El Partido Andalucista, cuyo certificado de defunción fue extendido por el electorado andaluz en las últimas autonómicas, quiere resucitar, pero no sabe cómo hacerlo o quizás no es capaz, una vez más, de aplicarse la única terapia de choque que le curaría: liberarse del pasado y de unos viejos líderes que son los que siempre le han conducido hacia la tumba.
El Partido Andalucista ha desaparecido del Parlamento Andaluz y está tan acabado que unos dicen que está muerto y otros que sólo en coma. Lo cierto es que el cadaver no reacciona y que su encefalograma es plano. Sin embargo, los de siempre quieren resucitarlo. Los viejos y eternos líderes del partido se han reunido varias veces para practicarle el "boca a boca" a un cadáver que no reacciona. Demostrando que son ya demasiado viejos para entender el mundo, los dirigentes del pasado siguen aconsejando al enfermo terminal más de lo mismo: más nacionalismo andaluz, más de lo que llaman "andalucismo".
A finales de los años ochenta, el PA, con Pedro Pacheco como candidato a la presidencia de la Junta de Andalucía, tuvo una oportunidad de oro. Obtuvo diez diputados en las elecciones autonómicas y la opción de convertirse en la alternativa frente al cansancio de los andaluces ante la corrupción y el agotamiento del socialismo y la torpeza impotente de una derecha rancia e impopular, pero la viaja guardia, celosa ante el ascenso del alcalde de Jerez, "liquidó" a Pacheco y volvió a secuestrar al partido.
Pero el "Andalucismo" es ya una palabra vacía, viciada y desprestigiada por los errores del pasado, por las peleas internas entre dirigentes, por la utilización de marionetas que aparentemente mandaban, pero detrás de las cuales estaba siempre el "lider", por los años vergonzosos de "colaboración" en la Junta con el PSOE, por unas ideas y principios tan volátiles que servían para pactar con la derecha en los ayuntamientos y con la izquierda en el gobierno regional.
Los dirigentes del pasado siguen operando como el coágulo que tapona las arterias vitales e impide una renovación real y creíble de las personas y de las ideas, lo que condena al partido a ser un triste fantasma impotente y agonizante. Basta con que un candidato proponga un "cambio total" para que quede bloqueado. Basta con que alguien se atreva a criticar a las viejas momias para que quede anulado.
Están tan alienados y derrotados que son incapaces de ver la solución, a pesar de que la tienen delante de los ojos. No pueden comprender que los andaluces no demandan nacionalismo, sino regeneración. Existe una parte de la sociedad andaluza, cansada de corrupción, de manipulación y de la presencia agobiante de la Junta, que ocupa y domina hasta los últimos rincones de la sociedad, que lo que quiere es cambio profundo, una regeneración de la democracia y una limpieza con ácido de la sociedad, corroída por la corrupción, el poder sin control y el clientelismo más implacable.
Si quiere sobrevivir, el PA no tiene otra salida que cambiar hasta llegar a ser irreconocible, someterse a un transplante masivo de órganos y de sangre y resurgir con ideas nuevas, presentándose ante la sociedad andaluza como el partido limpio y regenerador que muchos esperan para acabar con la decadencia, la somnolencia y el aburrimiento de una política que sólo se interesa por el poder y por los privilegios y que hace muchos años que se olvidó del bien común y de los viejos principios y valores de la democracia.
El PA, desde sus orígenes, ha sido siempre un partido secuestrado por sus dirigentes, un rasgo dramático que devaluaba a los militantes y simpatizantes y que le ha llevado hasta el borde de la extinción.
Ya es demasiado tarde y la única posibilidad que les queda es renacer de las cenizas, como el Ave Fenix, jubilar a sus viejos dueños y ofrecer a los andaluces lo que éstos desean: un partido libre de corrupción, auténticamente democrático, limpio, capaz de alzar la bandera de la regeneración y de presentarse ante el ciudadano como la única opción democrática frente a las castas verticales, clientelares y autoritarias que dominan los demás partidos andaluces: PSOE, PP e Izquierda Unida.
