Información y Opinión

El auge de los "foros" políticos





Los vientos de la política están cambiando y los nuevos aires señalan a los partidos políticos y los acusan de ser organizaciones mafiosas, caducadas, que no han experimentado cambio alguno desde el siglo XIX y culpables en gran parte de las desgracias y dramas que atribulan a los ciudadanos y a la democracia.

El futuro político pertenece por entero a los foros ciudadanos, organizaciones más acordes con los vientos de regeneración y libertad que soplan en el siglo XXI. Dos viejos políticos españoles con probado olfato, Francisco Álvarez Cascos, en Asturias, y Pedro Pacheco, en Jerez de la Frontera, regresan al primer plano y lo hacen representando no a un partido político sino a un foro, el Foro Asturias y el Foro Ciudadano de Jerez.

Los foros, sin secretarios de organización, reaudadores clandestinos, comisionistas chantajistas, ni camarillas de líderes intocables, son organizaciones que otorgan mayor valor a la ética que a la victoria, que conceden más protagonismo y peso al ciudadano que los viejos y anquilosados partidos políticos, transformados éstos en maquinarias implacables de poder, incapaces de conectar con la ciudadanía, dominadas por el totalitarismo y la sumisión al líder y sólamente preparadas para repartir privilegios entre los suyos. Los foros carecen de una organización interna férrea y más que espacios de poder son plataformas ideadas para el debate y el diálogo. Mientras que los partidos políticos son reliquias abominables del pasado, los foros son el futuro y la esperanza de una política distinta y regenerada. Con los partidos, la democracia ha entrado en declive y el ciudadano, que en teoría es el soberano del sistema, ha quedado relegado, mientras que la búsqueda del bien común y el servicio a la sociedad, cualidades básicas de la democracia, han casi desaparecido del mapa. Los foros, si no se desvirtuan, constituyen un nuevo enfoque político que garantiza la existencia de ciudadanos, debate, diálogo, discernimiento y búsqueda de la verdad y del bien común. Comparar un foro con un partido político es como comparar un buque escuela con un barco pirata.

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El modelo de los partidos políticos ha fracasado porque, inevitablemente, termina en la corrupción y en la liquidación de toda democracia interna. Los partidos se han convertido en eficaces fábricas de mediocres. En sus filas no es posible debatir en libertad, ni votar en conciencia, ni defender ideas y propuestas contrarias a las que defiende y propone el líder. Por su naturaleza vertical y fascistoide, el partido político es una escuela de autoritarios sin conexión alguna con la realidad y con la ciudadanía, una lamentable fábrica de líderes forjados en la sumisión que, cuando alcanzan el poder y ocupan un cargo público, no están preparados para gestionar una democracia y menos todavía para gobernar a hombres y mujeres libres y responsables.

Los partidos, acomplejados por su intensa mediocridad y pobre preparación, practican el corporativismo y la omertá. Si el partido es corrupto y roba, procura que todos sus miembros se manchen y participen en la orgía. A los partidos, diabólicas máquinas de proder, corrupción, enchufismo, arbitrariedad y privilegios, le interesan que los ciudadanos sean incultos y manipulables. Su baja catadura moral les hace practicar el angaño, la manipulación, la mentira, la compra de voluntades y el envilecimiento. A los partidos les interesa más gobernar sobre masas aborregadas y llenas de miedo que sobre comunidades responsables de ciudadanos libres y decentes. La mayoría de los partidos son hoy una fuente peligrosa de inmoralidad y oprobio, ajena a los valores y principios de la democracia, que, tarde o temprano, terminan contaminando la sociedad y destruyendo la democracia.

Los partidos son los culpables de que los ciudadanos tengan que someterse a listas cerradas y bloqueadas, elaboradas por los mismos partidos, lo que arrebata al ciudadano su sagrado derecho a elegir. Los partidos son los culpables de que los poderes básicos del Estado, sobre todo los poderes Judicial y Legislativo, hayan quedado sometidos a la voluntad del partido gobernante, violando así la esencia de la democracia. Los partidos arrastran la culpa de haber invadido y ocupado la sociedad civil, impidiéndole su misión de servir de contrapeso al poder político; de haber maniatado y silenciado a la prensa libre e independiente, impidiéndole así la vital misión de fislalizar al poder; de hacer trizas el sagrado principio del Imperio de la ley y de una ley igual para todos. Los partidos han convertido a la casta política en impune, han asesinado la democracia y han concitado el odio y el rechazo de los ciudadanos decentes.

Los partidos tienen que desaparecer para que la democracia vuelva a existir y para que la dignidad humana retorne triunfante y ocupe los espacios que ahora ocupan la corrupción y el abuso de poder.

Pedro Pacheco y Álvarez Cascos han elegido el camino correcto. Ahora habrá que vigilarlos desde la ciudadanía para que sus foros sigan siendo foros y jamás caigan en la degradación y el oprobio de los viejos partidos.

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Lunes, 7 de Marzo 2011
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