ETA ha declarado un "alto el fuego permanente", una expresión nueva en la banda, que siempre había hablado, hasta ahora, de "tregua". Aunque la banda está fragmentada y dividida entre partidarios de continuar matando y de abrazar la vía política, el anuncio parece auténtico y creíble, aunque todo indica que más que un abandono de las armas lo que ETA hace es abrir un espacio para una negociación, de tu a tu, con el Estado español.
Esa negociación está cargada de incognatas y de inquietudes, ya que ETA desliza en su comunicado ideas que aluden al protagonismo del pueblo vasco (¿referendum?) y a la independencia. Otros elementos inquietantes son la alusión a los Estados español y francés y la inclusión como territorio vasco de Navarra y de las provincias situadas en Francia.
ETA no ha abandonado las armas, ni se ha rendido, ni cambia definitivamente de camino, ni ha pedido perdón por la montaña de muertos que porta consigo, ni renuncia a su orgullo, ni cede en sus reivindicaciones. Únicamente abre un espacio para negociar con la democracia española, una negociación delicada ante la que el gobierno Zapatero, a juzgar por sus primeras reacciones, siente vértigo, en la que deben salvarse las distancias y las diferencias que, guste o no, existen entre una banda de asesinos y un estado de derecho respaldado por millones de votantes que, además, es el agredido.
Zapatero sabe que no puede pagar por la paz precio político alguno y que, al negociar, penetra en un pantano siniestro, iluminado por los focos de la opinión pública mundial, en el que todo será importante, hasta el lugar que cada uno ocupe en la mesa, hasta la forma de la mesa, hasta las miradas, las pausas en el diálogo y, por supuesto, las palabras.
Voto en Blanco cree que esta nueva "tregua" de ETA, aparentemente más sólida que cualquier otra en el pasado, es también una "tregua trampa" porque esconde el espíritu de una negociación de igual a igual entre dos partes que nunca pueden ser iguales. Detrás del gesto de ETA están su evidente derrota militar, su aislamiento político, el cansancio de la militancia abertzale y las buenas perspectivas que tienen ante las urnas vascas los partidarios de ETA, si optan en el futuro por sustituir la lucha armada por la lucha política.
Esa negociación está cargada de incognatas y de inquietudes, ya que ETA desliza en su comunicado ideas que aluden al protagonismo del pueblo vasco (¿referendum?) y a la independencia. Otros elementos inquietantes son la alusión a los Estados español y francés y la inclusión como territorio vasco de Navarra y de las provincias situadas en Francia.
ETA no ha abandonado las armas, ni se ha rendido, ni cambia definitivamente de camino, ni ha pedido perdón por la montaña de muertos que porta consigo, ni renuncia a su orgullo, ni cede en sus reivindicaciones. Únicamente abre un espacio para negociar con la democracia española, una negociación delicada ante la que el gobierno Zapatero, a juzgar por sus primeras reacciones, siente vértigo, en la que deben salvarse las distancias y las diferencias que, guste o no, existen entre una banda de asesinos y un estado de derecho respaldado por millones de votantes que, además, es el agredido.
Zapatero sabe que no puede pagar por la paz precio político alguno y que, al negociar, penetra en un pantano siniestro, iluminado por los focos de la opinión pública mundial, en el que todo será importante, hasta el lugar que cada uno ocupe en la mesa, hasta la forma de la mesa, hasta las miradas, las pausas en el diálogo y, por supuesto, las palabras.
Voto en Blanco cree que esta nueva "tregua" de ETA, aparentemente más sólida que cualquier otra en el pasado, es también una "tregua trampa" porque esconde el espíritu de una negociación de igual a igual entre dos partes que nunca pueden ser iguales. Detrás del gesto de ETA están su evidente derrota militar, su aislamiento político, el cansancio de la militancia abertzale y las buenas perspectivas que tienen ante las urnas vascas los partidarios de ETA, si optan en el futuro por sustituir la lucha armada por la lucha política.