No hay otro camino. Si no son capaces de asumir el duro trasplante y la brutal regeneración, lo mejor es que dejen morir al enfermo en paz.
El Partido Andalucista ha desaparecido del Parlamento Andaluz y está tan acabado que unos dicen que está muerto y otros que sólo en coma. Lo cierto es que el cadaver no reacciona y que su encefalograma es plano. Sin embargo, los de siempre quieren resucitarlo. Los viejos y eternos líderes del partido se han reunido varias veces para practicarle el "boca a boca" a un cadáver que no reacciona. Demostrando que son ya demasiado viejos para entender el mundo, los dirigentes del pasado siguen aconsejando al enfermo terminal más de lo mismo: más nacionalismo andaluz, más de lo que llaman "andalucismo".
A finales de los años ochenta, el PA, con Pedro Pacheco como candidato a la presidencia de la Junta de Andalucía, tuvo una oportunidad de oro. Obtuvo diez diputados en las elecciones autonómicas y la opción de convertirse en la alternativa frente al cansancio de los andaluces ante la corrupción y el agotamiento del socialismo y la torpeza impotente de una derecha rancia e impopular, pero la viaja guardia, celosa ante el ascenso del alcalde de Jerez, "liquidó" a Pacheco y volvió a secuestrar al partido.
Pero el "Andalucismo" es ya una palabra vacía, viciada y desprestigiada por los errores del pasado, por las peleas internas entre dirigentes, por la utilización de marionetas que aparentemente mandaban, pero detrás de las cuales estaba siempre el "lider", por los años vergonzosos de "colaboración" en la Junta con el PSOE, por unas ideas y principios tan volátiles que servían para pactar con la derecha en los ayuntamientos y con la izquierda en el gobierno regional.
Los dirigentes del pasado siguen operando como el coágulo que tapona las arterias vitales e impide una renovación real y creíble de las personas y de las ideas, lo que condena al partido a ser un triste fantasma impotente y agonizante. Basta con que un candidato proponga un "cambio total" para que quede bloqueado. Basta con que alguien se atreva a criticar a las viejas momias para que quede anulado.
Están tan alienados y derrotados que son incapaces de ver la solución, a pesar de que la tienen delante de los ojos. No pueden comprender que los andaluces no demandan nacionalismo, sino regeneración. Existe una parte de la sociedad andaluza, cansada de corrupción, de manipulación y de la presencia agobiante de la Junta, que ocupa y domina hasta los últimos rincones de la sociedad, que lo que quiere es cambio profundo, una regeneración de la democracia y una limpieza con ácido de la sociedad, corroída por la corrupción, el poder sin control y el clientelismo más implacable.
Si quiere sobrevivir, el PA no tiene otra salida que cambiar hasta llegar a ser irreconocible, someterse a un transplante masivo de órganos y de sangre y resurgir con ideas nuevas, presentándose ante la sociedad andaluza como el partido limpio y regenerador que muchos esperan para acabar con la decadencia, la somnolencia y el aburrimiento de una política que sólo se interesa por el poder y por los privilegios y que hace muchos años que se olvidó del bien común y de los viejos principios y valores de la democracia.
El PA, desde sus orígenes, ha sido siempre un partido secuestrado por sus dirigentes, un rasgo dramático que devaluaba a los militantes y simpatizantes y que le ha llevado hasta el borde de la extinción.
Ya es demasiado tarde y la única posibilidad que les queda es renacer de las cenizas, como el Ave Fenix, jubilar a sus viejos dueños y ofrecer a los andaluces lo que éstos desean: un partido libre de corrupción, auténticamente democrático, limpio, capaz de alzar la bandera de la regeneración y de presentarse ante el ciudadano como la única opción democrática frente a las castas verticales, clientelares y autoritarias que dominan los demás partidos andaluces: PSOE, PP e Izquierda Unida.
No hay otro camino. Si no son capaces de asumir el duro trasplante y la brutal regeneración, lo mejor es que dejen morir al enfermo en paz.