Las filas de los que quieren inscribirse en VOX son largas, pero menos que hace uno o dos meses. Las causas son varias: la primera es la moderación que el partido ha incorporado a su estrategia; la segunda es su alianza en Andalucía con el PP y Ciudadanos, partidos que están demostrando escaso interés en limpiar el cortijo hasta sus raíces, y la tercera es que el PP está acertando con su estrategia de radicalizar su discurso, que incluso supera en contundencia al de VOX en algunos aspectos.
Hay otros factores que también influyen en el freno del crecimiento de VOX, como la aparente ruptura del PSOE de Pedro Sánchez con sus socios catalanes y la perspectiva de unas elecciones generales a la vuelta de la esquina.
Pero la principal razón es de índole emocional y estético: la gente no soporta que VOX, que es el partido en el que millones de españoles han depositado sus esperanzas y desean votar, deje de ser un revulsivo indomable y aparezca como acompañante y "tercero", al lado del PP y Ciudadanos, como ocurrió en la reciente manifestación de Plaza de Colón, una protesta que debió ser convocada por VOX y no por los otros partidos.
Los dirigentes de VOX deben entender que su fulgurante irrupción en la política española les exige mucho más y que los millones de españoles patriotas, decentes, descontentos e indignados, que son sus clientes, les exigen que sean siempre vanguardia y guía, el ariete que el país necesita para acabar con los abusos, lograr la regeneración y la resurrección ansiadas, y la llave para que la corrupción y la traición sean erradicadas.
Tal vez lo que está ocurriendo es que VOX reflexiona y recoge velas, circunstancialmente, porque el aluvión de nuevos afiliados se ha convertido en un torrente impetuoso que hay que investigar y filtrar para que el partido no sea invadido por miserables.
Quizás el error principal esté siendo el miedo a comportarse como lo haría la "extrema derecha" europea o tal vez la clave esté en la falta de protagonismo del partido en los grandes momentos y debates actuales, pero lo cierto es que la gente espera más acción en las trincheras de VOX, más denuncias y más debates abiertos sobre los grandes problemas de España, como la traición y la corrupción que envuelven al bipartidismo, el escándalo de las autonomías, la escasa represión de la corrupción, el poder desmesurado de los partidos políticos, la politización de la Justicia, la inmigracion desbocada y cargada de peligros, el endeudamiento público, que continua creciendo de manera suicida, el insoportable tamaño del Estado español, cargado de políticos a sueldo y casi imposible de financiar, salvo que los ciudadanos sean esquilmados con impuestos abusivos y confiscatorios, el constante deterioro de la democracia, la falta de contundencia frente al desafío de los independentistas y la escandalosa financiación pública de los partidos políticos, que cada año crece, por citar sólo los dramas españoles más hirientes y necesitados de cambios profundos.
VOX gana adeptos no sólo porque sus adversarios son considerados por el pueblo como ineptos, cobardes y corruptos, sino porque ha sabido abrir debates formidables sobre verdades prohibidas y tabús, como el de las leyes desiguales e injustas en torno a la violencia de género. Si abriera debates sobre otras grandes carencias y suciedades de la política española, como el descontrol suicida de la inmigración, la locura de los impuestos injustos y confiscatorios, la desprotección de las familias, el papel real de las autonomías o la falta de políticas que repriman con eficacia el cáncer de la corrupción, el resultado sería el mismo: cientos de miles de votos sumados a la cesta esperanzadora del único partido que hace política unido a la verdad y a la denuncia real del sistema.
Los españoles han soportado demasiados desmanes de sus políticos y están hartos e indignados. Por eso reciben a VOX con los brazos abiertos, pero con unas exigencias muy intensas. Como a toda ilusión que comienza a crecer, a VOX se le exige mucho más que a cualquier otro partido decepcionante. Si sus dirigentes olvidan que las espuelas del pueblo les incitan a trotar sin descanso, el freno detendrá la carrera.
VOX ni siquiera necesita invertir dinero abundante en campañas costosas porque sus ideas y propuestas son diferentes y entusiasman porque son claras y contundentes, las únicas que sintonizan con lo que quieren los ciudadanos: cierre de emisoras de radio y televisión al servicio de los partidos y no del bien común, pagadas con dinero de los impuestos, reducción drástica del poder de las autonomías, fuentes de corrupción, disgregación y violadoras de principios constitucionales como la igualdad de los españoles, castigo duro para asesinos, violadores y corruptos, control de la inmigración y fin de esas puertas abiertas por las que se cuelan, junto a personas honradas, ejércitos de delincuentes, vagos y aprovechados, incapaces de adaptarse y decididos a vivir de las subvenciones y la rapiña, entre otras mucha propuestas, entre las que resaltan el intenso deseo de que España resurja y se convierta en un país decente, justo y próspero.
