El candidato del PP, presidente de la sala II del Tribunal Supremo, la que juzga el 1-O, será el presidente del órgano de gobierno de los jueces y del Supremo, pero el Consejo General del Poder Judicial tendrá mayoría progresista
Los dos partidos que se alternan en el gobierno de España desde la muerte de Franco, responsables de la democracia degenerada que padecemos, con el mayor descaro y sin cuidar ni siquiera las formas, se han repartido los puestos en el órgano de gobierno de los jueces, once progresistas designados por el PSOE y nueve conservadores en teoría fieles al PP, entre los que figura el futuro presidente, el juez Manuel Marchena, que al mismo tiempo que preside el Consejo General del Poder Judicial presidirá también el maltrecho Tribunal Supremo español.
Muchos observadores y expertos sospechan que Marchena, que era quien controlaba el proceso contra los golpistas catalanes, ha recibido una patada hacia arriba para que sea otro juez más moderado y progresista quien dirija ese importante y estratégico juicio, pero esa "conspiración" no puede demostrarse por falta de pruebas.
El reparto de jueces en la cumbre de la Justicia española ha sido toda una sorpresa, no sólo porque demuestra una vez más que la democracia española está prostituida y que no funciona la vital separación e independencia de los poderes básicos del Estado, sino porque esa Justicia está muy necesitada de prestigio, después de los varapalos que recibe constantemente en el extranjero, donde los jueces contradicen con frecuencia las sentencias españolas y donde se piensa, abiertamente que el sistema judicial español está demasiado polítizado y controlado por unos partidos políticos que tienen demasiado poder sin control.
A la vista de los hechos, es evidente que ni el PP ni el PSOE tienen remedio porque son contumaces en el abuso de poder y la corrupción. Quizás haya que asumir que han nacido en las cloacas y morirán en ellas, sin posibilidad alguna de regenerarse, sin abandonar una corrupción que en ellos ya es cancerígena, salvo que una profunda revolución cambie las cosas en la España podrida.
Cuando parecía que la podredumbre española iba a retroceder y que el clamor ciudadano por la regeneración iba a tener efectos en el sistema, aparecen el PSOE y el PP apostando de nuevo por los peores vicios, en concreto por el nombramiento de jueces y magistrados en los altos órganos de la Justicia, a la que prostituyen, domestican y politizan en contra de la democracia y la Constitución, precisamente cuando esa Justicia española está más cuestionada y bajo sospecha.
Tal vez el PSOE y el PP, de tanto cruzar las lineas rojas y tras acumular tantos abusos, arbitrariedades e injusticias, son ya dos partidos incorregibles e irrecuperables, tan podridos que ya no tienen salvación ni cabida en un sistema político digno y decente. Algunos pensadores sostienen que cuando un partido sobrepasa con frecuencia la línea roja de anteponer sus intereses al bien común, ya no tiene salvación y hay que darlo por amortizado porque se convierte en un peligro para el sistema.
Quizás el PSOE y el PP están tan acostumbrados a nadar en el lodo que lo seguirán haciendo mientras respiren.
Francisco Rubiales
Muchos observadores y expertos sospechan que Marchena, que era quien controlaba el proceso contra los golpistas catalanes, ha recibido una patada hacia arriba para que sea otro juez más moderado y progresista quien dirija ese importante y estratégico juicio, pero esa "conspiración" no puede demostrarse por falta de pruebas.
El reparto de jueces en la cumbre de la Justicia española ha sido toda una sorpresa, no sólo porque demuestra una vez más que la democracia española está prostituida y que no funciona la vital separación e independencia de los poderes básicos del Estado, sino porque esa Justicia está muy necesitada de prestigio, después de los varapalos que recibe constantemente en el extranjero, donde los jueces contradicen con frecuencia las sentencias españolas y donde se piensa, abiertamente que el sistema judicial español está demasiado polítizado y controlado por unos partidos políticos que tienen demasiado poder sin control.
A la vista de los hechos, es evidente que ni el PP ni el PSOE tienen remedio porque son contumaces en el abuso de poder y la corrupción. Quizás haya que asumir que han nacido en las cloacas y morirán en ellas, sin posibilidad alguna de regenerarse, sin abandonar una corrupción que en ellos ya es cancerígena, salvo que una profunda revolución cambie las cosas en la España podrida.
Cuando parecía que la podredumbre española iba a retroceder y que el clamor ciudadano por la regeneración iba a tener efectos en el sistema, aparecen el PSOE y el PP apostando de nuevo por los peores vicios, en concreto por el nombramiento de jueces y magistrados en los altos órganos de la Justicia, a la que prostituyen, domestican y politizan en contra de la democracia y la Constitución, precisamente cuando esa Justicia española está más cuestionada y bajo sospecha.
Tal vez el PSOE y el PP, de tanto cruzar las lineas rojas y tras acumular tantos abusos, arbitrariedades e injusticias, son ya dos partidos incorregibles e irrecuperables, tan podridos que ya no tienen salvación ni cabida en un sistema político digno y decente. Algunos pensadores sostienen que cuando un partido sobrepasa con frecuencia la línea roja de anteponer sus intereses al bien común, ya no tiene salvación y hay que darlo por amortizado porque se convierte en un peligro para el sistema.
Quizás el PSOE y el PP están tan acostumbrados a nadar en el lodo que lo seguirán haciendo mientras respiren.
Francisco Rubiales