El mayor problema al que tendrá que enfrentarse Pilar González, el nuevo referente y secretaria general del Partido Andalucista. al derrotar a su oponente, Francisco Jiménez (alcalde de Utrera), en el congreso extraordinario celebrado ayer es, una vez más, la sospecha de que ella es testaferro de los destacados "historicos" del partido, entre ellos al todopoderoso Rojas Marcos, un "estigna" que, sin duda, la convertirá en otra dirigente fracasada.
Pilar, que ganó por un estrecho margen de 69 votos, tiene la misión de renovar un partido que los nadaluces han casi borrado del mapa político, expulsándolo del Parlamento de Andalucía, porque todo lo que ofrece es innecesario y nada apeticible para los electores. Pero esa renovación será imposible si no se desprende del pasado hasta sus últimas consecuencias y si no cambia radicalmente al partido para que ofrezca a los andaluces algo que les interese, no el viejo nacionalismo "light", capaz de pactar hasta con el diablo con tal de alcanzar el poder y cargado de nostalgia y de viejos líderes endiosados, a los que el pueblo andaluz no soporta y ha decidido dar la espalda.
Un renovación más profunda, aunque también insuficiente, era la opción derrotada, la de Francisco Jiménez, que no contaba con el apoyo de los "históricos" y que pugnaba por nuevos caminos.
Los nadaluces esperan un partido que defienda la regeneración de una sociedad que, durante el largo mandato socialista, está podrida y ocupada por el poder, pero los andalucistas se empeñan en ofrecer un "andalucismo" que no interesa a nadie. La gente quiere algo parecido a lo que Rosa Díez ha ofrecido a la nación con UPyD, pero los andalucistas persisten en los mismos errores que le han llevado a la tumba: ser útiles a Andalucía, pero con el perfil y los "tics" de un partido enfermo de vejez prematura y secuestrado por sus viejos fundadores.
El "Diario de Sevilla" publica hoy un artículo opinión que dedica a la "invisibilidad" del Partido Andalucista, en el que, entre otras cosas, dice "Al Partido Andalucista le ocurre, a pesar de su relativa juventud, lo mismo que a los hombres y mujeres maduros: no es que las jóvenes y los jóvenes, respectivamente, no los miren, es que no los ven. Igual a los andalucistas: los electores no es que hayan dejado de mirarlos, sino que no los encuentran, pasan desapercibidos, son invisibles".
Y añade: "Si hay algo en la actividad política peor que todo, incluso peor que una buena división interna, es la invisibilidad, esa maldición que lleva a que nada de lo que haces o dices tenga la menor trascendencia, que tus palabras y tus actos no sean una referencia para un grupo social mínimamente cuantificable, que estés ausente de las instituciones y los foros en los que se debate la cosa pública. La nada sin sifón".
Y finaliza: "El andalucismo no es ya una ideología ni un partido, sino una pasión, incomprensible para los demás, voraz para ellos".
Pilar, que ganó por un estrecho margen de 69 votos, tiene la misión de renovar un partido que los nadaluces han casi borrado del mapa político, expulsándolo del Parlamento de Andalucía, porque todo lo que ofrece es innecesario y nada apeticible para los electores. Pero esa renovación será imposible si no se desprende del pasado hasta sus últimas consecuencias y si no cambia radicalmente al partido para que ofrezca a los andaluces algo que les interese, no el viejo nacionalismo "light", capaz de pactar hasta con el diablo con tal de alcanzar el poder y cargado de nostalgia y de viejos líderes endiosados, a los que el pueblo andaluz no soporta y ha decidido dar la espalda.
Un renovación más profunda, aunque también insuficiente, era la opción derrotada, la de Francisco Jiménez, que no contaba con el apoyo de los "históricos" y que pugnaba por nuevos caminos.
Los nadaluces esperan un partido que defienda la regeneración de una sociedad que, durante el largo mandato socialista, está podrida y ocupada por el poder, pero los andalucistas se empeñan en ofrecer un "andalucismo" que no interesa a nadie. La gente quiere algo parecido a lo que Rosa Díez ha ofrecido a la nación con UPyD, pero los andalucistas persisten en los mismos errores que le han llevado a la tumba: ser útiles a Andalucía, pero con el perfil y los "tics" de un partido enfermo de vejez prematura y secuestrado por sus viejos fundadores.
El "Diario de Sevilla" publica hoy un artículo opinión que dedica a la "invisibilidad" del Partido Andalucista, en el que, entre otras cosas, dice "Al Partido Andalucista le ocurre, a pesar de su relativa juventud, lo mismo que a los hombres y mujeres maduros: no es que las jóvenes y los jóvenes, respectivamente, no los miren, es que no los ven. Igual a los andalucistas: los electores no es que hayan dejado de mirarlos, sino que no los encuentran, pasan desapercibidos, son invisibles".
Y añade: "Si hay algo en la actividad política peor que todo, incluso peor que una buena división interna, es la invisibilidad, esa maldición que lleva a que nada de lo que haces o dices tenga la menor trascendencia, que tus palabras y tus actos no sean una referencia para un grupo social mínimamente cuantificable, que estés ausente de las instituciones y los foros en los que se debate la cosa pública. La nada sin sifón".
Y finaliza: "El andalucismo no es ya una ideología ni un partido, sino una pasión, incomprensible para los demás, voraz para ellos".
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