El núcleo del problema quizás sea que mientras VOX ha moderado su discurso, los demás partidos, imitando al VOX inicial, lo han radicalizado para sintonizar con la opinión pública con la misma contundencia que VOX.
Francisco Rubiales
Hay otros factores que también influyen en el freno del crecimiento de VOX, como la aparente ruptura del PSOE de Pedro Sánchez con sus socios catalanes y la perspectiva de unas elecciones generales a la vuelta de la esquina.
Pero la principal razón es de índole emocional y estético: la gente no soporta que VOX, que es el partido en el que millones de españoles han depositado sus esperanzas y desean votar, deje de ser un revulsivo indomable y aparezca como acompañante y "tercero", al lado del PP y Ciudadanos, como ocurrió en la reciente manifestación de Plaza de Colón, una protesta que debió ser convocada por VOX y no por los otros partidos.
Los dirigentes de VOX deben entender que su fulgurante irrupción en la política española les exige mucho más y que los millones de españoles patriotas, decentes, descontentos e indignados, que son sus clientes, les exigen que sean siempre vanguardia y guía, el ariete que el país necesita para acabar con los abusos, lograr la regeneración y la resurrección ansiadas, y la llave para que la corrupción y la traición sean erradicadas.
Tal vez lo que está ocurriendo es que VOX reflexiona y recoge velas, circunstancialmente, porque el aluvión de nuevos afiliados se ha convertido en un torrente impetuoso que hay que investigar y filtrar para que el partido no sea invadido por miserables.
Quizás el error principal esté siendo el miedo a comportarse como lo haría la "extrema derecha" europea o tal vez la clave esté en la falta de protagonismo del partido en los grandes momentos y debates actuales, pero lo cierto es que la gente espera más acción en las trincheras de VOX, más denuncias y más debates abiertos sobre los grandes problemas de España, como la traición y la corrupción que envuelven al bipartidismo, el escándalo de las autonomías, la escasa represión de la corrupción, el poder desmesurado de los partidos políticos, la politización de la Justicia, la inmigracion desbocada y cargada de peligros, el endeudamiento público, que continua creciendo de manera suicida, el insoportable tamaño del Estado español, cargado de políticos a sueldo y casi imposible de financiar, salvo que los ciudadanos sean esquilmados con impuestos abusivos y confiscatorios, el constante deterioro de la democracia, la falta de contundencia frente al desafío de los independentistas y la escandalosa financiación pública de los partidos políticos, que cada año crece, por citar sólo los dramas españoles más hirientes y necesitados de cambios profundos.
VOX gana adeptos no sólo porque sus adversarios son considerados por el pueblo como ineptos, cobardes y corruptos, sino porque ha sabido abrir debates formidables sobre verdades prohibidas y tabús, como el de las leyes desiguales e injustas en torno a la violencia de género. Si abriera debates sobre otras grandes carencias y suciedades de la política española, como el descontrol suicida de la inmigración, la locura de los impuestos injustos y confiscatorios, la desprotección de las familias, el papel real de las autonomías o la falta de políticas que repriman con eficacia el cáncer de la corrupción, el resultado sería el mismo: cientos de miles de votos sumados a la cesta esperanzadora del único partido que hace política unido a la verdad y a la denuncia real del sistema.
Los españoles han soportado demasiados desmanes de sus políticos y están hartos e indignados. Por eso reciben a VOX con los brazos abiertos, pero con unas exigencias muy intensas. Como a toda ilusión que comienza a crecer, a VOX se le exige mucho más que a cualquier otro partido decepcionante. Si sus dirigentes olvidan que las espuelas del pueblo les incitan a trotar sin descanso, el freno detendrá la carrera.
VOX ni siquiera necesita invertir dinero abundante en campañas costosas porque sus ideas y propuestas son diferentes y entusiasman porque son claras y contundentes, las únicas que sintonizan con lo que quieren los ciudadanos: cierre de emisoras de radio y televisión al servicio de los partidos y no del bien común, pagadas con dinero de los impuestos, reducción drástica del poder de las autonomías, fuentes de corrupción, disgregación y violadoras de principios constitucionales como la igualdad de los españoles, castigo duro para asesinos, violadores y corruptos, control de la inmigración y fin de esas puertas abiertas por las que se cuelan, junto a personas honradas, ejércitos de delincuentes, vagos y aprovechados, incapaces de adaptarse y decididos a vivir de las subvenciones y la rapiña, entre otras mucha propuestas, entre las que resaltan el intenso deseo de que España resurja y se convierta en un país decente, justo y próspero.
El núcleo del problema quizás sea que mientras VOX ha moderado su discurso, los demás partidos, imitando al VOX inicial, lo han radicalizado para sintonizar con la opinión pública con la misma contundencia que VOX.
Francisco Rubiales