímenes más por quien los comete que por el daño que causan. Es la izquierda que en España apoya más a los inmigrantes que a los desvalidos españoles y la que otorga más prioridad a desenterrar la momia de Franco que a solucionar los muchos dramas del país.
Ese comportamiento envilecido coloca a la gente honrada de izquierda contra las cuerdas y las obliga a elegir entre la lealtad al partido del que forman parte y la lealtad a la verdad y a la honradez, batalla que casi siempre, por causa de la cobardía, del sectarismo y del espíritu gregario y de un agudo sentido de tribu, la gente decente pierde dentro del PSOE y de otras formaciones de izquierda.
Es una izquierda que, quizás sin saberlo, se ha hecho fascista, porque ¿qué es la esencia del fascismo sino la ceguera que ellos demuestran para distinguir entre el bien y el mal?
Francisco Rubiales